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Cuando la inflación era de colores
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Cuando la inflación era de colores

Los bonobuses de diferentes tonos fueron un objeto imprescindible para los madrileños durante las dos últimas décadas del siglo pasado

Foto: Abonos transportes antiguos de la EMT.
Abonos transportes antiguos de la EMT.

A menudo a la inflación la llamamos ladrón invisible. Pero en los 80 la inflación era de colores. Del color del bonobús. Como cada vez que subían el precio del billete de diez viajes este cambiaba de color (y subían de precio cada pocos meses), de lo cara que se iba poniendo la vida nos enterábamos antes por la EMT que por el INE.

Los bonobuses de colores fueron un objeto imprescindible para los madrileños durante las dos últimas décadas del siglo pasado. Siempre los asociaré a mi abuelo. Al subirse al 31 siempre llevaba en una mano el billete de 10 y en la otra la mía. A los señores como él estos bonobuses siempre les sobresalían por la camisa porque eran demasiado grandes para la cartera. Y bastante peso llevaba la cartera ya con la inflación de la época.

Foto: Un joven espera a coger el Metro en Madrid. (EFE/Fernando Alvarado)

Cuando en 1979 se estrenaron en la capital aquellas cartulinas de colores con diez viajes que se picaban al subir al autobús, lo de la cancelación automática que sustituía al cobrador fue toda una innovación. Ese año el precio del bonobús empezó siendo de 105 pesetas. A mediados de 1985 ya costaba 300.

Aquel uno de enero de 1986 la EMT volvió a subirlo un 8,6%. Cuatro décimas más de lo que luego fue la inflación interanual ese año. Habían visto tantas veces cambiar de colores el bonobús en pocos años que a los conductores no les hacía falta escuchar a Miguel Boyer y Mariano Rubio para calcular que el precio de la vida se había triplicado mientras la máquina troqueladora mordía los billetes y marcaba con tinta la fecha del viaje.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este viernes en Bruselas tras participar en el Consejo Europeo. (EFE/EPA STEPHANIE LECOCQ)

A finales de los 90, desapareció ese bonobús de colores. Lo sustituyó un aséptico metrobús de color blanco mucho más pequeño. Ese blanco es también un símbolo. Con la inflación por fin estabilizada (un 1,4% en el 98), ya no hacían falta los colores para delatar las subidas de precio. Las nuevas bandas magnéticas automatizaban también la supervisión.

Han pasado 25 años de aquello, pero ahora que reaparece la inflación están desapareciendo los billetes. No va a quedar ni la tarjeta de plástico que ha servido en la última década para recargarlos. A partir del 2023 la comunidad planea implantar una app para que el billete de transporte sea enteramente digital y vaya dentro del móvil. Los billetes serán, como la inflación, invisibles.

Ya no podrán aparecer al invierno siguiente, como pasaba antes, olvidados en el bolsillo del abrigo, bonobuses del color caducado. A medida que vamos digitalizando el mundo, los testigos de la inflación se van ha siendo cada vez más etéreos.

Los bonobuses eran testigos cotidianos muy útiles para echar un cálculo rápido cuánto costaba la vida la temporada pasada. Lo mismo aparecían en un bolso que como marcadores de un libro y un cálculo rápido permitía poner el coste de la vida en contexto. A medida que los pagos se vuelven invisibles nos estamos quedando sin chivatos inesperados. Si estará alta la inflación que en vez de subir más el precio de los billetes algunos los van a poner gratis.

A menudo a la inflación la llamamos ladrón invisible. Pero en los 80 la inflación era de colores. Del color del bonobús. Como cada vez que subían el precio del billete de diez viajes este cambiaba de color (y subían de precio cada pocos meses), de lo cara que se iba poniendo la vida nos enterábamos antes por la EMT que por el INE.

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