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"Televisión de la buena", un show orquestado para humillar a Zelenski
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Ángel Villarino

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"Televisión de la buena", un show orquestado para humillar a Zelenski

El presidente, flanqueado por su vicepresidente J.D. Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio, humillaron al líder ucraniano delante de todo el planeta. El show más crudo del "Beethoven de la era Twitter"

Foto: El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, abandona la Casa Blanca después de su encuentro con Donald Trump. (EFE/EPA/Shawn Thew)
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, abandona la Casa Blanca después de su encuentro con Donald Trump. (EFE/EPA/Shawn Thew)
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"Esto va a ser televisión de la buena. Ya lo creo". Con estas palabras despidió Donald Trump este viernes la comparecencia con Volodímir Zelenski y esa fue probablemente la frase más descriptiva de todo el encuentro. El presidente, flanqueado por su vicepresidente J.D. Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio, humilló al líder ucraniano delante de todo el planeta. Le gritaron a la cara y le exigieron que diese las gracias por estar allí. Es fácil imaginar la cara de Vladímir Putin mientras disfrutaba del espectáculo. Un linchamiento coordinado contra un hombre que lleva tres años en guerra, y en el que intervino incluso uno de los propagandistas más lacerantes de la corte trumpista, Brian Glenn -pareja de Marjorie Taylor Greene-, quien trató de hacer perder los nervios a Zelenski con una patada dialéctica en la espinilla en el turno de preguntas: recriminando de malos modos que a la Casa Blanca no se viene sin traje.

El show, que se está publicitando como una muestra de la falta de respeto de Zelenski a pesar de que el ucraniano no dijo nada que no haya repetido en todas sus comparecencias, cumplió seguramente varios propósitos. El más evidente es destruir al presidente ucraniano, descartándolo como interlocutor válido y tentando a la élite militar de su país a abrir un desestabilizador proceso de reemplazo. El castigo contra Zelenski, su salida del gobierno con las orejas gachas o los pies por delante, ha sido desde hace años uno de los requisitos de Putin para sentarse a negociar la paz. El segundo propósito evidente es mostrar quién manda aquí, poner de rodillas a la única persona que se había atrevido a elevar el tono en estos primeros meses de mandato; dejar claro que los términos para la paz los van a definir entre Estados Unidos y Rusia, de potencia a potencia.

El tercero es la sed de venganza (y esto se lo dijeron a Zelenski explícitamente en mitad de la bronca) por haber participado en un mitin de Biden en Pennsylvania y haber jugado más de lo prudente el juego demócrata. El cuarto propósito del tándem Trump-Vance es mostrar a su electorado cómo se van a hacer las cosas en los Estados Unidos de América a partir de ahora, cuáles son las prioridades. Y cómo suena el lenguaje de la fuerza bruta frente a toda esa chusma que cree que puede ir a la Casa Blanca chapurreando inglés a decir lo que piensa. Lo hacen porque están seguros de que van a aplaudírselo.

De hecho, al ver la escena resuenan las palabras de Martin Gurri, un exanalista de la CIA que se autopublicó un libro (The Revolt of the Public) muy popular durante el primer mandato de Trump. Gurri dice que Trump es el "el Beethoven de la era Twitter", el político que mejor ha entendido la música de la comunicación de la era digital, una era en la que el caos y los escándalos no solo no destruyen carreras políticas, sino que resultan indispensables para construirlas. La idea se ha repetido muchas veces desde que la publicó y ya no resulta demasiado novedosa, pero el autor la ha acompañado de un corpus teórico que suena cada vez más convincente. Gurri sostiene que las élites actuales, las del orden tecnocrático, son peores que las de otras épocas. Pero no tanto por su incompetencia, sino porque operan con una mentalidad comunicativa encorsetada y obsoleta; porque aún piensan que pueden controlar los marcos narrativos con las estrategias tradicionales.

En el siglo XX, dice el exagente de la CIA, presidentes como Roosevelt, Kennedy o Reagan entendieron el poder de los medios de masas y aprendieron a utilizarlos para su beneficio. Ahora hay una herramienta mucho más disruptiva y poderosa, pero las élites aún no han logrado hacerse con ella, no han conseguido dominar el ecosistema digital y por eso hemos entrado en una etapa de enorme zozobra. Gurri, que dedicó media vida a leer periódicos extranjeros para hacer informes de inteligencia, asegura que en la era preinternet los medios de comunicación tenían el control absoluto de la información. Bastaba con leer un par de periódicos influyentes para entender el humor de un país. Ahora, sin embargo, la revolución digital ha logrado fragmentarlo todo, permitiendo que cualquier individuo desafíe las narrativas oficiales, ya sea para exponer los errores de las instituciones o para inventárselos.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, junto al estadounidense, Donald Trump. (Reuters/Nathan Howard)

Esto ha provocado una erosión de la confianza en los medios y ha favorecido un sistema donde el escepticismo y la confrontación son la norma; y donde cualquier voz puede hacerse escuchar. Y como ningún gobierno ha logrado estabilizar este nuevo paradigma caótico, las crisis políticas y los cambios de liderazgo están ocurriendo a una velocidad cada vez mayor, generando un efecto de "ricochet". Esto explicaría, dice Gurri, el paso de Bush a Obama, de Obama a Trump, la reacción del movimiento de resistencia, el ascenso del wokismo, la llegada de Biden y, finalmente, el resurgimiento de Trump en 2024. “La política se ha convertido en un proceso de ensayo y error en el que la sociedad busca una figura capaz de navegar esta nueva realidad. Sin embargo, hasta ahora, nadie ha logrado dar con la fórmula para estabilizar el sistema”.

Gurri cree que, gracias a su experiencia en televisión durante años, Trump es el que mejor se mueve en este nuevo mundo de escándalos y pasiones. Y resulta que Zelenski, cómico y actor de profesión, es otro maestro del nuevo paradigma comunicativo y se ha valido de ello durante muchos años, sacando de quicio a sus rivales y al propio Putin.

Foto: Volodímir Zelenski y Donald Trump en el Despacho Oval. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)

Por cierto, Gurri votó por Donald Trump el noviembre pasado. No lo había hecho antes, no simpatiza demasiado con él, ni tampoco con los republicanos. Pero, por rocambolesco que parezca, cree que puede ser quien devuelva el equilibrio a la fuerza. Trump Skywalker. O, al menos, el que encuentre el secreto para acabar con esta espiral de inestabilidad que puede destruirnos. En esto último, y viendo lo de este viernes, resulta difícil estar de acuerdo.

"Esto va a ser televisión de la buena. Ya lo creo". Con estas palabras despidió Donald Trump este viernes la comparecencia con Volodímir Zelenski y esa fue probablemente la frase más descriptiva de todo el encuentro. El presidente, flanqueado por su vicepresidente J.D. Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio, humilló al líder ucraniano delante de todo el planeta. Le gritaron a la cara y le exigieron que diese las gracias por estar allí. Es fácil imaginar la cara de Vladímir Putin mientras disfrutaba del espectáculo. Un linchamiento coordinado contra un hombre que lleva tres años en guerra, y en el que intervino incluso uno de los propagandistas más lacerantes de la corte trumpista, Brian Glenn -pareja de Marjorie Taylor Greene-, quien trató de hacer perder los nervios a Zelenski con una patada dialéctica en la espinilla en el turno de preguntas: recriminando de malos modos que a la Casa Blanca no se viene sin traje.

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