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La maternidad subrogada también afecta a los hijos que nacen
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La maternidad subrogada también afecta a los hijos que nacen

Para valorar éticamente la maternidad, debemos recordar la relación que se establece durante el embarazo entre la mujer y el niño. El embarazo deja una huella corporal permanente y psíquica

Foto: Mujeres disfrazadas como personajes de la serie 'El cuento de la criada', en Jerusalén. (EFE/Abir Sultan)
Mujeres disfrazadas como personajes de la serie 'El cuento de la criada', en Jerusalén. (EFE/Abir Sultan)

Centrarse en supuestos concretos incrementa el riesgo de que las emociones condicionen la imparcialidad de cualquier análisis ético, en este caso en relación con la maternidad subrogada. Acaba de saltar a los medios de comunicación que una persona muy conocida en España ha sido madre, por este método, a los 68 años. No voy a juzgar los comportamientos de nadie, solo lo considero una oportunidad para avanzar en conocimiento de lo que implica la maternidad subrogada, con independencia de quienes acudan a ella para ser madre, o las razones que les lleven a ello. Es evidente que hay sólidas razones éticas y biológicas para rechazar la maternidad subrogada, y apuntaré solo algunas de ellas en estas líneas.

En el Comité de Bioética de España, después de varios meses de intenso trabajo, publicamos el informe Los aspectos éticos y jurídicos de la maternidad subrogada. Dicho informe comenzaba señalando que es uno de los temas bioéticos más controvertidos, al romper el modo en que la procreación humana, y, por tanto, las relaciones de maternidad y filiación, han sido entendidas y reguladas hasta la actualidad. Estamos, pues, ante uno de los temas más complejos de abordar desde la bioética y debe ser abordado con el máximo rigor. En estas líneas me referiré solo a algunos de los muchos aspectos claves para comprender las consecuencias de la maternidad subrogada, especialmente a los riesgos que tiene para el nacido. O bien se considera que la maternidad subrogada debe ser un derecho para la mujer que quiere ser madre, o, por el contrario, la consideramos como violencia de género, para aquella que gesta el hijo para otra, pero nos olvidamos que hay un tercero implicado en esta cuestión, el más débil, el hijo que nace, y que es separado de su madre biológica en el mismo instante de su nacimiento.

Foto: Rueda de prensa tras la reunión de la Mesa del Congreso.

Para valorar éticamente la maternidad debemos recordar la relación que se establece durante el embarazo entre la mujer y el niño. El embarazo deja una huella corporal permanente y psíquica, en la mujer y en el niño. Esta huella se explica porque, entre otras razones, el comportamiento de las hormonas durante el embarazo produce efectos en el cerebro de la mujer, modificando la respuesta emocional y reduce el estrés para no dañar el desarrollo del niño, de lo que el niño no se beneficiará al ser separado inmediatamente de su madre en el momento del parto. También durante el embarazo se prepara al niño para incorporarse a las relaciones interpersonales y al mundo que le rodea: conoce la voz de la madre, la música que escucho durante el embarazo le da tranquilidad, etc. Podríamos poner muchos más ejemplos, pero creo que son suficientes para ser conscientes de que no es indiferente para el niño que sea separado de su madre biológica nada más nacer, sin otro motivo que el deseo de otra mujer que quiere ser madre, y decide no optar por la adopción, por ejemplo, mediando además, un pago por el servicio prestado y la entrega del niño.

Creo que se equivocan quienes consideran que la maternidad y la paternidad son un derecho, y los avances tecnológicos y las reformas legales están para sortear todas las limitaciones que pone la naturaleza o la biología a la hora de dar cumplimiento a ese derecho, cosa que ocurre con la maternidad subrogada. Pero tener un hijo no es un derecho, lo que si es un derecho es que todos conozcamos nuestros orígenes y quienes fueron nuestros padres biológicos. También algunos defensores de la maternidad subrogada se equivocan cuando presuponen que el deseo de tener un hijo es la mejor garantía de que será cuidado y querido, pero esto no es siempre cierto. Cuando nacemos no somos una cosa que nuestros padres desearon, somos algo mucho más importante, somos personas, con todo lo que este término conlleva. Los deseos pueden cambiar, y no es lo mismo desear que asumir responsabilidades a muy largo plazo. En un momento como el actual, en el que el cambio en nuestra identidad de género es fruto de nuestro propio deseo, quizá deberíamos replantearnos si es razonable y conveniente legislar en torno a los deseos de los ciudadanos.

Pero además hay otros riegos añadidos sobre los que conviene reflexionar. La maternidad subrogada va asociada un mayor riesgo de tráfico de niños e incluso de mujeres, especialmente en los países más pobres. El Protocolo establecido para la aplicación de la Convención de los Derechos del Niño en el marco de las Naciones Unidas del año 2000, ratificado por España, define la venta de niños como "todo acto o transacción en virtud de la cual el niño es transferido por una persona o grupo de personas a otra a cambio de una remuneración o de cualquier retribución". ¿No es esto la maternidad subrogada? Sobran las palabras. También hay un riesgo importante de cosificación del niño y de la reproducción, ya que en este proceso se puede elegir el sexo; se puede solicitar un análisis genético pre implantatorio que identifique determinadas patologías y si aparecen descartar el embrión; se puede incluso elegir el fenotipo del bebe. En definitiva, se tratará siempre de lograr el hijo perfecto.

Cuando nacemos, no somos una 'cosa' que nuestros padres desearon, somos algo mucho más importante, somos personas

Con estas líneas dejo fuera muchísimos aspectos claves en relación con este asunto, pero quiero terminar señalando que las normas tiene efectos sobre nuestras decisiones, porque cambian nuestra cultura y nuestra sociedad. El comportamiento que se regula se hace menos costoso en términos sociales y más tolerante y aceptamos sus consecuencias, colectivamente, como algo bueno o incluso como un derecho. Esto es lo que ya ha ocurrido con la ley del aborto. Esperemos que nuestros legisladores no den ningún paso para que ocurra lo mismo con la maternidad subrogada.

*María Teresa López López es profesora honorífica de la Universidad Complutense y expresidenta del Comité de Bioética de España.

Centrarse en supuestos concretos incrementa el riesgo de que las emociones condicionen la imparcialidad de cualquier análisis ético, en este caso en relación con la maternidad subrogada. Acaba de saltar a los medios de comunicación que una persona muy conocida en España ha sido madre, por este método, a los 68 años. No voy a juzgar los comportamientos de nadie, solo lo considero una oportunidad para avanzar en conocimiento de lo que implica la maternidad subrogada, con independencia de quienes acudan a ella para ser madre, o las razones que les lleven a ello. Es evidente que hay sólidas razones éticas y biológicas para rechazar la maternidad subrogada, y apuntaré solo algunas de ellas en estas líneas.

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