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Cospedal en Marbella: la voz que delató el espionaje del comando Rubalcaba
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Agustín Rivera

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Cospedal en Marbella: la voz que delató el espionaje del comando Rubalcaba

La blusa blanca, vistas al tranquilo Mediterráneo y el micrófono azul de la agencia Efe. Justo cuando escupe la primicia, ¡zas! aparece un golfista con pinta

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La blusa blanca, vistas al tranquilo Mediterráneo y el micrófono azul de la agencia Efe. Justo cuando escupe la primicia, ¡zas! aparece un golfista con pinta de extranjero que golpea la bola. María Dolores de Cospedal no juega al golf, pero en las instalaciones del hotel Guadalmina sí se practica con masiva frecuencia. Que se lo pregunten si no al vecino José María Aznar.

Aquel agosto de 2009, la Cospe ultimaba su boda con Ignacio López del Hierro. Los compañeros de Efe (Antonio Soto, Ángel Alonso y Raúl García) habían quedado en entrevistarla y no se esperaban, ni en el mejor de los sueños periodísticos, que la secretaria general del PP acusara al comando Rubalcaba de espiar al PP. Fue acabar el encuentro y lanzar urgentes y teletipos a discreción. Cospedal incendió hace dos veranos la actualidad informativa nacional.

La presidenta manchega (que no se llama Lola, igual que nadie denomina Javi a Javier Arenas) ha vuelto a Marbella. Esta vez no quiere liarla parda con las declaraciones. Ha aprendido la lección (la de golf, no). Ahora toca perfil bajo. Nada de salidas de tonos, ni salidas a Puerto Banús, ni acudir a la Starlite Gala de Longoria&Banderas. Se cartea SMS con Mariano Rajoy (bien contento con la encuesta abecedaria de ayer), pero ni siquiera se desplaza 20 kilómetros para acudir a un acto con Esteban González Pons y Arenas en Estepona.

¿A qué dedica el tiempo libre María Dolores? El pasado jueves cenó en una señera casa de Guadalmina. Seria y seca al principio, poco amiga de los aspavientos y de las confidencias, luego se mostró más simpática. Sin políticos de por medio, Cospedal comparte proyecciones a medio y largo plazo. Sabe que no le queda mucho tiempo como número 2 del PP. Dejará de pilotar Génova en cuanto Rajoy entre en Moncloa y encuentre un buen recambio.

Cospedal también está atenta a los movimientos en Andalucía. La última oportunidad de Arenas es también la de Griñán. Quien pierda, muere. Es la consigna. La guerra de las autonómicas de marzo –o mayo como incluso desafía el presidente andaluz– acabará con cadáveres gastados, desmaquillados por el fracaso, que ya se anuncian en los carteles poselectorales del PSOE y el PP sureños.

Asidua del restaurante Víctor, junto al polémico Asador de Guadalmina que amenaza con abrir en septiembre como espacio diáfano para la nicotina y el alquitrán, ha acortado sus vacaciones que solían durar tres semanas por temor a la oposición en el Parlamento de Castilla La Mancha. En realidad apenas un mes después de tomar posesión ya estaba descansando en Marbella. Todo un prodigio.

Está previsto que este jueves 11 de agosto vuelva a Toledo a presidir la reunión del Consejo de Gobierno y aguantar las impertinencias de José María Barreda, el valiente que en octubre de 2010, en La Brújula de Carlos Alsina, amortizó a Zapatero y el zapaterismo. Cospedal supo en ese momento que Barreda ya se había autodescartado como una opción seria para revalidar otros cuatros años más de Gobierno. María Dolores contemplaba el principio de su reinado manchego que celebra en las ajardinadas noches de Guadalmina.

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La blusa blanca, vistas al tranquilo Mediterráneo y el micrófono azul de la agencia Efe. Justo cuando escupe la primicia, ¡zas! aparece un golfista con pinta de extranjero que golpea la bola. María Dolores de Cospedal no juega al golf, pero en las instalaciones del hotel Guadalmina sí se practica con masiva frecuencia. Que se lo pregunten si no al vecino José María Aznar.

Marbella María Dolores de Cospedal Alfredo Pérez Rubalcaba