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La larga, penosa y polarizada campaña electoral que nos espera
El próximo 2023 es un año superelectoral. La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas añadirá nuevas dificultades a los partidos de la coalición de Gobierno y sus apoyos parlamentarios
El próximo día 24, el Congreso de los Diputados aprobará, con casi toda seguridad, los terceros Presupuestos Generales del Estado del primer Gobierno nacional de coalición de la democracia española. A falta del trámite obligado y sin sorpresas del Senado, el presidente Sánchez dispondrá ya de la estabilidad institucional necesaria para afrontar el final de la legislatura.
Contrariamente a las previsiones más agoreras, pero también a la experiencia de muchos países europeos de larga tradición en gobiernos de coalición, la estabilidad del propio Gobierno y de su soporte parlamentario no solo ha dado muestras de una de solidez insospechada, sino que ha permitido un hiperactivismo legislativo desconocido en etapas anteriores de nuestra democracia. Las 160 Leyes y Reales Decretos aprobados desde 2019 evidencian que, lejos de limitarse a sortear las dificultades de una exigua mayoría evitando legislar (como ocurrió bajo los gobiernos del presidente Rajoy), la coalición de Gobierno ha sobrevivido gracias, precisamente, al cumplimiento de buena parte de la agenda legislativa sobre la que se construyeron los acuerdos de investidura, y ello mientras se gestionaba una durísima pandemia, sus consecuencias económicas y las de la primera guerra por una invasión en suelo europeo desde la II Guerra Mundial.
La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas añadirá nuevas dificultades a los partidos de la coalición de Gobierno
Pero, tras la Navidad, todo cambiará. 2023 es un año superelectoral. La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas añadirá nuevas dificultades a los partidos de la coalición de Gobierno y sus apoyos parlamentarios, muchos de ellos compitiendo ya por los mismos electores, lo que hará más difícil que tanto la coalición como mayoría parlamentaria lleguen unidas a las elecciones.
Las elecciones municipales y autonómicas de mayo juegan un doble papel: el de la consolidación, o no, del poder local de los partidos y, a la vez, el de "primera vuelta" de las elecciones generales, que deberán celebrarse antes del final de año. Los 8.131 municipios españoles, con más de 58.700 concejales y concejalas, además de las 45 diputaciones provinciales y cabildos, y los parlamentos autonómicos y gobiernos de las 12 Comunidades Autónomas, que se espera celebren elecciones en mayo, dan idea de la importancia de esta convocatoria en la vida cotidiana de los partidos políticos. Las elecciones municipales y autonómicas son la base real del poder político en España y el trampolín desde el que los grandes partidos aspiran a lograr diputados y senadores con los que mantener el Gobierno nacional o acceder a él.
¿Cómo afrontan los partidos estas elecciones? Algo ya sabemos. De hecho, la campaña electoral está plenamente en marcha. En realidad, gobernar no es sino un acto continuo de campaña hacia la reelección, y el ejercicio de la oposición nada tiene que ver con las medidas del Gobierno, sino con su desgaste permanente. Pero han sido los resultados de las elecciones autonómicas andaluzas del pasado mes de junio los que cambiaron el modo de confrontación Gobierno/oposición, al modo típicamente electoral.
Tras la mayoría absoluta de la derecha en Andalucía, el PSOE ha elegido dar sentido a la gestión de estos difíciles años
En Andalucía, el Partido Popular se convertía en el partido refugio de no pocos antiguos votantes socialistas asustados por las coaliciones a que "las izquierdas" arrastraban a un PSOE debilitado. Atrás quedaba el éxito de la promesa de la moción de censura de "desinflamar Cataluña", las medidas de protección social y del empleo durante la pandemia o el liderazgo europeo para que, en lugar de "hombres de negro", los socios comunitarios manden fondos de recuperación.
Tras Andalucía, la acción de Gobierno pasa a un segundo plano. Durante la cumbre de la OTAN, el presidente Sánchez invocó la lucha de su Gobierno contra los "poderes oscuros", sobre los que puso luz en el Debate del Estado de Nación y, habida cuenta de la ausencia en el Congreso del líder de la oposición, le emplazó, cual servidor de la banca y las eléctricas, a un duro cara a cara en el Senado. Tras la mayoría absoluta de la derecha en Andalucía, el PSOE ha elegido como terreno de juego dar sentido a la gestión de estos difíciles años de Gobierno, señalando con dureza no sus éxitos, sino a su único adversario, que no es la oligarquía, sino que los votantes de la izquierda se distraigan y normalicen la llegada de un Gobierno conservador que ya no necesite a Vox.
Vox experimenta una notable crisis de crecimiento. Los problemas de liderazgo en el grupo fundador y, sobre todo, las dificultades para dar coherencia a una heterogénea amalgama de líderes y seguidores locales, bloquean la consolidación de una fuerza política construida sobre un grito de desconfianza y miedo al futuro. Esto no es nuevo, ya le ocurrió a Podemos y a Ciudadanos, y tiene que ver con el deterioro de su "promesa constituyente", la promesa con la que, más allá de programas y discursos, cada formación política logra alcanzar el corazón de sus electores. Hoy Vox ya no parece tan útil para devolver la "fortaleza" perdida a la derecha española. Al igual que en España nunca hubo un "momento constituyente" al decir de la promesa de Podemos para superar el "régimen de la Transición", tampoco ha habido un momento "destituyente" que cuestione los avances sociales en materia de igualdad o redefina el Estado recentralizando parte de su poder autonómico.
El reciente "Me Too" de Ayuso reivindicando "lo facha" en el día de la Hispanidad refleja bien las dudas del partido conservador
Pero la ausencia de ese momento destituyente no significa que Vox no avance en el terreno de la batalla cultural. La encuesta poselectoral del CIS reconoce que Vox es la primera fuerza de la derecha entre jóvenes de 18 a 24 años (tras PSOE y Podemos) y su redoblada reivindicación del orgullo nacional-católico en su fiesta anual, si bien le aleja aún más de los antiguos votantes de Ciudadanos y acelera la "devolución" de votantes prestados del PP, al menos les garantiza un lugar de resistencia desde el que seguir "reaccionado" a los avances de la izquierda.
Con los socialistas y Vox en formación de batalla, la izquierda en sus divisiones menguantes y Ciudadanos cambiado de nombre, falta por conocer la posición del PP. El PP debe resolver un serio problema interno. El reciente "Me Too" de Ayuso reivindicando "lo facha" en el día de la Hispanidad refleja bien las dudas del partido conservador. Ayuso sabe que su holgada mayoría se asienta sobre antiguo voto socialista espantado por Pablo Iglesias y su irrupción en la campaña madrileña, pero también en un antisanchismo sin concesiones que le conecta con una parte de antiguos votantes de Ciudadanos y limita el crecimiento de Vox. Si Moreno gana espacio ofreciendo un partido refugio, Ayuso lo hace ofreciendo un partido de combate. ¿Ambas posiciones funcionan a la vez? ¿Cuál será la de Feijóo? Para acertar con la respuesta, el PP debe antes conocer los resultados de mayo, unas elecciones en donde el PSOE solo puede retroceder, no en votos, pues crecerá, ni en diputados y concejales, que verá muy incrementados, sino en gobiernos municipales y autonómicos.
Ciudadanos habría vaciado el centro electoral, tan decisivo en municipios y CCAA
El PSOE, en las próximas elecciones municipales y autonómicas, puede crecer en apoyos y retroceder en alcaldías, y perder algún Gobierno autonómico, por el efecto combinado de dos factores: el claro retroceso de las formaciones a su izquierda y, sobre todo, el paradójico legado de Ciudadanos. Con el tiempo se verá que la aportación política de Ciudadanos ha sido la de construir un puente de votos desde el PSOE al PP, para luego levantar un muro de odio antisanchista que evite el regreso de este voto a la formación de centro-izquierda. Paradójicamente, Ciudadanos habría vaciado el centro electoral, tan decisivo en municipios y comunidades autónomas. De cuantos nuevos gobiernos recaigan en el Partido Popular, de cuantos de estos requieran el apoyo de Vox, dependerá el auténtico "momento cero" de la larga, penosa y polarizada campaña electoral de las elecciones generales que nos espera.
*Joan Navarro es sociólogo, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la UCM. Y socio y vicepresidente de LLYC.
El próximo día 24, el Congreso de los Diputados aprobará, con casi toda seguridad, los terceros Presupuestos Generales del Estado del primer Gobierno nacional de coalición de la democracia española. A falta del trámite obligado y sin sorpresas del Senado, el presidente Sánchez dispondrá ya de la estabilidad institucional necesaria para afrontar el final de la legislatura.
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