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Descanse en paz la hemeroteca
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Descanse en paz la hemeroteca

Ese mundo peculiar y extraño en el que los conejos llevan chaleco y las contradicciones no importan, ya no es el del País de las Maravillas, sino el de este lado del espejo

Foto: La polarización en EEUU creció en la presidencia de Trump. (EFE/Jim Lo Scalzo)
La polarización en EEUU creció en la presidencia de Trump. (EFE/Jim Lo Scalzo)
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Como las cabinas, el efectivo y el cóctel de gambas, la hemeroteca va camino de pasar a la historia en el siglo XXI. Aunque más bien parece pasarle como al fijo, al teléfono fijo, algo que nunca termina de desaparecer del todo, sigue existiendo por inercia, por más que nadie le haga caso. Ahí anda la hemeroteca, que tuvo días de gloria. Seguimos presuponiéndole alguna utilidad más por tradición que por necesidad. Hace tiempo que dejó de ser útil, pero no terminamos de aceptar su defunción.

Igual que el fijo, la hemeroteca solía ser una referencia, una autoridad, incluso. Sacarle la hemeroteca a alguien, exponer sus incoherencias, solía valer como amenaza. Sin embargo, ante la sorprendente rapidez con la que metabolizamos lo inaudito, la hemeroteca se ha vuelto irrelevante. La realidad política se contradice tanto a sí misma y tan a menudo que ya no importa si alguna vez se dijo lo contrario a lo que se dice o hace ahora.

No solo la hemeroteca ya no sirve ni como amenaza, ni siquiera como simple curiosidad. ¿Que antes de las elecciones el Gobierno decía que la amnistía era anticonstitucional? ¿Que anteayer decía que no pactará con Bildu la alcaldía de Pamplona? ¿Que verse con Puigdemont era un tabú y ya están buscándole fecha? Y qué. Todo cambia todo el rato y la palabra caduca más rápido que los yogures.

Afear una contradicción va camino de convertirse en una extravagancia. La hemeroteca no sirve ya como argumento político, no porque olvidemos todo o porque ya no recordemos nada. Sino porque hacerlo da igual. Es parte de la velocidad de las cosas.

La realidad política se contradice tanto a sí misma que ya no importa si alguna vez se dijo lo contrario a lo que se dice o hace ahora

Como cuando Alicia dice que no puede "volver al ayer porque entonces era una persona diferente". Lo que se dijo o sucedió en el pasado ha dejado de importar porque vivimos en un presente siempre continuo. Y ese mundo peculiar y extraño en el que los conejos llevan chaleco y las contradicciones no importan ya no es el del País de las Maravillas, sino el de este lado del espejo.

¿Podemos tener una democracia saludable sin un conjunto de hechos compartidos? Se lo pregunta The Economist esta semana. Es un problema que tenemos en España, y que también tienen en Estados Unidos. Y los medios tenemos mucho que ver en ello. A medida que los ciudadanos se han ido refugiando en burbujas mediáticas que les dan todo el rato la razón en lo ideológico, y que los medios han ido aumentando su miedo a llevarle la contraria a la clientela, cada vez más gente vive en universos informativos distintos. Así, la capacidad de entenderse entre formas distintas de pensar es cada vez más difícil y la manera de complacer a los fieles es cada vez más fácil.

Foto: Gavin Newsom (i) y Nikki Haley (d).

Como decía nuestro compañero Argemino Barro para explicar el nivel de polarización a raíz de la presidencia de Trump, ya no es que derechas e izquierdas vean la realidad con distintos ojos. Es que la mitad de la gente está en una sala de cine viendo una película y la otra mitad está en otra sala de cine viendo otra. Y si ni nos ponemos de acuerdo en los hechos, o en la memoria de los hechos, no vamos a poder entendernos. La hemeroteca ha ido dejando de importar, en parte porque cada parte se ha esmerado en recordar solo lo que contradecía a la parte no afín.

Si la hemeroteca no importa, la mentira tampoco. Es más, lamentablemente, se ha demostrado mejor estrategia electoral. Ocultar a los votantes los futuros pactos que puedan desgastarles electoralmente antes de que vayan a votar, como ha hecho el PSOE con Bildu, ha dado más rédito en las urnas que mostrar impúdicamente en plena campaña las contradicciones, como hizo el PP casándose con Vox antes del 23-J en muchas autonomías. Honesto no es, pero para que eso suponga un desgaste en el futuro, la hemeroteca debería importar.

Más que sacar la hemeroteca a relucir en el presente, es el presente el que se va disecando a toda velocidad, como si fuera a tragárselo la historia, y antes de terminar de suceder ya lo hemos precintado, para llevarlo a un depósito lejano, como si fueran tres colmillos de rinoceronte recién incautados. Rápido, retiren estas contradicciones de circulación que ya están llegando otras nuevas.

Como las cabinas, el efectivo y el cóctel de gambas, la hemeroteca va camino de pasar a la historia en el siglo XXI. Aunque más bien parece pasarle como al fijo, al teléfono fijo, algo que nunca termina de desaparecer del todo, sigue existiendo por inercia, por más que nadie le haga caso. Ahí anda la hemeroteca, que tuvo días de gloria. Seguimos presuponiéndole alguna utilidad más por tradición que por necesidad. Hace tiempo que dejó de ser útil, pero no terminamos de aceptar su defunción.

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