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Llega la imaginación artificial: lo último de OpenAI lo cambia todo, pero esta vez es distinto
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Marta García Aller

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Llega la imaginación artificial: lo último de OpenAI lo cambia todo, pero esta vez es distinto

De todas las cosas que está cambiando la inteligencia artificial, seguramente la más importante sea la percepción de la realidad. Y, sobre todo, de la irrealidad

Foto: Fotograma de un vídeo creado por Sora. (OpenAI)
Fotograma de un vídeo creado por Sora. (OpenAI)
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El escalofrío que sentimos todos los que nos dedicamos de un modo u otro a escribir cuando descubrimos ChatGPT está recorriendo ahora la espalda de la industria audiovisual. Lo último de Open AI es Sora, un modelo de inteligencia artificial capaz de crear vídeos hiperrealistas a partir de sencillas instrucciones de texto. Lo mismo se le puede pedir a la máquina que haga un clip de una chica paseando de noche por Tokio, que con dos golden retrievers haciendo un pódcast en medio de los Alpes o de un deportivo rojo recorriendo un bosque a vista de dron. Y en segundos este sistema crea una escena que parece sacada de una película de Nolan, de Pixar o de Tom Cruise.

Un mono jugando al ajedrez, un hámster vestido de Indiana Jones subido a un dragón volador, un mago lanzando un hechizo… Solo hay que echarle imaginación, que es una de esas palabras que los humanos vamos a tener que decidir pronto si compartimos o no con las máquinas. Si ya les prestamos inteligencia, a partir de ahora lo justo sería hablar también de imaginación artificial.

Ya lo habíamos visto con sistemas como Dall-e, que era capaz de generar imágenes a partir de instrucciones de texto. Pero el salto al vídeo con Sora es otro nivel. Es capaz de crear videos, de momento de hasta 60 segundos, con cualquier escena que se le pida. Entiende bastante bien cómo funciona el mundo, aunque a veces se equivoca. Pero cuando la pifia es aún más interesante. No pasa lo mismo con los textos. Ver un error sintáctico en ChatGPT no es tan entretenido como un vídeo que por error saca un pato que vuela hacia atrás o una silla que al desenterrarla en medio del desierto se desplaza sola. Hasta los errores de Sora tienen su gracia.

Menos gracia, claro, hace en el sector audiovisual el cambio más evidente que esto puede acelerar. En el mejor de los casos, impulsará los impulsos creativos de mucha gente, porque al fin y al cabo las instrucciones al sistema se las siguen dando humanos. En el peor, dejará sin trabajo a muchos montadores, dibujantes, técnicos de sonido, maquilladores, iluminadores y, por supuesto, actores. No solo en películas, también en la industria de videojuegos es una herramienta que lo cambia todo.

El cambio más importante

Sin embargo, no solo afecta a una industria. De todas las cosas que está cambiando la inteligencia artificial, seguramente la más importante sea la percepción de la realidad. Y, sobre todo, de la irrealidad. Eso a lo que los humanos llevamos siglos llamando creatividad, la capacidad de generar ideas nuevas y soluciones, va a cambiar necesariamente ahora que hay un sistema de IA interpretando nuestra imaginación que inundará la red de vídeos que ya no podremos saber si están hechos a mano o a máquina.

Todos vamos a generar videos inventados de cualquier cosa indistinguibles de la realidad. Nunca un vídeo sin más conocimientos que la propia imaginación ha sido tan sencillo y divertido como susurrarle a la máquina que haga un vídeo de un monstruo adorable acercándose a una vela. Y voilà. No, espera, mejor unos mamuts en la nieve. Más grandes. Y la cámara abajo. Espera, pero que sea un día soleado. Y con profundidad de campo. ¿A ver? Y que corran. Más deprisa.

Foto: Un fotograma de un vídeo creado con el nuevo modelo de inteligencia artificial Sora. (OpenAI)

Sora acelera tanto el cambio que, paradógicamente, puede ayudarnos a volver atrás. Al momento que ahora parece lejano en que aún internet le daba importancia al origen de los contenidos. Ver de un modo tan palpable que cualquiera podemos generar un vídeo que haga cualquier cosa por fin va a hacer palpable lo importante que es desconfiar de cualquier contenido que veamos circulando por la red si no es de una fuente confiable. Y curiosamente va a ayudarnos más a entenderlo el vídeo del hámster volando a lomos de un dragón verde que cualquier vídeo falso de Putin declarando una guerra nuclear.

Alertar de lo peligroso de los deepfakes no estaba funcionando. Sora es tan buena, es decir, tiene tanto potencial de generar el caos, que es exactamente lo que necesitábamos para terminar de hacernos a la idea de que en la era de los deep fakes y la inteligencia artificial no basta con ver u oír algo para creerlo.

Desde pequeñitos aprendemos a mentir con las palabras, sabemos que de ellas debemos desconfiar. Pero todavía decimos ver para creer porque si lo estamos viendo entendemos que no puede no ser cierto. Hasta ahora, claro. Entramos en una era en la que ver y oír algo no prueba que haya sucedido realmente. Nada como Sora para comprenderlo. Teníamos que verlo para creerlo.

El escalofrío que sentimos todos los que nos dedicamos de un modo u otro a escribir cuando descubrimos ChatGPT está recorriendo ahora la espalda de la industria audiovisual. Lo último de Open AI es Sora, un modelo de inteligencia artificial capaz de crear vídeos hiperrealistas a partir de sencillas instrucciones de texto. Lo mismo se le puede pedir a la máquina que haga un clip de una chica paseando de noche por Tokio, que con dos golden retrievers haciendo un pódcast en medio de los Alpes o de un deportivo rojo recorriendo un bosque a vista de dron. Y en segundos este sistema crea una escena que parece sacada de una película de Nolan, de Pixar o de Tom Cruise.

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