Segundo Párrafo
Por
Los hombres que no se enteran de las cosas
Tomemos el caso del príncipe Andrés, al que la reina Isabel II ha desposeído de sus honores militares por entender que no ha actuado con ejemplaridad
Abunda últimamente en las portadas un tipo de hombre poderoso que no se entera de lo que pasa a su alrededor y presume de ello con naturalidad. Es tendencia en Reino Unido y, como en España somos muy de importar modas anglosajonas, será mejor que andemos prevenidos. Los británicos tienen ahora mismo un primer ministro que asegura no saber diferenciar una reunión de trabajo de un botellón y un príncipe que no sabía que en las fiestas que organizaba su amigo pederasta había menores vulnerables explotadas sexualmente.
Tomemos el caso del príncipe Andrés, al que la reina Isabel II ha desposeído de sus honores militares por entender que no ha actuado con ejemplaridad. La reina se ha tomado su tiempo, más de seis años desde que estalló el escándalo, para tomar medidas en nombre del honor de la Corona. Lo hace ahora que un juez neoyorquino ha rechazado el intento del príncipe Andrés de que se desestimara la demanda sexual que Virginia Giuffre ha presentado contra él. Ella alega que el pederasta Jeffrey Epstein y su cómplice convicta Ghislain Maxwell la obligaron en 2001 a tener sexo con Su ex Alteza Real hasta en tres ocasiones.
Alegan algunos defensores del príncipe Andrés, que no sé en Reino Unido cuántos quedarán pero en España ya han salido varios, que cómo iba a saber el príncipe, de 61 años, que esa mujer que le denuncia por abuso sexual tenía 17; otros le defienden alegando que a lo mejor lo que la denunciante quiere es sacarle los cuartos.
Jeffrey Epstein se suicidó en prisión sin revelar los nombres de sus amigos poderosos que asistían a sus fiestas con barra libre de menores
A ver si lo he entendido bien. A los millonarios tener dinero les justifica asistir a fiestas con niñas desnudas, a ellas reclamar daños y perjuicios cuando sobreviven a una red de explotación sexual las desacreditaría. Por si a alguien le costara seguir el hilo con las arcadas, lo resumo: reclamar indemnización a una red de pederastia que te jodió la vida, mal; pagar a las denunciantes para acallar sus denuncias y que no se investigue el delito, Estado de derecho.
El argumento puede parecer confuso, pero tiene su público. Si he seguido bien el, digamos, razonamiento, para los defensores del honor del príncipe Andrés, los señores millonarios de mediana edad a los que les gustan las fiestas con mujeres que parecen niñas y niñas que parecen mujeres no tienen por qué saber si estas realmente son menores de edad o si solo lo parecen. Además, por qué iban a preguntarse por qué esos cuerpos están a su disposición en la piscina de una mansión. Ellas, sin embargo, sí tienen total responsabilidad de saber dónde se están metiendo, tengan 14 o 17. ¿Lo he entendido bien?
Jeffrey Epstein se suicidó en prisión sin revelar los nombres de sus amigos y demás hombres poderosos que asistían a sus fiestas con barra libre de menores de las que abusaban sexualmente. Su cómplice, Ghislaine Maxwell, condenada por tráfico sexual, la que captaba niñas vulnerables para Epstein y sus amigos, podría colaborar ahora para identificar a las celebridades denunciadas por las víctimas que participaban en su red de tráfico sexual. No solo en Buckingham Palace hay mucha expectación ante la posible revelación de esos nombres, a los que, de momento, el proceso judicial preserva en el anonimato.
Los hombres poderosos que no tienen costumbre de asumir responsabilidades tienen mucha soltura en alegar que no se enteraban de algo
Es posible que el príncipe Andrés tenga que declarar ante un tribunal de Nueva York, pero entre tanto todo es presunto. Bueno, todo no. Algunas cosas son bien sabidas. El príncipe Andrés dice no haber conocido nunca a la mujer que le denuncia, que antes se atrevió a denunciar también a Epstein, pero hay una foto de los dos juntos en la casa de Maxwell en Londres. El príncipe Andrés y Jeffrey Epstein eran muy amigos. El hijo de la reina Isabel II les invitó a él y a la convicta Ghislain Maxwell al castillo de Windsor y luego a la fiesta del 18 cumpleaños de su hija, cuya mayoría de edad celebraron juntos, después de que la policía de Florida ya hubiera emitido una orden de arresto contra el millonario por pederastia.
El príncipe Andrés siguió dejándose ver con su amigo Epstein, después incluso de que este se declarase culpable de prostituir menores y pasara por prisión en Nueva York. Lo de quitarle los honores al príncipe ha llegado una década más tarde, que en palacio las cosas del #metoo van despacio. La reacción llega ahora que las denuncias de la red de explotación sexual de Epstein y Maxwell se han ido demostrando ciertas y cada vez son más difíciles de creer las afirmaciones de que el príncipe no conocía a Giuffre.
Los hombres poderosos que no tienen costumbre de asumir responsabilidades tienen mucha soltura en alegar que no se enteraban de algo como excusa, cuando debería ser una agravante. El caso del príncipe Andrés no tiene nada que ver con el de Boris Johnson, pero coinciden en las portadas y en esa ilusión de que si hubo un comportamiento inmoral, veremos si también ilegal, será un malentendido, no su responsabilidad.
Les falta decir que la culpa es de las botellas, que van provocando
Boris Johnson ha mentido repetidamente al pueblo británico en el escándalo de las fiestas en Downing Street durante el confinamiento. Empezó asegurando que no se había producido tal cosa y ya reconoce que incluso asistió a alguna de ellas, es decir, que se saltó su propia ley, la que restringía el contacto social en los peores momentos de la pandemia. Según el 'Times', no solo el primer ministro se niega a dimitir y asumir la responsabilidad de la crisis, sino que en las reuniones internas culpa a su equipo de no haberlo protegido.
Johnson alega que no sabía que se trataba de una fiesta, por más que estuviera llena de gente bebiendo alcohol. Dice que pensó que era una reunión de trabajo, lo que da una idea de cómo se trabaja durante su mandato. Para atajar el escándalo, el Gobierno británico ha anunciado que prohibirá el alcohol en Downing Street. Les falta decir que la culpa es de las botellas, que van provocando.
Abunda últimamente en las portadas un tipo de hombre poderoso que no se entera de lo que pasa a su alrededor y presume de ello con naturalidad. Es tendencia en Reino Unido y, como en España somos muy de importar modas anglosajonas, será mejor que andemos prevenidos. Los británicos tienen ahora mismo un primer ministro que asegura no saber diferenciar una reunión de trabajo de un botellón y un príncipe que no sabía que en las fiestas que organizaba su amigo pederasta había menores vulnerables explotadas sexualmente.