Tribuna
Por
Feijóo y el latido
La frivolidad con la que el fanático barbudo de nuestro vicepresidente ha despachado un asunto del que no conoce nada, ni personal ni científicamente, lo coloca más cerca del mundo talibán que del occidente civilizado
El aborto no es una fiesta para las mujeres que toman esa decisión. La frivolidad con la que el fanático barbudo de nuestro vicepresidente ha despachado un asunto del que no conoce nada, ni personal ni científicamente, lo coloca más cerca del mundo talibán que del occidente civilizado.
Sin consultar con las sociedades científicas, sin consultar con los responsables de velar por la ética profesional y con el incomprensible consenso del indolente consejero de Sanidad, consejero que debería de dimitir hoy mismo, el señor Gallardo anunció este jueves a bombo y platillo la existencia de un nuevo protocolo para atender a las gestantes. Una medida con la vocación confesa de chantajear emocionalmente a las mujeres para evitar que interrumpan su embarazo. Esta manera de afrontar el problema dramático del aborto delata la basura moral que alimenta a estos personajes.
Entendámonos. Para mí es completamente lícito y comprensible defender que el inicio de la vida se sitúa en el momento de la concepción. Es un hecho científico incontrovertible. Asunto distinto es cuándo el embrión humano adquiere todas las características neurológicas y biológicas que le dotan de esa condición plenamente humana y por tanto poseedor de derechos. Ese es el centro del debate, para quienes lo entendemos desde un punto de vista científico. Si admitiéramos los postulados de Vox, deberíamos de suspender de inmediato la fertilización in vitro, anular la píldora del día siguiente o enterrar y velar a cada aborto espontáneo.
El debate ético en torno al aborto permanece aún vivo en nuestras sociedades y es, insisto, un debate legítimo. Sin embargo, el debate de los derechos y sus límites se resuelve en occidente por el proceso legislativo. Las sociedades libres se dotan de leyes y garantías que son fruto del consenso democrático. Leyes que nos permiten convivir entre diferentes y respetar nuestras libertades sin imponer nuestras convicciones a otros. Ese es el principio rector de las democracias liberales. Nadie está legitimado a imponer sus convicciones morales y hacerlas fuentes exclusivas del derecho. Quienes creen que el Corán, la Biblia, o sus propias convicciones están por encima del consenso moral y legal suponen un peligro para nuestra civilización. Lo que diferencia una teocracia de una democracia es que "la verdad revelada" no es fuente de derecho. Por esta razón, lo ocurrido en Castilla y León no es baladí.
Respeto, admiro y apoyo a las mujeres que deciden continuar su embarazo en situaciones de extrema dificultad. Creo que la sociedad debe de apoyarlas con todos los medios necesarios. Sin embargo, no puedo imponer ese criterio, ni estigmatizar socialmente, ni mucho menos coaccionar, a quien no piensa como yo. Esa es la diferencia.
La utilización sistemática del eco doppler en fechas tan tempranas podría tener efectos adversos para el desarrollo embrionario
La propuesta de Vox y PP en nuestra comunidad nace, además, del cinismo más irredento. No están realmente interesados en disminuir el número de abortos como proclaman. Si así fuera, hubieran apoyado nuestra enmienda para implantar campañas de educación sexual. Campañas que eviten embarazos no deseados y disminuyan las enfermedades de transmisión sexual. Tanto PP como Vox rechazaron esta enmienda. En palabras del propio vicepresidente, las relaciones sexuales tienen que entenderse como destinadas fundamentalmente a la reproducción. Ellos no pretenden disminuir el drama del aborto. PP y Vox pretenden imponer su moral.
Por otra parte, el protocolo propuesto, como ha advertido el presidente de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología en la comunidad, podría no ser inocuo para el feto. La utilización sistemática del eco doppler en fechas tan tempranas podría tener efectos adversos para el desarrollo embrionario y nadie ha demostrado su eficiencia desde el punto de vista clínico. Pero eso no les ha importado. Simplemente, prefieren una victoria política, aun a riesgo de la salud del feto, a un consenso científico.
He dejado para el final la parte más evidente: el profundo machismo del que surge esta decisión. La argumentación utilizada parte del convencimiento de que las mujeres no son conscientes de sus actos. Que es tarea de la administración convencerlas o coaccionarlas a la hora de tomar una decisión. Una decisión que corresponde, según la ley, exclusivamente a las mujeres.
Esta es una decisión de un gobierno conjunto. Un gobierno del Partido Popular, el del señor Feijóo
Que un hombre de 31 años, que no ha sido nunca padre, que no ha sentido ni la ansiedad, ni la angustia, ni la felicidad o la esperanza que un embarazo supone para una mujer, se atreva a imponer sus primitivos instintos al conjunto de nuestra comunidad resulta simplemente inaceptable.
Pero no nos engañemos. Esta no es la decisión irreflexiva de un joven inexperto. Esta es una decisión de un Gobierno conjunto. Un gobierno Gel Partido Popular, el del señor Feijóo. A él le corresponde tomar las decisiones que eviten que este disparate continúe. Es él quien debe de escuchar este latido. El latido de una comunidad harta de intolerancia e improvisación.
El aborto no es una fiesta para las mujeres que toman esa decisión. La frivolidad con la que el fanático barbudo de nuestro vicepresidente ha despachado un asunto del que no conoce nada, ni personal ni científicamente, lo coloca más cerca del mundo talibán que del occidente civilizado.
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