Pactar con convicción

Tengo una intuición. Creo que, ante los pactos electorales, lo que más penaliza el votante no es el pacto en sí, sino la falta de convicción.

Me explico. Todos tenemos una preferencia sobre los pactos a los que llegan los partidos. Pero ¿cómo no la vamos a tener? Si la tenemos incluso entre diferentes candidatos de un mismo partido…

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Sabemos que unos votantes se sienten más cómodos con un pacto y, otros, con otro. También sabemos que el adversario utilizará el pacto para atribuir lo peor de uno al otro. Sin embargo, nada de eso tiene una consecuencia electoral directa.

Lo que realmente resta —en votos— es que el ciudadano detecte falta de convicción en el acuerdo (o en el desacuerdo). Uno puede llegar a admitir una u otra postura si entiende las razones del que lidera para tomarla. Incluso puede confiar en él estando en desacuerdo con lo que hace. Pero para llegar al mal menor, hay que confiar en el patrón. Y la confianza se gana con convicción, dejando ver lo que uno realmente piensa, declarando cuándo hay una línea roja y manteniéndose firme en ella. Explicando cuándo hay una cesión y el porqué de la misma.

Tratemos a los ciudadanos como adultos. Porque los ciudadanos saben que en el actual panorama político hay que pactar. De hecho, es fruto de su propia decisión. De la voluntad de la sociedad. Nadie atribuye la responsabilidad de tener que hacer un pacto al que le toca formar gobierno. Es lógico que un candidato sea el que más hubiera deseado una mayoría absoluta, pero no existe y hay que pactar. Incluso todos los ciudadanos entienden que en un pacto hay una cesión. Lo que no entienden es que se les diga que algo va a pasar y no pase, o que no vaya a pasar y pase.

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Para poder obtener la confianza de alguien, incluso cuando la situación se muestra incómoda, la única condición es saber bien a qué nos atenemos.

Por eso, Guardiola recibe más apoyo que Mazón. Pero no porque uno haya pactado con Vox y la otra se niegue. Sino porque uno ha dado la impresión de haberlo hecho desde la necesidad y la otra —parece— habla desde los principios.

Y si lo miramos así… también entenderemos el castigo a Sánchez. Porque lo que realmente se le reprocha a Sánchez no es que pactara con Unidas Podemos. Lo que se le reprocha es que un día no podía dormir y otro estaba abrazado. Que le daba igual Rivera o Iglesias. Y eso es lo censurable y lo censurado. Es lo que provoca zozobra en el ánimo de la gente. Es la misma sensación que entrar en una tienda y ver que los precios no están en los productos. Uno puede asumir que algo es caro o barato. Puede incluso justificar el hecho de pagar mucho por algo que no lo vale —lo hacemos todos los días en los aeropuertos—. Lo que no puede sentir es que ese precio es variable según otras circunstancias que no controla. Vamos, que le están a uno tangando.

Solo necesitamos oír a quien está al mando que también lo entiende y, si se cede, mientras que se sepa en qué y el porqué, estará bien

Así que ahora que todos son pactos, mi aproximación sería decirles a nuestros líderes que estén serenos. Que todos entendemos lo que pasa. Solo necesitamos oír a quien está al mando que también lo entiende y, si se cede, mientras que se sepa en qué y el porqué, estará bien. Como si en nuestra vida no estuviéramos constantemente cediendo para llegar a acuerdos...

Señores políticos, estén tranquilos. La responsabilidad de que no haya mayorías absolutas es de los ciudadanos. En sus manos está que la culpa de no lograr gestionarlas sea de los políticos.