Takoma
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Lo que los resultados de las elecciones 'midterm' nos dicen sobre el futuro de Trump en EEUU
Su gran rival para la carrera presidencial, Ron DeSantis, ha arrasado en el estado de Florida. Mientras tanto, han pinchado varios de los candidatos a los que Trump arropó personalmente
La idea de que solo un ‘trumpista’ puede acabar con Donald Trump lleva tiempo cuajando en los análisis políticos estadounidenses. Se trata de admitir lo evidente: que el Grand Old Party nunca va a volver a lo que fue antes de la irrupción del magnate, que los tiempos de John McCain y la dinastía Bush están enterrados para siempre. La versión optimista de todo esto es que un candidato que recoja abiertamente el legado de Trump podría incluso templar el tsunami antidemocrático y pacificar el partido.
El ‘trumpista’ mejor posicionado para conseguir lo anterior es seguramente Ron DeSantis, gobernador de Florida, y gran vencedor de las elecciones de medio mandato celebradas este martes. El recuento parece confirmar que la ‘ola roja’ republicana se ha quedado a medias en todos sitios, menos en su feudo. DeSantis ha arrasado en su reelección como gobernador hasta el punto de que ha ganado incluso en el condado de Miami-Dade, un bastión demócrata donde el último republicano que logró más votos que su rival fue nada menos que Jeb Bush… hace 20 años.
Se ha especulado mucho sobre si DeSantis se decidirá a plantar cara o no a Trump en las próximas semanas, cuando empezarán a presentarse en público los contendientes a la nominación republicana. Las expectativas electorales de los candidatos más alineados con el expresidente en estas mid-term parecían inclinar la balanza hacia el magnate. De hecho, algunos analistas en Washington sugerían desde principios de mes que DeSantis estaba pensando seriamente en no presentarse. “Probablemente, espere hasta 2028 para no cabrear a su mentor y llegar con el camino expedito”, aventuraban.
Los vientos, sin embargo, parecen soplar ahora hacia el otro lado: este martes han pinchado varios de los candidatos a los que Trump había arropado con más entusiasmo. Han tropezado, por ejemplo, en la carrera por los estados de Pennsylvania, Illinois o Maryland (donde los demócratas han recuperado el gobierno con un candidato afroamericano). O en el tercer distrito de Michigan para la Casa de Representantes. Los republicanos se presentaron en todos estos sitios con candidatos entusiastas con su expresidente y que abrazaban con más o menos entusiasmo la teoría de que Joe Biden es un presidente ilegítimo que llegó al poder mediante el pucherazo.
Si DeSantis decide finalmente plantar cara, algunos sondeos le colocan por primera vez en cabeza. El último, elaborado por Data for Progress, le da dos puntos de ventaja en la carrera (44%, frente al 42% del magnate neoyorkino). Al preguntar a los encuestados qué candidato les gustaba más, DeSantis superaba a Trump 81% contra 62%. Y al interrogarles por sus preferencias excluyendo a los otros diez en las quinielas, el gobernador de Florida vencía al expresidente por un margen de once puntos. Es solo una encuesta de tantas, y estas carreras no suelen acabar como empiezan, pero sin duda van a espolear las ambiciones del gobernador de Florida. Tras los resultados del martes, gana fuerza la sensación de que Trump resta más que suma, algo que han verbalizado ya otros de sus antiguos socios, como Paul Ryan.
Que Trump se haya convertido en alguien radiactivo, no significa que su legado se desvanezca, o que sus ideas pierdan fuelle. En muchos rubros, DeSantis, 'trumpista' de primera horneada, no es muy diferente al expresidente. De hecho, ha construido su popularidad llevando al paroxismo algunas de las provocaciones ‘trumpistas’ que más encienden a los demócratas. En materia de inmigración, por ejemplo, se ha mostrado tan duro o más que su mentor. Fue un defensor a ultranza de relajar las restricciones anticovid para revitalizar la economía y ha entrado de lleno en las guerras culturales, manteniendo un discurso frontal y beligerante contra el activismo ‘woke’. Sus políticas antiLGBT en Florida han desatado la ira de los activistas, poniéndolo en el centro de la escena. El posicionamiento y la popularidad de DeSantis ha enfurecido a Trump en más de una ocasión, hasta el punto de que ya tiene su propio mote. En un mitin de Pensilvania, lo llamo ‘Ron Sanctimonious’ y se burló de los datos de una encuesta en la que aparecía particularmente débil.
Otra de las grandes bazas del gobernador de Florida es que ha conseguido conectar con el grupo demográfico más pujante y cambiante del país: el voto latino. Los demócratas pensaron durante años que era un voto cautivo, más todavía con la agresividad de Trump en el debate migratorio y la criminalización de los mexicanos y centroamericanos. Pero el espejismo se ha desvanecido y las cosas están cambiando deprisa. El posicionamiento ante el covid, la deriva ‘woke’ y la crisis económica que afecta con particular dureza a sus negocios está transformando drásticamente el posicionamiento político de muchas comunidades latinas asentadas (que son las que votan).
Si DeSantis consigue hacer en lugares como Arizona, Nuevo México o Texas lo mismo que ha logrado en Florida, sus opciones de hacerse con la presidencia se disparan. No se puede dar por hecho, ya que los cubanos, puertorriqueños y colombianos del Sunshine State no siempre votan igual que mexicanos y centroamericanos. Pero puede ser un patrón de éxito. Recordemos que la población latina ha pasado de menos de diez millones (1970) a más de 62 millones. Y que en las últimas elecciones aportaron ya más votantes que los afroamericanos.
La idea de que solo un ‘trumpista’ puede acabar con Donald Trump lleva tiempo cuajando en los análisis políticos estadounidenses. Se trata de admitir lo evidente: que el Grand Old Party nunca va a volver a lo que fue antes de la irrupción del magnate, que los tiempos de John McCain y la dinastía Bush están enterrados para siempre. La versión optimista de todo esto es que un candidato que recoja abiertamente el legado de Trump podría incluso templar el tsunami antidemocrático y pacificar el partido.