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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Los madrileños tendemos a pensar que la manera estándar de decir las cosas es la nuestra y lo demás son regionalismos, como si aquí no tuviéramos de eso. Tenemos mazo

Foto: Feria del Libro de Madrid en el Parque del Retiro. (EFE/David Fernández)
Feria del Libro de Madrid en el Parque del Retiro. (EFE/David Fernández)
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En Valencia el café con hielo hay que pedirlo del tiempo. Es así como lo llaman. Pida un café del tiempo y le traerán un café con hielo. Pida un café con hielo y le preguntarán si lo quiere del tiempo. No hay escapatoria. Diga en el Cabanyal café con hielo y le replicará la camarera: “¿Del tiempo?”. Usted, claro, se extrañará: “¿Del tiempo? No, no, con hielo”. Y así las veces que haga falta hasta que se rinda. La camarera no lo apuntará en la libreta hasta que efectivamente se lo pida del tiempo. A la tercera repregunta, la que sacó la libreta fui yo. Ella esperaba a tomar nota de los postres, yo una explicación. Lo llaman café del tiempo, me contó amablemente la camarera en cuanto nos rendimos las dos, porque se pide en verano, cuando hace calor. Volveré en invierno a ver qué pasa.

Foto: Las casetas y los bares de la Feria del Libro tienen su público un martes por la mañana (P.C.)

Los madrileños cuando viajamos por España tendemos a pensar que la manera estándar de decir las cosas es la nuestra y lo demás son regionalismos, como si aquí no tuviéramos de eso. Tenemos mazo. Un malentendido recurrente se daba, no sé si en tiempos de TikTok y Google Translator seguirá pasando, cuando alguien venía del norte a la capital y le pedía un 'cachi' al camarero. “¿Un mini?” “No, hombre, el grande”; “¡Pues eso, un mini!”. Nadie entiende por qué en Madrid los vasos más grandes se llaman minis. Mira que llevan años tratando de hacernos entrar en razón y no hay manera. Es igual de inútil que discutir con un sevillano que los chalecos no tienen mangas. Dónde está la RAE cuando se la necesita.

Pero el malentendido más bonito del mundo que se puede tener en Madrid es quedar para ir a la feria creyendo que es a bailar cuando aquí, ahora, si decimos que vamos a la feria es que vamos a por libros. La feria por excelencia de Madrid es la Feria del Libro. Es, con permiso de San Isidro, la feria más madrileña de todas. En la capital estos días no necesita apellido.

Foto: María Dueñas, en la Feria del Libro de 2021 en Madrid. (EFE/Naranjo)

Esta feria debe de ser de las pocas que reúne tantas multitudes que no quedan a comer ni beber, tampoco hay música. Ni siquiera hace falta arreglarse para dejarse ver un rato por ella. Se puede ir solo o acompañado, lo mismo da. Y lo más parecido a un traje típico que tiene estos días el Retiro es el de ‘runner’ contrariado por tanta aglomeración. En esta feria también hay casetas, como en la de Sevilla. Son 378 este año, pero en ellas no hay jamón ni manzanilla. Lo que hay dentro son libros y escritores pasando calores e ilusión. Y firmas, muchas firmas, sobre todo firmas. Más de 500 citas en dos semanas. Como novedad, en esta edición ya no está la megafonía que anunciaba las citas en las casetas como si en vez de firmar el escritor estuviera a punto de perder un avión.

Las firmas son como los caballitos en las demás ferias. El gancho para atraer a la gente. No solo firman escritores, también youtubers y cocineros de Masterchef. Se los diferencia porque estos últimos son los de las colas más largas. Aunque este año hasta los youtubers han dejado de sonar a novedad. Se ven envejecidos por los tiktokers, que también escriben o, por lo menos, firman. Y mientras las estrellas de las redes van cambiando sus formatos, por lo que no pasa el tiempo es por los libros en papel, que es lo que se celebra en esta feria sin vírgenes ni santos ni más patrón que la literatura.

Más de dos millones de personas pasaron por la Feria del Libro en 2019, la última edición de antes de la pandemia. En 2022 se espera que vengan aún más porque hay ganas de resarcirse, por fin, sin distancia social ni mascarilla. Además, como entre tanto confinamiento y cuarentena no ha habido más remedio que leerse los libros que quedaban en casa esta primavera toca renovar el fondo de armario.

En la Feria de Madrid no hay más que libros y firmas. Y gente buscando libros y firmas buscando gente. Ir a la feria es una maravilla. Como hace calor siempre se puede el lector parar a tomar un mini. O un café del tiempo.

En Valencia el café con hielo hay que pedirlo del tiempo. Es así como lo llaman. Pida un café del tiempo y le traerán un café con hielo. Pida un café con hielo y le preguntarán si lo quiere del tiempo. No hay escapatoria. Diga en el Cabanyal café con hielo y le replicará la camarera: “¿Del tiempo?”. Usted, claro, se extrañará: “¿Del tiempo? No, no, con hielo”. Y así las veces que haga falta hasta que se rinda. La camarera no lo apuntará en la libreta hasta que efectivamente se lo pida del tiempo. A la tercera repregunta, la que sacó la libreta fui yo. Ella esperaba a tomar nota de los postres, yo una explicación. Lo llaman café del tiempo, me contó amablemente la camarera en cuanto nos rendimos las dos, porque se pide en verano, cuando hace calor. Volveré en invierno a ver qué pasa.

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