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El voto generacional de las tres Españas
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El voto generacional de las tres Españas

En la España actual, el factor que más poderosamente discrimina el comportamiento electoral es la edad

Foto: (Imagen: Enrique Villarino)
(Imagen: Enrique Villarino)

Desde que los noventayochistas pusieron en circulación el dramático concepto de las dos Españas, siempre nos ha perseguido la imagen maldita de un país escindido en realidades irreconciliables. Aún hoy, 77 años después del final de la Guerra Civil, hay múltiples formas de describir a España en términos divisivos.

Ahí está la confrontación más tradicional: la España progresista y la reaccionaria, rojos frente a azules. Hoy nos hemos vuelto finos y lo llamamos el eje izquierda-derecha. Junto a ella, existe la España de los ricos y la de los pobres (el eje arriba-abajo, que diría Pablo Iglesias), una división que los años de prosperidad atenuaron y la crisis ha vuelto a profundizar. Existen la España urbana y la rural, la del norte y la del sur. Existe la España centrípeta y centralista, que siente la diversidad como una amenaza; y frente a ella, la España centrífuga, que arrastra a las partes a diferenciarse y separarse del conjunto. Existe la España ilustrada, amante del saber, frente a esa otra España que alardea de ignorancia y, como escribió Machado, “embiste cuando se digna usar de la cabeza”.

Todas esas dualidades son pertinentes, ayudan a comprender este país difícil de comprender y, con más o menos fuerza, operan sobre la política y contribuyen también a explicar el comportamiento electoral de los españoles. La más reciente es la que divide a la sociedad analógica de la digital. Pero esa brecha, siendo cada vez más relevante (lo es sin duda en la competición electoral), en realidad está llamada a durar poco: más pronto que tarde, el mundo será completa e irreversiblemente digital.

El factor generacional nos clasifica y nos explica electoralmente con más contundencia que la posición ideológica, clase social, territorio u otro criterio

Pese a todo, creo que en la España actual el factor que más poderosamente discrimina el comportamiento electoral es la edad. Cualquier analista encontrará pronto que el factor generacional nos clasifica y nos explica electoralmente con más contundencia que la posición ideológica, la clase social, el territorio o cualquier otro criterio.

Todos los estudios sobre las elecciones de diciembre de 2015 -singularmente, los del CIS- muestran que en lo tocante al voto no hay dos, sino tres Españas: una España joven, que incluye a todos los que están entre 18 y 44 años (sí, en esta sociedad envejecida no es ningún disparate considerar joven a quien ya ha rebasado los 40); una España madura, entre los 45 y los 64 años, y la España de las personas mayores, que ya han alcanzado los 65 años.

Las diferencias entre estos tres bloques generacionales se manifiestan con fuerza inusitada en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva. Pero centrémonos hoy en lo electoral.

En las últimas elecciones generales, votaron 25,3 millones de personas. De ellas, el 41% por debajo de 45 años y el 59% por encima de esa edad. Veamos cómo se repartió el voto válido entre los cinco partidos de ámbito nacional:

A continuación, agrupemos el voto en los tres bloques generacionales: la España joven, la madura y la mayor.

La conclusión política de estos datos salta a la vista:

Si solo hubiera votado la “España joven” (ciudadanos entre 18 y 44 años), Podemos y sus confluencias habrían ganado claramente las elecciones. El segundo partido sería Ciudadanos, el tercero el PP y el PSOE quedaría en cuarta posición. La suma de los escaños de Podemos y del PSOE probablemente hubiera permitido una mayoría de Gobierno de la izquierda encabezada por Pablo Iglesias.

Con el voto de la población madura (entre 45 y 64 años) como única referencia, el PSOE estaría en cabeza, con el PP en segunda posición. El acuerdo PSOE-Ciudadanos, liderado por un Sánchez ganador de las elecciones, habría tenido más probabilidades de salir adelante. También sería viable un acuerdo de izquierdas liderado por el PSOE.

Pero si solo hubieran votado los mayores de 65 años, el PP habría obtenido una cómoda mayoría absoluta. La hegemonía del PP entre las personas mayores es la clave del resultado electoral en España y se ha convertido ya en su única fortaleza: más del 40% de los votantes del Partido Popular han cumplido ya 65 años. Pero es una fortaleza sólida y difícil de asaltar, porque se mantiene intocada desde hace ya muchos años, siendo indiferente que el PP esté en el Gobierno o en la oposición.

El factor generacional afecta al Partido Popular de forma extrema: es el cuarto partido entre los votantes menores de 35 años y es el dueño indiscutible de la generación superior a los 65 años.

La interpretación más inmediata de todo esto es que en la decisión de voto del 20-D se impuso muy claramente el eje de “lo nuevo frente a lo viejo” sobre cualquier otro criterio. Observen esta tabla:

Pero no solo es muy diferente el voto entre estas tres generaciones de españoles. El CIS nos ofrece información sobre la forma en que cada una de ellas se aproximó a su decisión de voto el 20-D. Gracias a esos datos sabemos, por ejemplo, que las personas de más edad tenían su voto más decidido de antemano:

Casi la mitad de la España joven, pues, dice haber decidido su voto durante la campaña. En cuanto a los mayores, dos de cada tres lo tenían decidido de antemano. Además, entre la gente mayor abundan más los que declaran que la razón principal de su elección es que siempre votan al mismo partido, que lo hicieron con plena convicción y que no dudaron.

Los más jóvenes, por el contrario, se deciden más tarde (y por tanto, el desarrollo de la campaña influye más en ellos), no están fidelizados a ningún partido y admiten en mayor grado haber dudado entre varias opciones de voto. Aunque los menores de 45 años representan solo el 40% del censo, más de la mitad de los que eligieron partido el mismo día de las elecciones corresponden a ese grupo.

También los votantes más jóvenes son más sensibles a los argumentos reactivos: el 15% de los que participaron admite que la razón principal de su elección fue evitar que ganara otro partido, cifra que se reduce a la mitad en los mayores.

Y, por supuesto, lo de la brecha digital también influye:

Muchas pistas para los planificadores de esta próxima campaña y una hoja de ruta segurita para el PP de Rajoy: juegue a mantener cerca del 50% del voto de las personas mayores y, si lo consigue, su partido tendrá problemas graves a medio plazo, pero en la cita del 26-J no puede irle muy mal.

Desde que los noventayochistas pusieron en circulación el dramático concepto de las dos Españas, siempre nos ha perseguido la imagen maldita de un país escindido en realidades irreconciliables. Aún hoy, 77 años después del final de la Guerra Civil, hay múltiples formas de describir a España en términos divisivos.

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