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Una aproximación pesimista a todo lo que está saliendo mal con Ucrania (y con Rusia)
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Ángel Villarino

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Una aproximación pesimista a todo lo que está saliendo mal con Ucrania (y con Rusia)

La narrativa entusiasta de la última semana está dejando fuera del análisis cosas que ocurren en todo el planeta. Las cámaras de eco podrían ocultar una realidad mucho más incómoda

Foto: Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las inmediaciones de Kiev. (EFE/Alisa Yakubovych)
Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las inmediaciones de Kiev. (EFE/Alisa Yakubovych)
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El ejército y el pueblo ucraniano resisten mejor de lo que nadie esperaba, Zelenski se ha convertido en un icono mundial de la libertad, miles de personas se manifiestan en San Petersburgo y Moscú contra Putin, la Unión Europea reacciona unida como no lo había hecho nunca, las sanciones parecen lo suficientemente contundentes como para poner de rodillas a la economía rusa, Alemania da un giro histórico a su política de Defensa, Ursula von der Leyen gana altura y Josep Borrell enardece al Parlamento Europeo con un discurso enérgico y sin eufemismos. Incluso alguien como Ahmadineyad sale a condenar los bombardeos de Putin.

Esta ha sido la narrativa de la última semana y todos son hechos comprobados. Pero es posible que nos estemos dejando llevar por el entusiasmo, que estemos metidos en la última figurita de ese juego de 'matrioshkas' (perdón por la metáfora fácil) que son las cámaras de eco. Del interior del ecosistema de los medios anglosajones sale el de los españoles. Y de este, la emoción transformada en opinión en las redes sociales.

Hagamos un ejercicio de pesimismo, un viaje por todo aquello que no está apareciendo en la foto. Podemos empezar en Serbia, donde ha habido estos días manifestaciones a favor de Rusia y donde el presidente, Aleksandar Vucic, decía lo siguiente en una entrevista televisada pocas horas antes del inicio de la invasión: "Serbia ha entrado en la senda europea y siempre ha respaldado la integridad de Ucrania, pero al mismo tiempo un 85 por ciento de nuestra población apoyará siempre a Rusia, independientemente de lo que ocurra. Estos son los hechos con los que me enfrento como presidente".

Putin ha intensificado la represión, la censura y la propaganda hasta límites que no se habían visto desde la caída de la URSS

La credibilidad de Vucic es la que es y la idiosincrasia serbia está marcada por su historia reciente, pero es cierto que Vladímir Putin cuenta con un apoyo mayoritario entre la población de un país europeo plagado de tabloides nacionalistas pero abierto al 'soft power' occidental. Es un caso en un tubo de ensayo, pero demuestra que Rusia puede imponer su relato sin tener tropas sobre el terreno. Algo parecido sucede en varias naciones de Latinoamérica, de Oriente Medio, del subcontinente indio y de África. Por no hablar de China. Sus cámaras de eco y sus climas de opinión son estos días muy diferentes a los nuestros. Tuiteros afines al presidente Andrés Manuel López Obrador escriben en México cosas que nadie en su sano juicio se atrevería a escribir en Madrid.

También convendría detenerse en lo que está pensando y sintiendo el pueblo ruso. La cuenta atrás ha comenzado y las sanciones van a tener un efecto devastador sobre su economía. Habrá problemas con los bancos, problemas con las aerolíneas, problemas con el comercio, problemas con las empresas, problemas con las cadenas de suministro… Sufrirán las fortunas de los oligarcas, pero sobre todo se va a colocar en el abismo a millones de familias.

Es muy difícil saber cómo va a reaccionar la población cuando se produzca el impacto. Putin ha intensificado la represión, la censura y la propaganda hasta límites que no se habían visto desde la caída de la URSS y que lo homologan con países como China. Han tumbado Facebook y Twitter, han cerrado Eco de Moscú y Dozhd (los dos medios independientes que quedaban) y han establecido penas de hasta 15 años de prisión por difundir informaciones sobre la guerra que contradigan el mensaje oficial, provocando la salida de medios internacionales como Bloomberg o la BCC. Mientras aquí nos levantamos el viernes informando de un ataque de Putin a la mayor central nuclear de Europa, los medios rusos hablan de un intento de hacerla volar por parte de extremistas ucranianos de extrema derecha. "La propaganda es muy fuerte y de las sanciones de Crimea, por ejemplo, el gobierno salió reforzado porque promovieron la producción agrícola nacional y desarrollaron una industria agroalimentaria", comenta una fuente con años de experiencia en el terreno.

La mayoría de los expertos creen que Putin puede resistir el envite y que es poco probable que sea arrollado por las protestas populares

Es muy complicado saber cuál es el humor real de la población rusa. Los sondeos del Levada-Center, considerado una fuente fiable en la UE y un "agente extranjero" en Rusia desde 2016, no se han actualizado desde el inicio de la invasión. El último sondeo, de febrero de este año, situaba en un 71 por ciento la popularidad de Putin, habiendo escalado doce puntos desde el punto más bajo registrado en la primavera de 2020, durante el inicio de la pandemia. En las grandes ciudades la oposición es más fuerte (en Moscú, Navalny consiguió el 30 por ciento de los votos la última vez que pudo presentarse), pero todo parece indicar que incluso allí sigue siendo minoritaria. Hay dictaduras perpetuadas en el tiempo con ratios mucho más bajas que esas.

La mayoría de los expertos creen que Putin puede resistir el envite y que es poco probable que sea arrollado por las protestas populares. "Un complot interno sería la única salida. Pero para llegar a ese punto tiene que haber mucha asfixia, porque la camarilla de Putin no tiene incentivos para arriesgarse demasiado y porque él es desconfiado por naturaleza y formación".

No se puede descartar tampoco que las sanciones, la propaganda y los cadáveres de los soldados rusos envueltos en banderas acaben cohesionando a los rusos alrededor del dictador. De hecho, es lo que suele ocurrir en estos casos, sobre todo en las primeras fases de 'shock'. Así ha sucedido en el pasado en Irán, en Cuba, en Venezuela, en Corea del Norte y en decenas de experimentos parecidos. Lo complicado, de hecho, es encontrar excepciones a la regla. Es verdad que la extrema dureza del castigo podría hacer mella entre las clases medias y altas rusas de un país culturalmente cercano a Occidente, pero está todo por ver.

Sería prudente frenar el entusiasmo porque la partida va a ser larga y muy dura

Y luego está China, país que sigue ofreciendo mensajes ambiguos, pero cuya actitud ha conseguido definir esta semana una fuente gubernamental consultada en Pekín bajo anonimato por el 'Financial Times'. Habla de "neutralidad prorrusa". Es evidente la incomodidad del Partido Comunista Chino ante la carnicería de Ucrania y el aventurerismo de Putin, pero Rusia no va a tener más remedio que arrojarse en sus brazos por supervivencia, lo que consolidaría un cambio de ciclo histórico en el continente.

Probablemente, no haya sobre la mesa ninguna carta mejor que la que está jugando la Unión Europea. Pero sería prudente frenar el entusiasmo porque la partida va a ser larga y muy dura. Nos esperan muchas sorpresas todavía.

El ejército y el pueblo ucraniano resisten mejor de lo que nadie esperaba, Zelenski se ha convertido en un icono mundial de la libertad, miles de personas se manifiestan en San Petersburgo y Moscú contra Putin, la Unión Europea reacciona unida como no lo había hecho nunca, las sanciones parecen lo suficientemente contundentes como para poner de rodillas a la economía rusa, Alemania da un giro histórico a su política de Defensa, Ursula von der Leyen gana altura y Josep Borrell enardece al Parlamento Europeo con un discurso enérgico y sin eufemismos. Incluso alguien como Ahmadineyad sale a condenar los bombardeos de Putin.

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