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Feijóo y los macarras
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Francisco Igea

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Feijóo y los macarras

Las circunstancias te colocan en el mismo vagón que un macarra. Puedes optar por el silencio, o bien intentar defender a los ofendidos y humillados

Foto: Los comicios andaluces, claves en el camino de Feijóo a Moncloa. (EFE/Emilio Naranjo)
Los comicios andaluces, claves en el camino de Feijóo a Moncloa. (EFE/Emilio Naranjo)

Tenía yo avanzados los 40, dos hijos, poco pelo por encima de las sienes y un libro entre las manos. Eran las 7.40 en aquel vagón que me llevaba a Palencia a trabajar desde la estación Campo Grande de Valladolid. Mi vagón estaba ocupado por 3 parejas de mormones; de aquellos con camisas blancas de manga corta, corbata y su chapita azul con el nombre grabado sobre el bolsillo de la camisa. También estaban dos jóvenes de unos 30 y una señora de mediana edad. Entró un joven oliendo a porro y se sentó 3 filas por delante en el lado de la derecha y con los pies encima del asiento de enfrente. En seguida la tomó con aquellos americanos lechosos que soportaban en silencio su mala educación. "¡Qué pasa, americanos de mierda!". "¿Así que sois cristianos, eh?". "¿Si os pego una hostia, ponéis la otra mejilla?".

Así estuvo la cosa un buen rato mientras en el vagón se hacía un silencio cada vez más espeso. Yo luchaba por no sacar la cabeza del libro. El tipo se levantó y al pasar a mi lado volvió a lanzarles una imprecación. No pude más. Cerré el libro, le miré y le dije "déjalos en paz de una puta vez" ¡Qué tiempos aquellos en los que el anonimato le permitía a uno usar el castellano de Cela! Todo se desarrolló según lo previsto a partir de ahí. La cosa acabó en un intercambio de golpes en el andén de la estación de Palencia, que fue finalizado por la intervención del responsable de seguridad de la estación y una valerosa mujer de pelo cano que se interpuso con su paraguas y resultó ser la madre de la enfermera con la que he trabajado durante décadas.

Foto: La candidata de Vox a la presidencia de la Junta, Macarena Olona. (EFE/Rafa Alcaide) Opinión

Esto ocurre con cierta frecuencia en la vida. Las circunstancias te colocan en el mismo vagón que un macarra y tú puedes optar por el silencio o intentar defender a los ofendidos y humillados. Depende de tu actitud, de tu valor, del día que tengas y de las posibilidades de salir más o menos ileso del asunto. Pues así estamos en este vagón que es hoy el Gobierno de Castilla y León. Unos macarras se han subido en él después de que el timorato revisor Mañueco decidiese que era mejor dejarlos subir que verse apeado él mismo del vagón.

En estos 50 días han puesto los pies encima del asiento, han utilizado los recursos de la administración pública como si fueran propios, han despreciado e insultado a la prensa, los profesores, las mujeres, los sindicatos, la oposición, los veterinarios y hasta las personas con discapacidad. Una actitud chulesca y de búsqueda constante del enfrentamiento en cada intervención. Un vicepresidente que avergüenza a propios y extraños y que se ha ganado la reprobación de toda la oposición en tan solo dos intervenciones.

"Vox ha insultado a prensa, profesores, mujeres, sindicatos, oposición, veterinarios y hasta a las personas con discapacidad"

En este vagón hay un señor prácticamente de mi edad. Tiene el pelo entrecano, gafas de concha, y aspecto serio. Va leyendo 'La Voz de Galicia'. Se subió en Santiago y pretende llegar a Madrid. La cuestión es saber si permitirá esto durante todo el trayecto. De momento no parece querer levantar la vista de la sección de encuestas, pero el viaje es largo y pasa por la estación de Santa Justa. No sabemos si continuará impasible hasta llegar a Madrid. Lo que es seguro es que, si llega a Atocha con esta compañía, no se bajará del tren como un hombre de valor. Se bajará como el portamaletas del grupo de macarras que hoy se ha adueñado del tren de Castilla y León, y quizás mañana del de Andalucía.

Tenía yo avanzados los 40, dos hijos, poco pelo por encima de las sienes y un libro entre las manos. Eran las 7.40 en aquel vagón que me llevaba a Palencia a trabajar desde la estación Campo Grande de Valladolid. Mi vagón estaba ocupado por 3 parejas de mormones; de aquellos con camisas blancas de manga corta, corbata y su chapita azul con el nombre grabado sobre el bolsillo de la camisa. También estaban dos jóvenes de unos 30 y una señora de mediana edad. Entró un joven oliendo a porro y se sentó 3 filas por delante en el lado de la derecha y con los pies encima del asiento de enfrente. En seguida la tomó con aquellos americanos lechosos que soportaban en silencio su mala educación. "¡Qué pasa, americanos de mierda!". "¿Así que sois cristianos, eh?". "¿Si os pego una hostia, ponéis la otra mejilla?".

Alberto Núñez Feijóo Castilla y León Ciudadanos