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Misiles y purpurina: Eurovisión es política y Ucrania lo sabe
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Marta García Aller

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Misiles y purpurina: Eurovisión es política y Ucrania lo sabe

Homenajear a Ucrania, un año y medio después del comienzo de la guerra, no puede ser apolítico. Se trata de dar visibilidad a un país invadido que lucha para seguir existiendo

Foto: Semifinales de Eurovision 2023. (EFE/Adam Vaughan)
Semifinales de Eurovision 2023. (EFE/Adam Vaughan)
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No son los misiles Storm Shadow que Reino Unido va a enviar a Kiev lo que más va a dar que hablar de Ucrania este fin de semana. Es Eurovisión. Pero no dejen que el brilli brilli les confunda. Estamos ante un evento geopolítico de primerísimo nivel.

Con una audiencia que se espera que superen los 160 millones de espectadores, Eurovisión no es solo el evento no deportivo más visto del mundo. Esta edición es, además, la mejor oportunidad de Ucrania para recordarle a sus vecinos del continente la guerra que libra aquí al lado por su supervivencia, ahora que la atención de la opinión pública al conflicto estaba decayendo.

Eurovisión va a volver a ser mucho más que un evento musical. Es diplomacia cultural

Así que por más que la Unión Europea de Radiodifusión, las teles públicas organizadoras, presuma de que este concurso televisivo está diseñado para ser un evento apolítico, nunca han sido tan obvio que nada que exhiba tantas banderas puede serlo. Y por más empeño que pongan en mantenerse al margen, con una guerra en Europa, Eurovisión va a volver a ser mucho más que un evento musical. Es diplomacia cultural. Muy pop, bastante kitsch y extravagante a ratos, pero diplomacia al fin y al cabo.

Eurovisión será un escenario bastante más crucial de lo que parece. Con Kiev reclamando con urgencia más apoyo militar, las democracias europeas necesitan que el apoyo en la opinión pública de sus países no decaiga para que puedan seguir movilizando armas y presupuesto. El interés mediático en el conflicto ha decaído, pero el protagonismo de Ucrania en uno de los eventos que más atención acapara en todo el continente puede desempeñar un revulsivo de la solidaridad. Lo que se diga de Ucrania en Eurovisión será lo más parecido a un análisis geopolítico que va a llegar a mucha gente que vive ajena a las noticias.

La guerra ha impedido que Kiev sea anfitriona en esta edición, como le correspondía por ser la ganadora, y se celebra en Liverpool. Aun así, Ucrania será la protagonista como coorganizadora de la gala y podrá llenar la ceremonia de guiños a la cultura y las ciudades ucranianas. ¿Cómo se hace eso sin meterse en política cuando el país está siendo bombardeado?

Europa aprendió que cuando una potencia imperialista empieza a invadir a sus vecinos, no suele pararse en la primera conquista

Zelenski pidió dar un discurso en vídeo en la final de este fin de semana, pero los organizadores han vetado al presidente ucraniano con ese argumento de que Eurovisión es un espacio apolítico. O, por lo menos, lo intenta. El año pasado, cuando la organización se negó en un principio a expulsar a Rusia después de que en febrero invadiera Ucrania, la amenaza de boicot de varios países a participar si a Rusia no se le retiraba del concurso acabó por forzar la expulsión rusa. Esa fue la primera victoria ucraniana. La siguiente fue llevarse el trofeo, lo que también tuvo mucho que ver con la solidaridad con el país que despertó la invasión. Eso también es política, claro.

Cómo no iba a serlo si el grupo que ganó, el ucraniano Kalush Orchestra, necesitó un permiso especial para cambiar el frente por el escenario y vendió su trofeo de Eurovisión por 900.000 dólares para donárselos a las fuerzas armadas ucranianas y que pudieran comprar drones de combate. El millón y medio que ganaron en su gira lo han donado también al ejército ucraniano y a la reconstrucción de instituciones culturales en el país. El hip hop patrio convertido en arma de guerra. Este fin de semana volverán a actuar en Liverpool. En las entrevistas que están dando a toda la prensa europea no ocultan su deseo de que su país gane la guerra cuanto antes para poder organizar la gala en Kiev.

Además, Eurovisión existe desde 1956 con un objetivo específico: promover la unidad europea. Y la unidad europea desde que Rusia empezó la guerra significa inevitablemente la defensa frente a la invasión de Ucrania. Europa aprendió en sus propias costuras que cuando una potencia imperialista empieza a invadir a sus vecinos, si nadie le frena, no suele pararse en la primera conquista. Y, de Moldavia a Polonia, Putin inspira mucho temor.

Las bases del festival prohíben que las canciones incluyan consignas, pero la política siempre ha estado presente

Los artistas que participan en el concurso tienen prohibido expresamente promover intereses políticos. Las bases del festival prohíben que las canciones incluyan consignas, pero la política siempre ha estado presente. Por eso en las votaciones los países balcánicos suelen votarse entre sí; por eso también los países bálticos han ido virando de su favoritismo hacia Escandinavia, cuando antes solían votar por más por las ex repúblicas soviéticas; y Azerbaiyán ningunea a Armenia, igual que Grecia a Turquía, y viceversa. No puede no ser político un evento del que la Hungría de Viktor Orban se retiró hace tres años por considerarlo "demasiado gay".

Así que por más purpurina que se le eche, Eurovisión es política. Más política que nunca. Homenajear a Ucrania, un año y medio después del comienzo de la guerra, no puede ser apolítico. Se trata de dar visibilidad a un país invadido. Este fin de semana Ucrania va a volver a ser protagonista. Con o sin discurso de Zelenski, Eurovisión es su mejor oportunidad para recordarle a la opinión pública europea que está luchando una guerra en defensa propia para seguir existiendo. Con misiles y purpurina.

No son los misiles Storm Shadow que Reino Unido va a enviar a Kiev lo que más va a dar que hablar de Ucrania este fin de semana. Es Eurovisión. Pero no dejen que el brilli brilli les confunda. Estamos ante un evento geopolítico de primerísimo nivel.

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