Sin permiso
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Gisèle, gracias por demostrar la cultura de la violación
Gisèle es una heroína a la que nunca podremos agradecer lo suficiente que renunciara a un juicio anónimo para imponer en Francia el debate sobre el consentimiento
La tradición de algunos países de que las mujeres tomen el apellido de su marido siempre me ha parecido una pérdida de identidad para ellas y un símbolo de posesión de ellos. Por eso, en este artículo sobre el caso de violación más sádico de Francia, a la víctima la llamaré únicamente por su nombre de pila, Gisèle, porque nombrarla con el apellido de su violador y pseudo proxeneta me parece una falta de respeto para ella y su tragedia. Gisèle se merece no ser Pelicot, porque él pensó que era suya y por eso estuvo drogándola, violándola, ofreciendo su cuerpo y grabándola mientras otros la violaban.
Gisèle es una heroína a la que nunca podremos agradecer lo suficiente que renunciara a un juicio anónimo para imponer en Francia el debate sobre el consentimiento. Es una mujer de 72 años que se está sometiendo, a ella y a su familia, a un juicio público para que otras mujeres se animen a denunciar y, sobre todo, para que, de una vez por todas, la sociedad entienda que la única manera de tener sexo legítimo con una mujer es mediante el consentimiento. Gisèle ha declarado "mi vida ya está arruinada, ahora que valga la pena haciéndolo público". Lo mismo debió pensar la víctima de la manada de Pamplona en España. Porque en ambos casos, el debate público sobre el consentimiento vino precedido de una violación brutal a una mujer que conmocionó a la opinión pública. Aquí, el debate sobre el consentimiento fue a nivel político y legislativo. En Francia se está haciendo por vía judicial ante la negligencia de una clase política que no vela por los derechos de las mujeres. Me pregunto si Álvarez de Toledo no se avergüenza de sus palabras, ¿un silencio es un no? ¿De verdad van diciendo ustedes, sí, sí, sí? Porque es justo lo que argumentan los violadores de Gisèle para autoexculparse. Supongo que la diputada del PP no interpretaría el silencio de la víctima de Pelicot como un sí. A tiempo está de pedir disculpas.
Les confieso que cuando escribo estos párrafos me saltan las lágrimas de saber que en el tiempo que tardo en escribirlo, se ha violado, al menos, a una mujer. La última estadística afirma que en España se viola a una mujer cada dos horas. Así que dejemos de decir que son casos aislados y asumamos que vivimos en una cultura que protege a los violadores y que los alienta. En Francia, a raíz de este caso se ha publicado que solo el 1 % de los violadores son condenados y que el 91 % de los violadores son conocedores de la víctima. En España no es muy diferente. Porque la verdad es que el patriarcado ha educado a los hombres en el derecho de poseer a una mujer y a las mujeres en el sentimiento de culpa de pensar que algo habremos hecho para que un hombre nos viole; así que, avergüénzate, mujer.
Los argumentos de algunos de los 51 juzgados por violar a Gisèle para pensarse inocentes de esta atrocidad responden a la cultura machista que los educó. No son psicópatas, ni tienen ningún tipo de patología mental. En absoluto. Son hombres de entre 26 y 68 años con profesiones y perfiles socioeconómicos diversos. Esposos y padres de familia. Hombres que la sociedad considera normales. Porque, para una parte cada vez menos numerosa de la sociedad, que un hombre ofrezca a una mujer inconsciente para violarla es normal, porque si su marido lo permite, ellos no son unos violadores. Uno de los acusados llegó a decir que era una "violación involuntaria". Otro de los acusados no se reconoce como violador porque llegó a decir "que una violación es cuando coges a una mujer por la calle y la violas". La mayoría de ellos afirman que no sabían que estaba inconsciente, incluso un abogado afirmó que en uno de los videos se intuía una sonrisa, dando a entender que ella disfrutaba. Ninguno le ha pedido perdón. Ninguno. Porque ninguno de ellos considera que hayan hecho algo malo. Por eso lo hicieron.
Estas imágenes demostrarían las atrocidades de las que es capaz el machismo y aquellos que los justifican. Publíquense
La última polémica de este macrojuicio ha versado sobre la difusión de las imágenes de las violaciones, aquellas que incriminaron a más de 80 hombres y a Pelicot. Gisèle, que ha decidido inmolarse por todas las mujeres violadas del mundo, ha pedido que se emitan para que la sociedad vea las atrocidades de las que son capaces los violadores. Lo único que ha pedido, es que permitan que sus hijos salgan de la sala, para que no tengan que ver a su madre en esa posición de absoluta vulnerabilidad. Sin embargo, las defensas piden no difundir los videos por tratarse de "voyerismo criminal". El voyerismo criminal fue el de Pelicot, el sadismo criminal fue el de los violadores. De igual manera que las imágenes de los campos de concentración nazis demostraron al mundo las atrocidades de las que es capaz el ser humano, en mi opinión, estas imágenes demostrarían las atrocidades de las que es capaz el machismo y aquellos que los justifican. Publíquense.
Fueron diez años de violaciones bajo sumisión química que se publicitaban en una web que tenía más de 500.000 visitas al mes. Hagan la multiplicación y verán cómo hubo millones de hombres a los que se les ofreció una violación en Francia y no denunciaron nada. Y aún pensamos que la cultura de la violación no es mayoritaria. Además, Pelicot no tenía conocimientos para drogar a su mujer durante tanto tiempo, por ello, se sospecha que hay un enfermero involucrado; de nuevo otro hombre cómplice y ¿quién le suministró los fármacos? Gisèle durante esos 10 años estuvo afectada por problemas neurológicos y ginecológicos, pero nadie sospechó nada, ni investigó nada; porque el dolor de la mujer, algunas veces se minimiza, otras se cree imaginario y otras se considera algo normal; y, si no, que se lo digan a las que sufren de fibromialgia. Solo una sociedad enferma de machismo puede ver ante sus ojos cómo se violan a mujeres todos los días y no hacer nada. Repito, no es minoritario, por acción o por omisión, la cultura de la violación hoy prevalece sobre la cultura del consentimiento. ¿De verdad van ustedes diciendo sí, sí, sí todo el rato?
Este juicio es tremendamente importante en Francia, como lo fue el caso de la manada en España para legislar en torno a la figura del consentimiento. La defensa del caso Pelicot argumenta que "sin intención de cometer una violación, no es violación" poniendo al hombre como el único sujeto de derecho. Sin embargo, el consentimiento sitúa a la mujer en el centro de la acción, permitiéndole que elija si quiere o no mantener relaciones sexuales. En la sociedad de la cultura de la violación nosotras no tenemos derecho a negarnos, en la del consentimiento, sí. Los violadores, los agresores sexuales, hoy siguen actuando porque la sociedad los ampara, porque saben que tienen la impunidad de una educación que a ellos les da derechos y a nosotras solo nos permite sumisión y vergüenza. Gisèle dijo "A todas esas víctimas, quiero decir hoy, mirad a vuestro al rededor, no estáis solas". Yo le quiero dar las gracias a esta mujer y a todas las que un día denunciaron sobreponiéndose al dolor, a la revictimización y a la culpa, porque la vergüenza, gracias a ella, está cambiando de bando.
La tradición de algunos países de que las mujeres tomen el apellido de su marido siempre me ha parecido una pérdida de identidad para ellas y un símbolo de posesión de ellos. Por eso, en este artículo sobre el caso de violación más sádico de Francia, a la víctima la llamaré únicamente por su nombre de pila, Gisèle, porque nombrarla con el apellido de su violador y pseudo proxeneta me parece una falta de respeto para ella y su tragedia. Gisèle se merece no ser Pelicot, porque él pensó que era suya y por eso estuvo drogándola, violándola, ofreciendo su cuerpo y grabándola mientras otros la violaban.
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