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Sí, al turismo responsable; no, a la 'turismofobia'
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Gabriel Escarrer Jaume

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Sí, al turismo responsable; no, a la 'turismofobia'

Las protestas impulsadas la pasada semana en Canarias pueden convertirse en un punto de inflexión hacia un nuevo modelo turístico más empático, rentable, mejor empleador, inclusivo, sostenible y regenerativo

Foto:  Decenas de personas protestan con carteles durante una manifestación contra el modelo turístico. (Foto: Europa Press Canarias)
Decenas de personas protestan con carteles durante una manifestación contra el modelo turístico. (Foto: Europa Press Canarias)

Las recientes movilizaciones en las islas Canarias nos hacen recordar los movimientos de hace unos años en otros destinos como las Islas Baleares, que a pesar de ser residuales, generan mucho eco mediático y un potencial daño reputacional importante a los destinos. El movimiento actual, bajo el lema Canarias tiene un límite, surge como respuesta a un modelo turístico que consideran agotado, según sus promotores, que han querido dejar muy claro que no están contra el turismo, sino contra el crecimiento ilimitado y la saturación. Por ello, reclaman la imposición de dos medidas no exentas de polémica: una ecotasa y una moratoria turística.

España acaba de cerrar 2023 como un año de récords en materia turística. Gracias a la solidez de la demanda viajera; a nuestra percepción como destino seguro ante una situación de inseguridad en Oriente Medio (que ha desviado viajeros de otros destinos hacia los nuestros); y a los grandes atractivos y valores de nuestra oferta, va camino de superarlos nuevamente en 2024. Cuando por primera vez se estima que el sector facture más de 200.000 millones de euros y alcance los 85 millones de visitantes.

Debido a esta evolución, el turismo representará el 35,4% del crecimiento de la economía española, consolidándose como el principal motor económico del país. Al mismo tiempo, el crecimiento va acompañado de la creación de más y mejor empleo, un 5,3% más que en 2023, el 96,8% de carácter indefinido, según el último informe de Exceltur.

"El turismo representará el 35,4% del crecimiento de la economía española, consolidándose como el principal motor económico del país"

Al mismo tiempo, es evidente que esta curva de demanda atípicamente alta ha podido contribuir a agravar la percepción de las externalidades negativas asociadas muchas veces al turismo, como la saturación puntual de los destinos, la escasez de talento cualificado para trabajar en la industria o la creciente dificultad y coste en el acceso a la vivienda (también para los residentes), entre otras. Sería, en definitiva, una reacción social que no pretende eliminar el turismo, que ha traído numerosos beneficios a las islas y a sus habitantes, sino provocar cambios en el modelo turístico: unos cambios que desde el propio sector llevamos años reclamando.

Nuestro turismo se enfrenta a grandes y múltiples retos, como la digitalización, la reconversión de muchos destinos pioneros del litoral hoy obsoletos, la escasez de talento, la conectividad, la rentabilidad…. Pero entre todos ellos destaca uno, saber si queremos tener un turismo sostenible y competitivo a largo plazo, es decir, una evolución de nuestro modelo turístico —basado todavía en alta medida en la cantidad— hacia uno basado en la calidad. Siempre digo que nuestro objetivo no debe ser pasar de 82 a 85 millones de visitantes extranjeros en España, sino conseguir que esos 82 millones sean más respetuosos, realicen un mayor gasto en los destinos, que extiendan sus viajes más allá de las temporadas altas, que se fidelicen y que contribuyan a valorizar nuestra oferta cultural y de experiencias.

Hablando de los límites a la oferta, es evidente que hoy en día no tiene sentido crecer por crecer, pero personalmente no creo en medidas restrictivas como las moratorias (suelo decir que las carga el diablo) o las eco-tasas, que a menudo se convierten en una penalización impuesta casi exclusivamente a los hoteles para engrosar capítulos de gasto corriente de las Administraciones. Nada tiene que ver con una tasa que se presume finalista y destinada a restaurar los impactos negativos del turismo en los destinos.

"La eclosión de viviendas de alquiler turístico es uno de los fenómenos que ha venido a agravar la situación de muchos destinos"

Yo creo en ordenar muy bien lo que ya tenemos, incentivar la mejora y reposicionamiento de los establecimientos (como logramos hacer en Baleares con la Ley General de Turismo del año 2012, que detonó reformas y reposicionamiento de hoteles por varios miles de millones de euros, sin crecer ni una sola habitación), y por supuesto, creo en combatir la oferta ilegal de plazas de cualquier tipo.

En definitiva, cualquier crecimiento debe incorporar valor añadido y una mejor redistribución de la renta generada por el turismo entre las sociedades locales, que recuperarán la aceptación y aprecio ciudadano por el turismo si perciben la mejora que este promueve en su calidad de vida.

Por el contrario, la eclosión de viviendas de alquiler turístico de las plataformas de alquiler vacacional, de forma descontrolada e insuficientemente regulada, es uno de los fenómenos que ha venido a agravar la situación de muchos destinos, y consecuentemente, la percepción ciudadana sobre el turismo y los turistas. Frente a una oferta de plazas hoteleras que apenas ha crecido en términos netos en los últimos años, la proliferación de pisos turísticos crece de manera exponencial año tras año, 60.000 nuevas plazas solo en el último año en los principales destinos turísticos españoles, según Exceltur. Un crecimiento que además de sobrecargar los recursos naturales y ciudadanos de los destinos, tiene un impacto devastador en la calidad de vida de los residentes, al reducir y encarecer la cantidad de viviendas disponibles, aportando, por otra parte, muy pocos beneficios a la sociedad local en términos de redistribución de renta y de empleo.

"Promover el odio a los turistas envía un mensaje injusto y hostil a los mercados emisores que durante décadas han confiado en nosotros"

Las protestas impulsadas la pasada semana en Canarias pueden convertirse en un punto de inflexión hacia un nuevo modelo turístico más empático, rentable, mejor empleador, inclusivo, sostenible y regenerativo si consiguen concienciar a nuestras autoridades sobre la necesidad de definir una estrategia turística de país que apueste por la calidad y la sostenibilidad. También de controlar toda la oferta ilegal y regular todos los tipos de oferta alojativa en base a una planificación adecuada y cumpliendo las mismas regulaciones y controles que la oferta hotelera.

Si seguimos trabajando en mejorar la calidad (versus la cantidad), en segmentar mejor a nuestros clientes, consolidar el empleo estable y de calidad, desestacionalizar la demanda e invertir en sostenibilidad, avanzaremos en el camino para minimizar los impactos negativos derivados de nuestra actividad. Con ello, generaremos sin duda una mayor empatía y reconocimiento social hacia el turismo. Este debe ser nuestro objetivo, en lugar de promover el odio a los turistas, que envía un mensaje injusto y hostil a los mercados emisores que durante décadas han confiado en nosotros, contribuyendo a la prosperidad de nuestros destinos y a la reputación de nuestra marca España.

Turismo responsable sí, turismofobia, no.

*Gabriel Escarrer Jaume es el presidente y consejero delegado de Meliá Hotels International, además de presidente de Exceltur.

Las recientes movilizaciones en las islas Canarias nos hacen recordar los movimientos de hace unos años en otros destinos como las Islas Baleares, que a pesar de ser residuales, generan mucho eco mediático y un potencial daño reputacional importante a los destinos. El movimiento actual, bajo el lema Canarias tiene un límite, surge como respuesta a un modelo turístico que consideran agotado, según sus promotores, que han querido dejar muy claro que no están contra el turismo, sino contra el crecimiento ilimitado y la saturación. Por ello, reclaman la imposición de dos medidas no exentas de polémica: una ecotasa y una moratoria turística.

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