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¿De qué hay que hablar con Puigdemont?

Ante la difícil situación que el resultado electoral del 23 de julio ha deparado, el presidente del PP lo va a intentar casi todo

Foto: Carles Puigdemont, en su reaparición en el sur de Francia este mes de agosto. (EFE/David Borrat)
Carles Puigdemont, en su reaparición en el sur de Francia este mes de agosto. (EFE/David Borrat)

Evitemos repetir, por cansancio, la manida cita marxista (tendencia Groucho) de los principios puestos a disposición del mejor postor. Que no importa sustituirlos por otros, aunque sean opuestos, lo sabemos de sobra gracias al presidente del Gobierno en funciones, que se ha esmerado en la teoría y práctica de los cambios de opinión y las rectificaciones.

Lo que es interesante es que a Pedro Sánchez parece surgirle en estos afanes un competidor; nada menos que el líder de la oposición y aspirante a presidente, Alberto Núñez Feijóo.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), y el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al inicio de la reunión mantenida este miércoles en el Congreso. (EFE/Zipi Aragón)

Ante la difícil situación que el resultado electoral del 23 de julio ha deparado —victoria de la derecha sobre la izquierda, pero grandes probabilidades de que el Gobierno siga gracias al respaldo progresista de nacionalistas catalanes y vascos— el presidente del PP lo va a intentar casi todo. Y así debe ser. ¿Pero tampoco en esa orilla va a haber límites? ¿Se llegará a prescindir —lo que tanto se reprocha, con razón, a Frankenstein— de los incómodos escrúpulos?

¿Hablar con Puigdemont, como dice ahora el PP —la secretaria general, Cuca Gamarra, solamente excluyó de las conversaciones a Bildu— frenará la negociación del PSOE con Puigdemont? Aunque varios dirigentes populares han matizado la posición, blanquear a Junts con el regalo de considerarles un interlocutor válido y explorar una posible cesión de su respaldo, no sabemos muy bien a cambio de qué, suena peligrosamente a quiebra de la igualdad entre los españoles, a abandono de los constitucionalistas en Cataluña; evoca los pactos del Majestic y las cesiones al nacionalismo sobre las que luego se construyeron delirios separatistas; recuerda los dos presupuestos aprobados a Artur Mas cuando ya estaba embarcado en su deriva contra España, y tiene la misma música del reparto del Tribunal de Cuentas con Sánchez —favoreciendo a los golpistas en la causa que esa institución mantenía contra ellos—y del pacto de un nuevo cuponazo con el PNV, Podemos y el PSOE.

Junts se creó para defender los intereses particulares de un prófugo de la justicia; su propósito declarado es cargarse la democracia española; entre sus responsables hay condenados por corrupción y golpistas indultados por Sánchez. ¿De qué hay que hablar con Puigdemont y su gente? El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, que sabe bien de lo que habla, lo decía crudamente y a contracorriente: "Junts es un partido cuya tesis esencial es que España es una dictadura dirigida por un rey fascista con el que se niegan a hablar. Que alguien me diga qué hay que hablar con ellos".

España no puede estar condenada a la lógica del bipartidismo y el nacionalismo

Es lamentable que el ansia de poder pueda pesar más que la defensa de los principios y, sobre todo, que pueda estar por encima del interés general de España. Reivindicar la victoria electoral y tratar de cambiar la deriva en la que estamos es una cosa; querer hacerlo cueste lo que cueste es otra muy distinta. Y sugerir que cabría la posibilidad de llegar a algún acuerdo con delincuentes que trabajan para la destrucción de España, que llevan años tratando de dinamitar la imagen de este país en el exterior, desprestigiando sus instituciones y ensuciando su democracia, es asimilarse al rival con el que se pelea por La Moncloa: para Sánchez, el fin —seguir en el poder—justifica los medios: una amnistía maquillada y lo que sea necesario sobre referéndum y consultas. ¿Realmente hay que coquetear con convertirse en su reflejo inverso en el espejo?

España no puede estar condenada a la lógica del bipartidismo y el nacionalismo. Lo que tiene que hacer el PP es esforzarse todo lo posible —no es tarea fácil, en absoluto— para convencer al PSOE de que en este complicado momento lo único responsable es alguna fórmula de gran coalición. A los enemigos de la democracia hay que plantarles cara con alternativas sólidas y con acuerdos de centralidad constitucional capaces de abordar los problemas que tenemos, no con cesiones desde la izquierda o la derecha a la medida de los que se aprovechan de la situación para burlar a la justicia.

Con Puigdemont no hay nada de qué hablar.


*Adrián Vázquez Lázara, eurodiputado del Parlamento Europeo, es secretario general de Ciudadanos.

Evitemos repetir, por cansancio, la manida cita marxista (tendencia Groucho) de los principios puestos a disposición del mejor postor. Que no importa sustituirlos por otros, aunque sean opuestos, lo sabemos de sobra gracias al presidente del Gobierno en funciones, que se ha esmerado en la teoría y práctica de los cambios de opinión y las rectificaciones.

Carles Puigdemont
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