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Adiós a la chef Adriana Restano, la italiana más castiza de La Latina
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Adiós a la chef Adriana Restano, la italiana más castiza de La Latina

A Restano le gustaban Rafaella Carrà y Lola Flores; el aperol Spritz y la Mahou; el risotto y la paella y el parmesano, religión en su Parma natal

Foto: La chef Adriana Restano (Madriddiferente)
La chef Adriana Restano (Madriddiferente)

A la chef Adriana Restano le gustaba decir que su trabajo era hacer feliz a la gente con su comida y su hospitalidad. Y vaya si lo conseguía. La cantidad de mensajes con muestras de cariño para lamentar su fallecimiento que se amontonan estos días a las puertas de Nina Pasta Bar, en pleno Rastro madrileño, así como en las redes sociales, demuestran hasta qué punto lo conseguió al frente del restaurante al que le puso el nombre de Nina, su abuela napolitana. Hace cuatro años dejó una exitosa carrera de ejecutiva para cumplir el sueño de montar este restaurante, con el que triunfó en tiempo récord.

No había italiana más castiza que Restano, la Restano, como la llamábamos sus amigos. Era más de tecno que de verbenas, pero no se perdía las de San Cayetano y La Paloma. Y, como buena madrileña, no se saltaba un Orgullo, la verbena de todas las verbenas. A Restano le gustaban Rafaella Carrà y Lola Flores; el aperol Spritz y la Mahou; el risotto y la paella; el parmesano, religión en su Parma natal, siempre de 24 meses, que diferenciaba perfectamente del de 22, y si no que se lo pregunten a su proveedor; la mozarella (‘di buffala, ovviamente’) y un queso con leche de cruda de Valladolid que se llama Cantagrullas; la mortadela de Bolonia y el chorizo más picante de León; el babà napolitano y los churros madrileños. Una vez se le ocurrió servirlos de postre en Nina con ‘gelato al chocolate’ para mojar.

En la carta de Nina Pasta Bar, el restaurante que Restano abrió en 2018 y en poco tiempo se convirtió en uno de los italianos de referencia de la capital, quedaba patente la mezcla italocastiza que tanto reivindicaba. Ideó unos gnochis con salsa brava y unas croquetas de Parmiggiano Reggiano que, junto con su ya legendario Ragú Capote (papardelle con ragú de rabo de toro) entremezclaban lo mejor de la gastronomía popular de ambos países, las dos almas de esta chef y empresaria fallecida en Madrid a los 44 años.

Tras más de 20 viviendo en Madrid, la ciudad que la enamoró, Restano no podía ser más italocastiza. Que a la pasta calamarata con pomodoro, guanciale y langostinos la llamara ‘Macarrón de la Isla’ deja claro también que si algo nunca faltaba con ella eran el buen humor y la sonrisa. Seriedad máxima, eso sí, con la carbonara. Ay, la carbonara de Restano. Poca broma ahí.

Su adiós ha sido repentino, un aneurisma se la llevó sin avisar. A Restano no le gustaban las despedidas largas, a la española, decía ella, esas en las que nos eternizamos diciéndonos adiós a las puertas de un bar o de una sobremesa de la que ella era siempre la mejor anfitriona. Así que seré breve, Adri, no sabes lo mucho que ya te estamos echando de menos. Estate tranquila, no habrá paz para los que le sigan echando nata a la carbonara. Nos vemos en Cascorro. O en el Cabo de Gata.

A la chef Adriana Restano le gustaba decir que su trabajo era hacer feliz a la gente con su comida y su hospitalidad. Y vaya si lo conseguía. La cantidad de mensajes con muestras de cariño para lamentar su fallecimiento que se amontonan estos días a las puertas de Nina Pasta Bar, en pleno Rastro madrileño, así como en las redes sociales, demuestran hasta qué punto lo conseguió al frente del restaurante al que le puso el nombre de Nina, su abuela napolitana. Hace cuatro años dejó una exitosa carrera de ejecutiva para cumplir el sueño de montar este restaurante, con el que triunfó en tiempo récord.

Lola Flores Mahou