Una Cierta Mirada
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El plan del PP para ganar las elecciones: personas mayores y poblaciones pequeñas
Ya tenemos el guión de la campaña de Rajoy: viajes constantes a los pueblos y mensajes 'ad hoc' para sus habitantes. 8 millones de personas con derecho a voto tienen más de 65 años
Si están familiarizados con el lenguaje del marketing habrán oído hablar, sin duda, de los target groups. En español, “públicos objetivos”. Son aquellos grupos de población a los que se otorga una preferencia especial a la hora de vender un producto o de lanzar una campaña publicitaria.
Habrán oído hablar también de las estrategias de segmentación. Se trata de descomponer la comunicación para hacer un traje a la medida para cada grupo social, tanto en el contenido de los mensajes como en los canales por los que se transmiten.
Se llama estrategia. Un objetivo, un plan para alcanzarlo y unos recursos -humanos, económicos y materiales- al servicio de ese objetivo.
Pues bien, esto mismo se aplica a las campañas electorales. También en ellas se trata de provocar una decisión: la de votar a un determinado partido o candidato. También cada partido define sus públicos objetivos (¿qué votos quiero conseguir prioritariamente y, por tanto, a quiénes me voy a dirigir con más intensidad?). Y como el mercado electoral se compone de toda la población mayor de edad, se segmentan los mensajes y se seleccionan los canales para ser ganar eficacia. La red ha multiplicado de forma brutal las posibilidades de segmentación de las estrategias de comunicación, hasta llegar casi al mensaje individualizado. Por eso hoy los partidos políticos gastan más en contratar 'community managers' que jefes de prensa.
En las poblaciones pequeñas apenas están presentes Podemos y C's, que carecen de una implantación territorial comparable a la de los grandes partidos
No es difícil deducir de lo que hacen y dicen los partidos cuál es la estrategia de cada uno en esta campaña: qué públicos objetivos han decidido considerar prioritarios y por qué, y cómo piensan aproximarse a ellos. Pero de todos las planes en presencia, el más claro es el del Partido Popular.
El PP tuvo casi once millones de votos en 2011 y desde entonces cerca de cinco millones de sus votantes se han distanciado de él: o ya han decidido votar a otro partido o -la mayoría- aún se lo están pensando. Su estrategia, por tanto, sólo puede ser defensiva: no se trata, como en el caso de Podemos o Ciudadanos, de crecer ganando votos nuevos, sino de defender el territorio intentando conservar los que tuvieron.
Y cuando el momento de la decisión está ya a la vuelta de la esquina, ¿qué clase de votantes pueden ser más proclives a mantenerse fieles al PP? Los planificadores de su campaña lo tienen clarísimo, y yo creo que no se equivocan: en primer lugar, las personas mayores. Y en segundo lugar, los habitantes de los pueblos y ciudades más pequeños, la España más rural.
8 millones de personas con derecho a voto tienen más de 65 años. Y 14 millones viven en municipios con menos de 20.000 habitantes. No es poca gente: un gran resultado en estos dos “públicos objetivos” puede ser un colchón providencial para compensar el fuerte voto de castigo que sin duda va a propinar el resto de la población al partido del Gobierno.
En las poblaciones pequeñas apenas están físicamente presentes Podemos y Ciudadanos, que carecen de una implantación territorial comparable a la de los grandes partidos y tienen su fuerza en los grandes núcleos urbanos. Sí está el PSOE, pero los socialistas en esta campaña tienen que atender demasiados frentes a la vez como para ser competitivos en uno sólo: una de sus debilidades es que los amenazan por todas partes y no pueden permitirse el lujo de seleccionar objetivos ni de segmentar. Sólo correr, deprisa, deprisa, y confiar en el destino.
En la poblaciones pequeñas la penetración de las redes sociales es mucho menor que en las ciudades. Pesa más el entorno inmediato, el contacto personal: pesa, por ejemplo, el poder local. Y resulta que el PP, dentro de su desastroso resultado del 25 de mayo, salvó un gran número de alcaldías precisamente en esos municipios de menos de 20.000 habitantes. Así que dispone de un potente ejército de activistas institucionales actuando sobre el terreno, cosa de la que carecen sus adversarios. Por ese lado, la cosa está clara.
Pero más claro aún está lo de las personas mayores. En todas las elecciones generales del siglo XXI el PP ha mantenido una hegemonía indiscutible entre los mayores de 65 años. Siempre ha estado en ese grupo de edad al menos 10 puntos por encima de su propia media. Por ejemplo, en 2011 el PP tuvo un 45% de votos; pero según el CIS, su resultado entre los mayores fue del 56%.
La gente mayor mantiene una fidelidad de voto al PP a prueba de bombas. Si no fuera por ellos, hoy el partido de Rajoy estaría preparándose para una derrota estrepitosa. Y además les gusta votar, son el grupo de edad con mayor participación. Probablemente porque les queda el recuerdo de cuando no les dejaban hacerlo.
La gente mayor mantiene una fidelidad de voto al PP a prueba de bombas. Si no fuera por ellos, Rajoy estaría preparándose para una derrota estrepitosa
No siempre fue así. El PP creció y se hizo fuerte derrotando al PSOE en los grandes núcleos urbanos y entre la gente de menos de 40 años. De hecho, durante mucho tiempo ha tenido una gran fortaleza precisamente en la generación que se estrenó electoralmente votando a Aznar en 1996. Pero la era Zapatero provocó una doble revolución en la estructura del voto socialista: por un lado, le dio al PSOE el voto de la mayoría de las mujeres, cosa que nunca había tenido antes. Pero por el otro, le enajenó el voto de las personas mayores, que nunca comprendieron el zapaterismo ni sintonizaron con él. Estos efectos duran hasta el día de hoy.
Parecer haber en esto una pauta que se repite, una especie de fatalidad histórica. Cuando un partido que ha tenido mucho poder durante mucho tiempo entre en fase de decadencia electoral, sus últimos reductos son siempre las personas mayores y las poblaciones pequeñas. Le ocurrió al PSOE de Felipe González, que llegó al poder impulsado por una oleada de voto joven y urbano y pasó sus últimos años defendiéndose como gato panza arriba con el apoyo de los mayores y de los pueblos
Así que ya tienen el guión de la campaña de Rajoy: viajes constantes a los pueblos y mensajes 'ad hoc' para sus habitantes (ya han lanzado una primera consigna contra la propuesta riveriana-rubalcabiana en origen- de suprimir las Diputaciones Provinciales: “Mi pueblo no se cierra”). Y toda su potencia de fuego mediática concentrada en los medios y en los horarios que frecuentan las personas mayores. Por supuesto, con un mensaje de fondo inequívoco: confíe usted en la gente con experiencia. “Los experimentos con gaseosa” será el auténtico eslogan de fondo de toda la comunicación del PP en estas elecciones.
¿Y saben qué? Que es probable que les funcione. Sobre todo porque es su última bala: si no funciona eso, él último que cierre la puerta. Pero con cifras en torno al 40% entre los mayores y en las poblaciones pequeñas, Mariano podría estar salvado. Y él lo sabe, ya lo verán en las próximas semanas.
Si están familiarizados con el lenguaje del marketing habrán oído hablar, sin duda, de los target groups. En español, “públicos objetivos”. Son aquellos grupos de población a los que se otorga una preferencia especial a la hora de vender un producto o de lanzar una campaña publicitaria.