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“¿Cuándo vais a empezar a pensar que se ha hecho tarde para todo?”
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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“¿Cuándo vais a empezar a pensar que se ha hecho tarde para todo?”

La fracasada estrategia de Rajoy se ha basado en dos pilares: el efecto balsámico de la recuperación económica y el vacío político -más allá del PP- en el espacio del centro-derecha

Foto: Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy. (EFE)
Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy. (EFE)

Tomo prestado este pecio de Rafael Sánchez Ferlosio en Campo de Retamaspara describir la situación del PP a pocos meses de las elecciones generales. Tal como está el patio, da risa llamar “cambios” al hecho de designar a un director de campaña y a unos cuantos figurantes empoderados con el pomposo título de “vicesecretarios generales” para que se defiendan en las tertulias televisivas.

Pero aunque vinieran cambios de personas más relevantes –qué se yo, que Rajoy en un inaudito arrebato de audacia sustituyera de golpe a diez ministros- el pecio de Ferlosio seguiría siendo igualmente pertinente. Porque los dos cambios que el PP verdaderamente necesita son un cambio de rumbo político y una renovación drástica de su personal dirigente, empezando por su liderazgo: dos cosas que sin duda se van a producir, pero tendrá que ser ya después de las elecciones y con la urgencia del perdedor, que es la que les entra a los partidos de gobierno cuando se ven fuera del poder.

El PP está hoy en una situación muy parecida a la del PSOE al empezar el verano de 2011: una legislatura en la que la acción del Gobierno ha sido una trituradora de votos, unas catastróficas elecciones municipales y autonómicas y la constatación de que ya hay un veredicto social sobre este gobierno y que nada de lo que pueda ocurrir de aquí a las generales va a alterar ese veredicto.

La fracasada estrategia de Rajoy se ha basado en dos pilares: el efecto balsámico de la recuperación económica y el vacío político -más allá del PP- en el espacio del centro-derecha, que enviaba a sus votantes descontentos a la abstención pero no a otros partidos. Volverán, era el tranquilizador mensaje del líder a sus inquietos barones. Pero no han vuelto, y ya no van a volver en cantidad suficiente y a tiempo para impedir que ocurra lo que está escrito desde hace meses.

El PP está en una situación muy parecida a la del PSOE el verano de 2011: una legislatura en la que la acción del Gobierno ha sido una trituradora de votos

Los dos supuestos de la estrategia han fallado cual escopeta de feria. Sí, hay síntomas de incipiente recuperación, pero el caso es que en 2015 la decisión de voto ya no se resuelve en el campo de la economía, sino en el de la política; y el monopolio del PP en el centro-derecha se ha roto por la irrupción de Ciudadanos, un confortable refugio para ex-votantes del PP que ya no soportan a Rajoy, no se fían un pelo del psoe-de-pedro-sánchez y están adiestrados a abominar de la abstención.

En la morfología política de Rajoy la inacción es la más eficaz forma de acción. Toda su carrera se ha construido sobre la ley del movimiento mínimo, que consiste en permanecer lo más quieto posible y esperar los errores del adversario. Y el caso es que no le ha ido mal…hasta este momento. Porque ahora los errores del adversario ya no le bastan y los movimientos que tendría que hacer, además de repugnar a todos sus instintos, serían ya irremediablemente tardíos.

La situación se resume así: la probabilidad de que el PP permanezca en el Gobierno después de las próximas elecciones es muy pequeña en cualquier caso. Pero si el candidato es Mariano Rajoy, esa probabilidad es igual a cero.

No habrá mayorías absolutas en las generales, eso ya está claro. Pero en 2015 ni siquiera habrá las mayorías relativas que en otros períodos han permitido sostener a un gobierno monocolor en minoría. Todos los presidentes de la democracia –Suárez, González, Aznar, Zapatero- han gobernado alguna vez en minoría, pero siempre con un grupo parlamentario propio próximo a los 160 escaños que sólo les obligaba a buscar apoyos ocasionales o pactos más estables con algún otro grupo –generalmente, con los nacionalistas catalanes que hoy han quedado inútiles para ese tipo de servicio.

¿Es verosímil que alguien se aproxime siquiera a los 160 escaños en estas elecciones? Yo creo que no lo es. El partido más votado quedará a una gran distancia de la mayoría absoluta y necesitará un complemento de 40 0 50 escaños para sostener a un Gobierno.

Se puede gobernar un Ayuntamiento estando en franca minoría. Se puede hacer también en una comunidad autónoma, aunque es mucho más difícil (pronto lo comprobaremos); pero es totalmente inviable un gobierno monocolor en el parlamento español con 120 o 130 escaños.

Así que si el PP resultara ser el partido más votado –lo que parece probable- estaría abocado a montar un gobierno de coalición o a alcanzar un sólido pacto de legislatura con alguien que esté dispuesto a entregarle los muchos votos que le faltarán para gobernar.

La pregunta es: ¿quién va a hacer eso? A priori, sólo hay dos candidatos: Ciudadanos en un acuerdo de centro-derecha o el PSOE en un hipotético acuerdo de gran coalición.

Una cosa es acordar con Cifuentes en Madrid y otra muy distinta explicar que te asocias con Rajoy para que siga en la Moncloa hasta el final de la década

Pero después de lo que ha llovido y con el nivel de descrédito político y de rechazo social que ha acumulado el PP, asociarse a un nuevo gobierno de ese partido para los próximos cuatro años es jugar con fuego. El partido de Rivera podría perder de un solo golpe todo lo que ha ganado desde su despegue y me cuesta mucho ver al Comité Federal del PSOE votando semejante cosa.

Ahora bien: si el candidato del PP se llama Mariano Rajoy, la probabilidad de que el PP encuentre en el Parlamento los votos necesarios para gobernar es inexistente. Con este ambiente, me parece impensable que haya un solo partido en España dispuesto a asumir el coste de proporcionar a Rajoy cuatro años más en la Moncloa.

Vana pretensión la de confiar en el apoyo de Ciudadanos para esa aventura. Una cosa es acordar con Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid y otra muy distinta explicar que te asocias con Rajoy para que siga en la Moncloa hasta el final de la década (eso en el supuesto, que está por ver, de que la suma del PP y Ciudadanos fuera suficiente).

Tiene algo de razón Mariano cuando se resiste a los cambios. Llegados a este punto, cualquier cosa que haga huele a maniobra electoral a la desesperada

El establishment nacional (léase IBEX 35) tardará poco en darse cuenta de que el PP de Rajoy ya ni siquiera es funcional para frenar las dos amenazas que más les preocupan: Podemos en el Gobierno y la escisión de Cataluña. Y buscará otras combinaciones.

En realidad, la candidatura de Rajoy sólo tendría sentido político si asume que la derrota es inevitable y se presta a comerse el marrón para que su sucesor afronte la siguiente etapa sin la pesada carga de haber protagonizado un desastre electoral. Esa hipoteca fue, entre otras cosas, la que hizo imposible el trabajo de Rubalcaba en el PSOE.

Así que en el fondo tiene algo de razón Mariano cuando se resiste al carrusel de cambios que le exigen. Llegados a este punto, cualquier cosa que haga huele de lejos a maniobra electoral a la desesperada y ello le priva de toda virtualidad. Es la imagen del pantano: si te quedas quieto, te hundes poco a poco; si te agitas, te hundes más deprisa. Y no parece que haya voluntarios dispuestos a prestarte el palo al que agarrarte para salir.

Tomo prestado este pecio de Rafael Sánchez Ferlosio en Campo de Retamaspara describir la situación del PP a pocos meses de las elecciones generales. Tal como está el patio, da risa llamar “cambios” al hecho de designar a un director de campaña y a unos cuantos figurantes empoderados con el pomposo título de “vicesecretarios generales” para que se defiendan en las tertulias televisivas.

Mariano Rajoy Moncloa Ciudadanos Cristina Cifuentes