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Antonio Romero, el ‘monarca’ de los galgos
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Agustín Rivera

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Antonio Romero, el ‘monarca’ de los galgos

A las 23.15 horas del sábado, la pista de galgos nocturna de Humilladero (Málaga), la más moderna de España, recibe la visita de Antonio Romero, azote

Foto: Antonio Romero, el ‘monarca’ de los galgos
Antonio Romero, el ‘monarca’ de los galgos

A las 23.15 horas del sábado, la pista de galgos nocturna de Humilladero (Málaga), la más moderna de España, recibe la visita de Antonio Romero, azote del Felipismo en la Izquierda Unida de Julio Anguita. Autoretirado de la política activa (la medicación minimiza el incipiente parkinson que padece), Romero vive en este pueblo de 3.300 habitantes de la comarca de Antequera y se dedica, además de a impulsar la III República, a cuidar de su nieta Candela y sobre todo a pasear a sus galgos, su gran afición. También da conferencia y prepara libros.

En la calle Cádiz de Humilladero se compró hace 28 años su casa de campo, frente a la de sus padres, donde a partir de las 22 horas organizan una barbacoa a la que acuden más de 20 familiares. Algunos, como su hijo Antonio, están más pendientes de vibrar con el gol de Leo Messi frente al Sevilla que con las croquetas de pollo caseras y los chorizos que tardan en llegar a la mesa.

La salita del hogar de Romero, nacido en 1955, homenajea a Dolores Ibarruri (La Pasionaria). También hay una reproducción de Alberti. Enseña el patio. “Por aquí han pasado todas las televisiones de España”, proclama orgulloso. Era la época (primeros años de los noventa) en la que si eras periodista acreditado en el Congreso de los Diputados o reportero novato en la provincia de Málaga tenías el día solucionado si le telefoneabas para que diseccionara la actualidad. “Sé que doy titulares y eso vosotros siempre lo agradecéis”. Se sincera: “Me encantaría haber sido periodista o abogado”.

Aquí no estamos para muchos titulares políticos, sino para que se explaye no tanto de sus sinceras y nada complacientes memorias Un jornalero en los secretos del Estado, publicado por la editorial Almuzara de Manuel Pimentel, en colaboración con la periodista Esperanza Peláez, sino de los galgos. También en Almuzara ha coordinado una enciclopedia (El gran libro de los galgos) de esos animales elegantes, que ladran muy poco, cuentan con nueve alusiones en El Quijote y que lo mismo han cautivado a señoritos y monarcas. Jornaleros y gitanos.

Romero va a por Spiderman y Malaya I, hembras hermanas de tres años. Spiderman la denomina así porque cuando lanzan cohetes o algún chiquillo tira un petardo se sube por las paredes encaladas del pueblo. Malaya I debe su corrupto nombre a “un señor de Marbella” que se la regaló cuando empezó a descubrirse la trama.

El que fuera “alcalde moral” de Málaga (González se negó en 1995 a un pacto IU-PSOE que le hubiera arrebatado la Alcaldía a la popular Celia Villalobos) recuerda a otros galgos, cada uno con un nombre: Marino, que llegó a la provincia de Cádiz a bordo de un submarino. Conella, una galga con final trágico, que murió atropellada en la carretera o Lute, un galgo que se escapaba sin cesar. “Lute triunfaría en la pista”, bromea.

“Romero le echa los galgos a Felipe González”

A Pasiones la introdujo en una caja de zapatos en el Talgo que le llevaba de Madrid a Humilladero. En la sede del grupo parlamentario le quisieron dar leche. Con Medina, regalo de Tote, ex senador del PP, un redactor de Diario 16 tituló: “Romero le echa los galgos a Felipe González”. No hubo foto. ¿La buscó? "Transporté al galgo del patio del Congreso al aparcamiento y en ese momento me vio el periodista”.

Suena el móvil de Romero. Es un poema cantado que habla de galgos. Se titula Mañana de cacería. Él prefiere las galgas: “Son más dóciles y obedientes”. Y encuentra otro problema en los machos. “Cuando están en celo”. El que fuera activo miembro de la comisión de investigación del caso Roldán quiere precisar cómo el galgo contribuyó a quitar “mucha hambre” en los pueblos de Andalucía de los cuarenta y cincuenta. La liebre cazada contribuía no pocas jornadas a que hubiera algo para comer en los hogares menos pudientes.

El campeonato de España se celebra en la pista de la Sierrecilla, al lado de un camping, en la entrada del pueblo, en la calle Víctimas del 11-M. La pista es de albero y tiene 700 metros de largo y ocho de ancho. Por la tarde la han regado. El terreno, compacto. Ni muy duro, ni muy blando. Ideal para evitar lesiones. El molesto viento Solano no impide la función perruna.

Contra el doping galguero

El veterinario Luis Velasco vigila que no haya doping. “En otros campeonatos los dueños  inyectan a sus galgos analgésicos o anti-inflamatarios para que disminuya la fatiga y el dolor. Siempre se suelen dar varios casos”. Romero le cuenta a Velasco las gestiones que está haciendo para difundir los galgos en juegos de azar nacionales.

Las falsas liebres salen a la pista. Primero es el ruido de un motor y allá van los galgos corriendo tras la pieza. Snowman, de tres años y medio, va segundo en la competición. El galgo está cansando, asegura su dueño, Juan Manuel Toscano, de Huelva. Otra participante, María del Mar ha venido desde Burgos. “Los entreno cada domingo”, relata.

Tras degustar los chorizos remolones de la barbacoa de los Romero, llegan Fidel Romero, el hermano del político, concejal de IU del cercano municipio de La Roda de Andalucía (Sevilla), su padre Miguel y su hijo Antonio, ex futbolista. “Vamos a quitarnos el mono”, anuncia Fidel. El mono es observar la zancada de los galgos. Un hombre de Córdoba (no quiere desvelar su nombre), viene acompañado de sus hijos. Aparecen por la Sierrecilla con dos galgos maltrechos. “Los iban a matar”. Se llaman Romeo y Negro.

El republicano Antonio Romero, el monarca de los galgos, cuenta anécdotas de Pasiones, del Lute… Romero camina despacio y enseña una foto con Anguita, posando con Cosechadora, de 1993. Su pasión galguera continúa intacta: “La próxima vez te tienes que venir a una carrera de galgos en el campo. Es más auténtico”.

Más en www.agustinrivera.com y twitter.com/agustinrivera

A las 23.15 horas del sábado, la pista de galgos nocturna de Humilladero (Málaga), la más moderna de España, recibe la visita de Antonio Romero, azote del Felipismo en la Izquierda Unida de Julio Anguita. Autoretirado de la política activa (la medicación minimiza el incipiente parkinson que padece), Romero vive en este pueblo de 3.300 habitantes de la comarca de Antequera y se dedica, además de a impulsar la III República, a cuidar de su nieta Candela y sobre todo a pasear a sus galgos, su gran afición. También da conferencia y prepara libros.