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Ondas anímicas y encuestas electorales
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Ondas anímicas y encuestas electorales

Una de las noticias más comentadas de la jornada electoral del 23J ha sido el fracaso de los sondeos. Aunque sí captaron las tendencias generales (gana el PP; se desploman Vox y ERC; sorpasso de Bildu a PNV, entre muchas otras), no fueron precisas

Foto: Pedro Sánchez junto a Félix Bolaños. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
Pedro Sánchez junto a Félix Bolaños. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

Me vino a la cabeza algo que ya he presenciado en algunas campañas electorales en las que he participado durante los últimos años. Es frecuente el acercamiento de compañías especializadas en demoscopia para hacer encuestas electorales "a medida", como una herramienta más de la campaña, con el fin de servir al objetivo de la movilización o desmovilización de los electores. Nunca he visto un comportamiento que no fuera profesional, pero es evidente que la cercanía a una determinada candidatura introduce un sesgo voluntarista —especialmente cuando los resultados son muy ajustados— que podría condicionar, en cierto el modo, el resultado. Creo además que la utilización de las encuestas del CIS con fines electorales, durante los últimos años, ha podido influir y generar la necesidad en los partidos de distanciarse de las mismas y acercarse a compañías demoscópicas de carácter privado.

El fracaso de las encuestas no está en el tamaño de las muestras (el CIS ha manejado muestras de más de 19.000 entrevistas válidas), ni en la metodología (la que más se ha acercado, 40DB para PRISA, utilizaba encuestas online). El motivo está, desde mi punto de vista, en la manera en que los partidos nos hacen interpretar los números, especialmente en las encuestas internas y en las que incluso llegaron a estimar 160 escaños para el Partido Popular.

Foto: El 'exconseller' Francesc Homs (d) y el exalcalde Xavier Trias (2d), junto al secretario general de JxCAT, Jordi Turull (2i), escuchan una intervención del expresidente catalán Carles Puigdemont en un mitin del 23-J. (EFE/Enric Fontcuberta)

En palabras del sociólogo y catedrático Juan José Toharia, una de las voces más autorizadas en la desmoscopia española, "dejando aparte al CIS, que juega en otra liga y no acierta ni cuando se equivoca, tenemos que afinar más nuestra capacidad de captar ondas anímicas, que por ahora parecen quedar por debajo de lo que nuestro radar consigue medir con la debida precisión".

No soy experto en demoscopia. Colaboré con el equipo de encuestas de Albert Rivera, en 2015. El trabajo consistió en "captar las ondas anímicas" a las que se refería Toharia, para matizar las encuestas existentes y así lograr una foto más ajustada. He revisado el trabajo esta mañana y lo cierto es que los pronósticos electorales realizados en el mes de octubre de ese año "clavaron" los resultados electorales de diciembre gracias a introducir en la ecuación variables más vinculadas a la gestión de la reputación. Es cierto que un éxito no valida un modelo.

Foto: Pedro Sánchez celebra el resultado electoral. (Reuters/Nacho Doce)
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La principal conclusión que obtuve de aquella experiencia es que en los sondeos tradicionales suelen prevalecer los factores positivos que los negativos: el sentimiento, el recuerdo, la intención de voto, las tendencias, etc. Todos ellos son factores positivos que, en un mundo ideal, podrían traducirse en voto. Pero la realidad es que existen barreras y dificultades que hacen que esa intención no llegue finalmente a materializarse. Si no se calibra bien la resistencia al voto, el peligro es precisamente que la inercia (la "ola" que dicen algunos) lleve a maximizar los datos positivos. Precisamente esto es lo que le ha pasado al PP el 23-J.

Pero ¿cuáles son las ondas anímicas que habría que considerar para afinar más en el futuro? El modelo reputacional al que antes me he referido, y cito a los profesores Carreras y Alloza, considera la emoción como un condicionante de la intención (de voto). Y la emoción la construye a través de dos variables que son la autoidentidad y la identidad social que, a su vez, tiene en cuenta factores como la imagen social, la presión moral, la presión social, la conveniencia, y la percepción de facilidad o dificultad del cambio.

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Todos estos factores se han puesto en juego en esta campaña electoral. La imagen, la presión moral y la presión social han estado presentes en una campaña netamente ideológica entre bloques (izquierdas y derechas) donde los pactos del PP con Vox han retraído sin duda a parte de los votantes más moderados que podían optar por el PP como opción de cambio político. El sesgo voluntarista llevó a subestimar el coste político de estos pactos, porque en el PP sentían que estaban ante una "ola" de cambio, como me explicó antes de las elecciones uno de los miembros de la directiva del partido. Y esta percepción se contagió en los resultados de las encuestas.

Estos factores eran previsibles, aunque se subestimaron. También era previsible el factor de conveniencia, que fue muy comentado. En este caso, la conveniencia estuvo condicionada por la fecha de la convocatoria electoral en plena temporada veraniega. En condiciones normales, el día elegido para los comicios debería haberse traducido en una baja participación. Igual que sucede cuando la cita electoral se produce en un día especialmente lluvioso. La baja participación hubiera confirmado la ola de cambio. Se sabía que la alta participación —finalmente fue del 70,20%, superior a la de 2019— favorecería las expectativas electorales del presidente Pedro Sánchez y del PSOE, porque era la opción que más tenía que perder. El elevado número de solicitudes de voto por correo podría haber servido de alerta para matizar, a la baja, los resultados de PP, pero tampoco se supo analizar correctamente.

La campaña del PP partía de un exceso de confianza por los buenos resultados de las elecciones Autonómicas y Municipales

Sin embargo, el factor (onda anímica) que más ha influido en los pronósticos, en mi opinión, es el de la "percepción de facilidad o dificultad" del cambio. Aunque algunas voces recordaron la "capacidad de resistencia" de Pedro Sánchez, la campaña del PP partía de un exceso de confianza por los buenos resultados de las elecciones Autonómicas y Municipales del 28M. Una confianza que infravaloró las posibilidades de remontada del PSOE. A pesar de que el presidente del Gobierno arriesgó en una campaña muy personal a la que se entregó en cuerpo y alma, levantando la moral de los suyos tras el batacazo del 28M y demostrando que su compromiso y convencimiento era total —hasta el punto de situar la campaña por encima de un proyecto tan deseado como la Presidencia Española de la UE—, la victoria de Feijóo en el debate cara a cara para muchos analistas fue la confirmación de que Pedro Sánchez estaba acabado.

El fracaso de los sondeos electorales del 23J pone de relieve la necesidad de afinar la capacidad de captar las "ondas anímicas" de los votantes. Las encuestas, aunque útiles para captar tendencias generales, deben considerar más cuidadosamente factores negativos que pueden influir en la intención de voto, como es la resistencia al mismo. La cercanía a ciertas candidaturas y la influencia de los resultados de encuestas públicas pueden sesgar los pronósticos y llevar a subestimar costes políticos importantes. En el futuro, será crucial incorporar al análisis la emoción y factores como la autoidentidad y la identidad social, que pueden condicionar la percepción de facilidad o dificultad ante el cambio. Solo así se podrá mejorar la precisión y confiabilidad de las encuestas electorales en un contexto político cada vez más complejo y dinámico.

*Juan Cardona Soriano es consejero de PROA Comunicación

Me vino a la cabeza algo que ya he presenciado en algunas campañas electorales en las que he participado durante los últimos años. Es frecuente el acercamiento de compañías especializadas en demoscopia para hacer encuestas electorales "a medida", como una herramienta más de la campaña, con el fin de servir al objetivo de la movilización o desmovilización de los electores. Nunca he visto un comportamiento que no fuera profesional, pero es evidente que la cercanía a una determinada candidatura introduce un sesgo voluntarista —especialmente cuando los resultados son muy ajustados— que podría condicionar, en cierto el modo, el resultado. Creo además que la utilización de las encuestas del CIS con fines electorales, durante los últimos años, ha podido influir y generar la necesidad en los partidos de distanciarse de las mismas y acercarse a compañías demoscópicas de carácter privado.

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