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"Querida Giorgia": Sanchez mata a la peligrosa ultraderecha a besos
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Ángel Villarino

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"Querida Giorgia": Sanchez mata a la peligrosa ultraderecha a besos

No hay nada extraño en darse la mano y mantener la cordialidad con un presidente en tus antípodas ideológicas. Lo que chirría es todo lo anterior: la hipérbole alimentada como baza electoral

Foto: El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez (i), y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/EPA/Riccardo Antimiani)
El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez (i), y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/EPA/Riccardo Antimiani)
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Lanzarse a la yugular de un presidente cuando estrecha la mano de otro presidente en sus antípodas ideológicas es un ejercicio muy barato. Ahí están las fotos de José María Aznar con Fidel Castro, las de María Dolores de Cospedal hermanando al PP con el Partido Comunista chino, las de José Luis Rodríguez Zapatero con Putin, Berlusconi, Netanyahu, Gadafi, el rey Abdalá o Kaczynski, y las de Mariano Rajoy con Nazarbáyev o el propio Xi Jinping. No se libra nadie y, si lo hiciese, si alguien colocase la rigidez ideológica por encima de la relación bilateral entre dos países, estaría cometiendo una grave irresponsabilidad. La diplomacia consiste en tender puentes, no en destruirlos.

Pero es imposible no levantar una ceja cuando Pedro Sánchez sale satisfecho de una "reunión provechosa" con el mismísimo demonio y cuando se refiere a Belcebú como "querida Giorgia". Lo digo porque hasta hablando de inmigración parecían estar en sintonía y totalmente de acuerdo Sánchez y Meloni. La escena es incómoda de ver incluso bajo los estándares Sánchez de coherencia. En la hemeroteca hay infinidad de muestras de hasta dónde ha llevado el presidente las hipérboles sobre la extrema derecha, también en el extranjero, por ejemplo ante Macron, vistiendo con los tintes épicos de la geopolítica su estrategia electoral. Elevando a batalla del bien contra el mal la amenaza de que, si cae su Gobierno, se cuela el monstruo fascista en la Moncloa de la mano del PP.

Foto: Pedro Sánchez y Giorgia Meloni en el Palazzo Chigi. (Reuters/Remo Casilli)

Hace menos de tres meses, ante un auditorio internacional en Davos, Sánchez pronunció que los demócratas tienen el deber de combatir a la ultraderecha en Europa "con la misma determinación con la que los ucranianos combaten a los soldados rusos, aunque con armas diferentes". Ahora parece que esas "armas diferentes" a las que se refería el presidente están hechas de cariño. Luchemos como luchan los ucranianos contra la ultraderecha, matémosla a besos.

La incomodidad, por cierto, era mutua. Meloni, que no quiso rueda de prensa conjunta, también ha utilizado el espantajo de Sánchez más de una vez, poniéndolo como ejemplo de mandatario que, en su propia versión maniquea de las cosas, representa todos los fantasmas que ella ha venido a exorcizar. Fuentes del Gobierno italiano explicaban que la visita era importante y que ha servido, de paso, para ofrecer otra señal de estabilidad y normalidad en Europa. "Son dos líderes muy diferentes, pero era inevitable, todavía más cuando España ocupará pronto la presidencia europea". La prensa italiana, que a la hora de redactar este artículo estaba pasando de puntillas por el encuentro, centró sus críticas en el hecho de que no se hubiese permitido preguntar a los periodistas al finalizar el encuentro.

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune. (EFE/Filipo Attili)

Estos baños de realismo se suelen interpretar subrayando el cinismo de la política exterior y el triunfo de la realpolitik. Pero quizás es más oportuno darle la vuelta al razonamiento. Cuando hay cosas importantes en juego, se caen las caretas de la polarización, del enfrentamiento continuo y la hipérbole electoralista. Y menos mal. El día que eso cambie, vamos a tener muchos más problemas.

Lanzarse a la yugular de un presidente cuando estrecha la mano de otro presidente en sus antípodas ideológicas es un ejercicio muy barato. Ahí están las fotos de José María Aznar con Fidel Castro, las de María Dolores de Cospedal hermanando al PP con el Partido Comunista chino, las de José Luis Rodríguez Zapatero con Putin, Berlusconi, Netanyahu, Gadafi, el rey Abdalá o Kaczynski, y las de Mariano Rajoy con Nazarbáyev o el propio Xi Jinping. No se libra nadie y, si lo hiciese, si alguien colocase la rigidez ideológica por encima de la relación bilateral entre dos países, estaría cometiendo una grave irresponsabilidad. La diplomacia consiste en tender puentes, no en destruirlos.

Pedro Sánchez Noticias de Italia
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