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No son 'menas', son niños perdidos
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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No son 'menas', son niños perdidos

Para que asusten, hay que llamarlos ‘menas’, por si tras las siglas olvidamos que no son más que unos niños perdidos rescatados de un naufragio seguro

Foto: Decenas de menores llegados solos a Ceuta se hacen las pruebas de covid. (EFE)
Decenas de menores llegados solos a Ceuta se hacen las pruebas de covid. (EFE)

Los niños marroquíes rescatados estos días en la costa ceutí no solo tiritan de frío. Llegan aterrados. Son náufragos de un engaño impulsado con crueldad por la dictadura del país que tenemos por vecino de abajo. Marruecos ha puesto en riesgo la vida de cientos de niños alentándolos a echarse al mar para crear una crisis política y migratoria. Y lo ha conseguido. Ha conseguido también otras cosas con las que seguramente no contaba: la manera en que el Ejército español, la Guardia Civil y Cruz Roja se han volcado en rescatarlos ha dado la vuelta al mundo, dejando claro de qué lado de la frontera está la dignidad.

En 48 horas, llegaron a Ceuta más de 8.000 migrantes. Y entre devoluciones en caliente y los arrepentidos que regresan voluntariamente, ya han vuelto a Marruecos más de 6.000. La ministra de Defensa ha acusado a Marruecos de estar sometiendo España a un "chantaje" y ha sido contundente: "La integridad de España no es negociable ni está en juego, y vamos a usar todos medios necesarios para garantizar la integridad territorial y vigilar las fronteras". No son solo palabras. Las fuerzas de seguridad del Estado, junto con la Policía ceutí, están haciendo redadas por toda la ciudad para expulsar al resto de adultos recién llegados de forma exprés. Con los menores es diferente, porque dice la ley que hay que protegerlos, y en medio del caos han improvisado dispositivos de acogida.

Foto: Un soldado ayuda a un inmigrante a salir del agua. (EFE)

Muchos de estos niños perdidos que arriesgaron su vida para llegar a una playa ceutí cruzaron el espigón sin permiso de sus padres en lo que resultó ser una encerrona y han vuelto ya a Marruecos. Otros se han quedado y necesitan atención humanitaria porque, descartando la miseria, no tienen dónde ir. España es para ellos sinónimo de esperanza.

Tal vez por eso Puigdemont, que es una brújula infalible para detectar cuál es el bando correcto porque siempre apunta al contrario, se ha puesto del lado de Marruecos. No debe de gustarle al que quiere dejar de ser español a la fuerza que haya tanta gente dispuesta a dejarse la vida por llegar a serlo. Ni va a serle fácil de explicar en Bruselas al de Waterloo que vulnera el derecho internacional y las fronteras europeas cuando pide que ceutíes y melillenses, que no han sido otra cosa que españoles desde antes incluso de que existiera el reino alauí, pasen a ser súbditos de una dictadura. Ni a los 'indepes' ni a Marruecos les ha venido nada bien que las fuerzas de seguridad españolas hayan dedicado tanto tiempo estos días a la atención humanitaria de los náufragos. Así no hay manera de encontrar un telediario les dé la razón en que la opresión está de este lado de la valla.

Foto: Un grupo de menores intentan cruzar a España a bordo de una barca cerca de la playa ceutí de El Tarajal. (EFE)

Tampoco está claro que esta crisis migratoria vaya a salirle a Vox como planeaba. El partido que ha puesto en el centro de su propaganda política la persecución y expulsión de los menores extranjeros no acompañados, es decir, de los niños perdidos, se apresuró a hacer campaña con la crisis ceutí. Debió de pensar Abascal que ganaría protagonismo y lo que puede dejar patente es su irrelevancia. En Ceuta, estuvo pidiendo a las fuerzas armadas que hicieran lo que ya estaban haciendo y luego mitineó en Córdoba amenazando con retirar su apoyo a los gobiernos que acojan niños: “No cuenten con Vox para repartir ‘menas’ por España”, dijo. Utiliza el verbo ‘repartir’ con el mismo desdén que en vez de ‘niños’ los llama ‘menas’, para deshumanizarlos. Está claro que le importa menos el futuro de esas criaturas que al Gobierno marroquí, que ya es decir.

Mientras tanto, gobiernos del PP y Cs como los de Andalucía y Castilla y León, a los que Abascal ha amenazado con retirar su apoyo, han hecho caso omiso y ya han aceptado una veintena escasa de niños que necesitan acogida. Ni siquiera al Gobierno de Ayuso, pendiente aún de la investidura madrileña, parece de momento importarle mucho lo que tenga que decir Vox, porque para ganar la votación solo necesita más síes que noes. Los presidentes autonómicos, tanto del PSOE como del PP, están alegando razones humanitarias para dar casa y cobijo a estos niños perdidos. Es más difícil para Vox agitar el miedo y la negativa a ayudar a estos menores ahora que les hemos puesto cara en el 'prime time'.

Ya no son un acrónimo, sino niños náufragos, engañados y abandonados, que no están aquí por gusto sino porque no tienen nada que perder. No meten miedo, lo tienen. Son críos descalzos, joder. Y no hay acrónimo que pueda esconder tanta vulnerabilidad. Por eso, para que asusten, hay que llamarlos ‘menas’, para ver si tras las siglas olvidamos que no son más que niños perdidos rescatados de un naufragio seguro. No llevan puesto ningún pasamontañas, como en aquel infame cartel xenófobo del 4-M, sino una camiseta del Barça empapada. Y como a ratos cantan "¡Que viva España!", así no hay forma de que los veamos como invasores.

Los niños marroquíes rescatados estos días en la costa ceutí no solo tiritan de frío. Llegan aterrados. Son náufragos de un engaño impulsado con crueldad por la dictadura del país que tenemos por vecino de abajo. Marruecos ha puesto en riesgo la vida de cientos de niños alentándolos a echarse al mar para crear una crisis política y migratoria. Y lo ha conseguido. Ha conseguido también otras cosas con las que seguramente no contaba: la manera en que el Ejército español, la Guardia Civil y Cruz Roja se han volcado en rescatarlos ha dado la vuelta al mundo, dejando claro de qué lado de la frontera está la dignidad.

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