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Cuba avanzaría más sin zancadillas
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Juan Carlos Escudier

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Cuba avanzaría más sin zancadillas

Los movimientos en Cuba siempre son lentos, sobre todos los políticos. Lo comprendía así el propio Obama cuando en octubre del año pasado pedía a Zapatero

Los movimientos en Cuba siempre son lentos, sobre todos los políticos. Lo comprendía así el propio Obama cuando en octubre del año pasado pedía a Zapatero la mediación española en el deshielo de relaciones con la isla. “Decidle a las autoridades cubanas que comprendemos que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios”. Y los cambios parecen haber empezado, quizás no tanto por convencimiento sino por necesidad, en medio de la mayor crisis a la que se ha enfrentado el régimen en toda su historia.

Es evidente que algo se mueve, y la excarcelación de los 52 presos políticos del Grupo de los 75 que aún permanecían en las cárceles cubanas desde la Primavera Negra de 2003, puede ser interpretada como un paso trascendental. Habrá a quien le parezca un paso insuficiente, que lo es, pero también es innegable que de algunos acontecimientos que están teniendo lugar en Cuba no se conocían precedentes. Es insólito, por ejemplo, que el Gobierno haya recurrido a la Iglesia católica para abordar la cuestión de los presos de conciencia, en la que el tantas veces ridiculizado Miguel Ángel Moratinos ha jugado un papel trascendental. Y no menos sorprendente ha sido la autorización a un grupo opositor, como son las Damas de Blanco, para que realice protestas públicas por las calles de La Habana.

Sin duda en ello ha influido la huelga de hambre que llevó a la muerte a Orlando Zapata y la que casi acaba con la vida de Guillermo Fariñas, pero ambas circunstancias, con gran repercusión internacional, no hubieran hecho temblar el pulso del castrismo de no existir una voluntad previa de acabar con el inmovilismo. De hecho, en el campo de los Derechos Humanos se habían producido modestos avances. El primer paso, hace algo más de dos años, fue la decisión de conmutar a una treintena de presos la pena de muerte que les había sido impuesta por otras de 30 años o de cadena perpetua. Desde el fusilamiento en 2003 de tres hombres que habían secuestrado un barco con 50 pasajeros a bordo para llegar a Estados Unidos, Cuba no aplica la pena capital. O lo que es lo mismo, desde que Raúl Castro tomara las riendas del poder, y ello pese a su fama de duro entre los duros, no ha habido un solo ajusticiamiento.

No es el único dato que avalaría una cierta relajación en este campo. Según datos de la opositora Comisión de Derechos Humanos citados por el corresponsal de la BBC en La Habana, Fernando Ravsberg, a 30 de junio de este año se tenía documentada la existencia de 167 presos políticos -115 tras las excarcelaciones comprometidas-, en contraste con los 201 registrados en el semestre anterior. Más de allá de las liberaciones, excarcelaciones por motivos de salud o cumplimiento de las penas, la reducción se aprecia como una tendencia a no seguir procesando a disidentes. A ello habría que añadir la nueva política de acercamiento de presos a sus lugares de origen. Son pequeños cambios en la política de respeto a los Derechos Humanos, pero cambios al fin y al cabo.

 Menos liquidez que un banco

Por lo que respecta a la economía, los movimientos también son lentos, pero apreciables. “Hay que cambiar tantas cosas y tan complejas que no se puede caer en el apresuramiento y la improvisación”, reconocía el propio Raúl Castro en abril de este año en la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas. La situación ha ido empeorando a un ritmo vertiginoso. Si en 2008 fueron los huracanes, el año siguiente hubo que afrontar la caída en picado de los precios del níquel y el recorte de los ingresos procedentes de dos sectores claves como son el turismo y el tabaco. En este 2010 la isla asiste a su peor zafra azucarera desde 1905, un hecho que se ha llevado por delante a los ministros de Industria Azucarera y Agricultura, que se suman a las destituciones de los titulares de Transporte e Industria Ligera.

Con menos liquidez que un banco, el Gobierno se ha visto forzado a reducir las importaciones al mínimo y a reconocer que sobran un millón de empleados públicos, categoría que engloba al 90% de la población activa. Para aliviar la nómina del Estado, se han recurrido a las privatizaciones de pequeños establecimientos comerciales, como las cafeterías que cobran en pesos cubanos, y se ha entregado a sus empleados la administración de peluquerías y centros de belleza, cuyos titulares pagarán impuestos y podrán contratar trabajadores. Previamente, empezaron a concederse licencias de taxi y procedió a la entrega de 1,7 millones de hectáreas de tierras ociosas a particulares, lo que obligó a levantar la prohibición de las ventas privadas de alimentos.

Aun a esta pequeña escala, empieza a configurarse una modesta clase media, distinta a la nomenclatura del Partido Comunista, con ingresos muy superiores a los 400 pesos cubanos -alrededor de 11 euros-, que es el salario mensual medio de los cubanos. Ello explica que un cuarto de millón de personas corrieran a obtener un teléfono móvil cuando fueron autorizados, pese a los 200 dólares que costaba la conexión y el aparato, o que productos como motos eléctricas y ordenadores se agotasen nada más ponerse a la venta.

Bloqueo a golpe de talonario

Poco a poco, Cuba está dando pasos que deberían ser correspondidos finalmente con el levantamiento de un bloqueo, que es tan anacrónico como el propio castrismo, y que se mantiene en buena medida a golpe de talonario. A finales del pasado año, Public Campaign, un grupo que defiende la financiación pública de las campañas electorales en Estados Unidos, reveló que 400 políticos habían venido recibiendo desde 2004 alrededor de 11 millones de dólares para alimentar su rechazo a abrir la mano respecto a Cuba. Los principales beneficiarios eran lógicamente, los tres congresistas republicanos de Florida, un Estado que había resultado clave en la elección presidencial, así como el contrincante de Obama, John McCain.

El informe ponía de manifiesto, además, que tras el triunfo de Obama, habían aumentado espectacularmente las donaciones a demócratas por parte del lobby anticastrista, que se había mostrado tan convincente como para hacer variar la actitud hacia Cuba de 18 de estos políticos, que empezaron a apoyar el bloqueo después de recibir el sobre. Esto es lo que hace posible, por ejemplo, que siga siendo imposible viajar como turista a Cuba desde Estados Unidos, pese a que el 70% de la población está a favor de levantar dicha prohibición.

Posiblemente, la autorización de dichos viajes podría ser la respuesta de Washington al gesto de Raúl Castro con los presos políticos, una cuestión que está en debate en la Cámara de Representantes y que podría acelerarse, una fuente de ingresos considerable que aliviaría la terrible situación económica en la isla. Como la derogación de la Posición Común, que condiciona los intercambios comerciales a los avances democratizadores -algo que no se exige a ningún otro país- podría constituir la contrapartida de la UE, tal y como ha prometido Moratinos.

Cuba está en una encrucijada y es a los cubanos a los que corresponde decidir cuál será su camino. Si algo ha conseguido la presión del bloqueo y la asfixia económica del régimen ha sido su encastillamiento. El país y sus habitantes merecen la oportunidad de prosperar y evolucionar hacia un sistema de libertades del que han carecido. De momento, se ha abierto una ventana a la esperanza. De la inteligencia de algunos dependerá que no vuelva a cerrarse.

Los movimientos en Cuba siempre son lentos, sobre todos los políticos. Lo comprendía así el propio Obama cuando en octubre del año pasado pedía a Zapatero la mediación española en el deshielo de relaciones con la isla. “Decidle a las autoridades cubanas que comprendemos que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios”. Y los cambios parecen haber empezado, quizás no tanto por convencimiento sino por necesidad, en medio de la mayor crisis a la que se ha enfrentado el régimen en toda su historia.