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¿Y ahora la polarización por sexos?
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Marta García Aller

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¿Y ahora la polarización por sexos?

La retórica que sostiene que el feminismo está alterando el orden natural de las cosas y acusa a las políticas de igualdad de enfrentar a la sociedad está sirviendo para atraer votos a partidos ultraconservadores

Foto: Manifestación feminista en Barcelona. (Europa Press/Lorena Sopena)
Manifestación feminista en Barcelona. (Europa Press/Lorena Sopena)
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La separación ideológica entre hombres y mujeres jóvenes se está ampliando. Pasa también en España. No es nuevo que ellos sean más conservadores y ellas más dispuestas al cambio. Si acaso, como muestra el análisis de Marta Ley, lo que cambia es que la brecha ideológica se ha agrandado últimamente. ¿Pero por qué? En realidad, no hace falta que las opiniones políticas de ellas y ellos hayan cambiado sustancialmente para que crezca la brecha. Basta con que se hayan visibilizado más los asuntos que más discordia generan. Eso no quiere decir que el feminismo esté polarizando la sociedad, sino que al aflorar asuntos que hasta ahora no estaban en el debate público, aumentan los puntos de divergencia.

Como señala el politólogo Víctor Lapuente, lo que sí que ha cambiado radicalmente, lo que se ha ido rompiendo en las últimas décadas, es el monopolio del debate público que hasta hace no mucho tenían los hombres y, con la incorporación de más mujeres visibles en los puestos de poder, también se han hecho más visibles algunos debates y se ha acelerado la necesidad de tomar posiciones en ellos. No es que antes esas divergencias no existieran, pero seguramente estaban soterradas o se consideraban de menor interés en el Congreso de los Diputados, las tertulias y las políticas públicas.

Esto no solo le ha pasado a la derecha, también a la izquierda. Como recuerda Ramón González Férriz en su último libro, Los años peligrosos (Debate, 2024), en el primer programa electoral de Podemos, el de 2014, ni siquiera aparecía la palabra feminismo. Tampoco en el de 2015 ni en el de 2016. La cosa se aceleró a raíz del #MeToo. Y, en España, con el caso de la Manada. Y mientras los debates feministas estaban en un primer plano, también el antifeminismo iba creciendo como combustible polarizador.

La idea de que las políticas de igualdad ponen en peligro la capacidad de los hombres para tener éxito ha triunfado en los últimos años, sobre todo entre los movimientos más ultraconservadores. Y cuanto más consenso han ido generando las políticas de igualdad, más revolucionarios se ven a sí mismos los antifeministas. Como si ir contracorriente tuviera un efecto legitimador, que explica también buena parte del tirón entre los más jóvenes.

Foto: Ilustración: Emma Esser.
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Sin embargo, la brecha ideológica por sexos no solo crece entre los jóvenes. El resultado de las últimas elecciones generales no se entendería sin el rechazo mayoritario que el voto femenino dio a Vox y el efecto movilizador, sobre todo entre las mujeres, que tuvieron los pactos del PP con el partido de Abascal. El partido más elegido por las mujeres el 23-J fue el PSOE (31,2% en intención de voto), seguido del PP (25,4%), Sumar (12,9%) y, a bastante distancia, Vox (apenas 6%).

La preferencia de los hombres por Vox era más del doble en todas las categorías, según el Estudio metodológico sobre las tendencias de definición/decisión de voto a lo largo de la campaña electoral de julio de 2023. Esas 27.000 encuestas realizadas justo el día antes de los comicios revelaban también que crecía el contraste entre hombres y mujeres al preguntarles por qué partidos hacen las propuestas que más se aproximan al ideal de la sociedad española. El 46% de mujeres apostaba por la izquierda (frente al 41,4% de hombres) y por los partidos de derechas apostaba solo un 28,9% de mujeres (frente a un 35,5% de hombres).

La retórica que sostiene que el feminismo está alterando el orden natural de las cosas y acusa a las políticas de igualdad de enfrentar a la sociedad está sirviendo para atraer votos a partidos ultraconservadores. En España, además, el antifeminismo destaca como una de las banderas principales del argumentario de Vox, por encima del nacionalismo y la retórica antiinmigración. De ahí que el partido de Abascal, negacionista de la violencia de género y contrario al derecho al aborto, no solo no consiga seducir a las mujeres, sino que movilice el voto hacia la izquierda para evitar que llegue al poder. Esa es la paradoja. La extrema derecha crece con el antifeminismo, pero es también ser tan antifeminista lo que frena que pueda crecer más.

La separación ideológica entre hombres y mujeres jóvenes se está ampliando. Pasa también en España. No es nuevo que ellos sean más conservadores y ellas más dispuestas al cambio. Si acaso, como muestra el análisis de Marta Ley, lo que cambia es que la brecha ideológica se ha agrandado últimamente. ¿Pero por qué? En realidad, no hace falta que las opiniones políticas de ellas y ellos hayan cambiado sustancialmente para que crezca la brecha. Basta con que se hayan visibilizado más los asuntos que más discordia generan. Eso no quiere decir que el feminismo esté polarizando la sociedad, sino que al aflorar asuntos que hasta ahora no estaban en el debate público, aumentan los puntos de divergencia.

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