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Pedro, ¿tú sabes lo que es la plurinacionalidad?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Pedro, ¿tú sabes lo que es la plurinacionalidad?

Pues para no existir debate, el panorama es asombroso: cinco congresos y cinco definiciones distintas de España, todas enrevesadas y cabalísticas.

Foto: l secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la clausura del XIII Congreso de los Socialistas de Baleares. (EFE)
l secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante la clausura del XIII Congreso de los Socialistas de Baleares. (EFE)

Tras esta tanda de congresos territoriales socialistas la vicesecretaria general del PSOE ha dicho que en ese partido no puede haber debate sobre la plurinacionalidad porque eso ya lo resolvió el congreso federal. Pues para no existir debate, el panorama es asombroso: cinco congresos y cinco definiciones distintas de España, todas enrevesadas y cabalísticas.

En realidad, ese es el único debate que existe en el Partido Socialista. Y no ahora, sino desde hace años. Hace mucho tiempo que los socialistas españoles no mantienen un debate ideológico que merezca tal nombre, salvo que se considere así la fatua afirmación de que “somos la izquierda”. Tampoco se detectan trazas de una polémica ardorosa sobre las principales políticas del país: crecimiento económico, empleo, financiación del Estado social, pensiones, cambio climático, modelo energético, migraciones… Para todo ello tiran de manual, aprueban tediosamente la ponencia que corresponda y a otra cosa.

Ahora bien, es tocar el tema territorial y el patio se alborota al instante. El PSOE ha devenido en un contenedor de corte semifeudal que ya sólo respira a través de sus estructuras territoriales. Los intereses entrecruzados, los movimientos posicionales y los roces brotan de la interacción de esos poderes y de su relación con el poder central de Ferraz. No es extraño que los barones estén siempre en el centro de todo lo que se cuece.

Por eso costó tanto armar el consenso de Granada. En aquel texto se obtuvo un delicadísimo punto de equilibrio que funciona como los palillos chinos: si se mueve uno, se viene abajo todo el montaje.

Ahora bien, es tocar el tema territorial y el patio se alborota al instante

Pedro Sánchez ha desmontado aquel frágil consenso a muchas bandas para sustituirlo por un acuerdo bilateral con el PSC, desplazando el eje doctrinal del federalismo a la plurinacionalidad. Y claro, se ha liado una gorda.

Los objetivos del secretario general están a la vista y todos ellos son tácticos: durante las primarias, extremar el choque con Susana Díaz. Después, alimentar el noesnoísmo profundizando la grieta con el PP; dar un poco de oxígeno al asfixiado PSC (recompensando de paso los servicios prestados); y tender un puente hacia Podemos en la cuestión que más separa a ambos partidos.

El problema es que, tras consagrarla como verdad revelada del nuevo PSOE, la palabra de marras anda necesitada de que alguien le dé una explicación y un contenido. Para mostrar referencias han viajado de Bolivia a Bélgica, pasando por Francia y Alemania, pero sólo han logrado añadir más confusión a lo que ya venía confuso de fábrica.

Las resistencias nacen de la sospecha sobre lo que venga dentro de la caja. Se teme que lo que se presenta como propio de las cosas del sentir (la nación como sentimiento) se traslade a las cosas de mandar y de comer, y que la plurinacionalidad comporte nuevas asimetrías de poder o de recursos. Una sospecha que crece cuando quienes la describen como una mera gratificación sentimental a ciertos territorios, a continuación emiten propuestas de aumentos de inversiones o de quitas fiscales para esos mismos territorios. Hasta ahí podíamos llegar y no me hagas elegir entre lealtades. Si el título de nación incluye más poder o más pasta, a ver quién da la vez en este local.

Foto: La presidenta andaluza y secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, es aplaudida por la nueva ejecutiva tras ser reelegida durante la clausura del 13 Congreso del PSOE de Andalucía. (EFE)

Dicen los capataces del nuevo PSOE que lo de la plurinacionalidad es dogma y su aplicación preceptiva. Pero dado lo vaporoso de la fórmula, muchos se preguntan cómo se aplica en la práctica lo que hasta ahora no ha pasado de ser un rizo discursivo, una mercancía verbal.

Por eso es preciso que se aclare qué significa, según el PSOE, que una Comunidad Autónoma se constituya en nación. Y las preguntas se amontonan:

Para empezar, ¿cuál sería el trámite? ¿La propia Constitución, además de reescribir el artículo 2, establecería el censo de las naciones y de las que no lo son? Las no-naciones, ¿podrían seguir siendo nacionalidades (en cuyo caso tendríamos tres categorías) o todas quedarían agrupadas como regiones?

¿Se fijarían unos criterios objetivos para identificar a las naciones? Porque si uno de ellos es el bilingüismo, ahí están Galicia, Baleares y la Comunidad Valenciana. Si es por los derechos históricos, ahí esta Navarra. Y sea por lo que sea, ahí está Andalucía.

¿O bien, puesto que se trata sólo de un sentimiento, sería decisión de cada Comunidad Autónoma llamarse nación? Porque en tal caso y por si las moscas, nadie querría privarse de sentir algo tan potencialmente lucrativo, y quedaría diluido el hecho diferencial que sin duda se desea resaltar.

Por otra parte, ¿qué otras consecuencias tendría adquirir el estatus constitucional de nación? ¿Cómo afectaría a la distribución de competencias, a la relación con el Gobierno central o a la representación en los órganos del Estado? Por no hablar del sistema de financiación.

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (2i), junto a la coordinadora general del partido, Marta Pascal (3i), y el 'conseller' Joaquim Forn (i), durante el acto de campaña 'Sí al mejor país', en Barcelona. (EFE)

Si el “perfeccionamiento” constitucional de la plurinacionalidad que propone el PSOE es algo meramente retórico que no afecta a la soberanía, ni a las cuotas de poder, ni a las competencias ni la los recursos, conviene explicárselo a los nacionalistas catalanes y vascos. Para ellos el concepto de nación es algo muy distinto a eso, y se sentirían estafados con razón.

Si por el contrario tiene consecuencias prácticas (es decir, si dentro del envoltorio hay algo más que aire), es necesario informar con detalle a todos los españoles. Por ejemplo, poniendo de una vez sobre la mesa el texto constitucional que se propone para sustituir a la actual definición de España. Porque puede que, como dice Antonio Casado, descubramos que se está dando carta de naturaleza no a la plurinacionalidad, sino al plurinacionalismo.

Y si únicamente se trata de encontrar una bienintencionada vía de salida para el quilombo de Cataluña, me temo que llega tarde. A los promotores del procés ya les interesa muy poco cómo se autodefina o los defina España. El único cambio constitucional que podría interesarles es el derecho de autodeterminación, para largarse mejor.

No sabemos –ni probablemente sabremos nunca- si el secretario general del PSOE es cabalmente consciente de lo que es y significa la plurinacionalidad o cogió la palabra al vuelo y no sabe bien qué hacer con ella. Lo cierto es que han sacado a pasear a la serpiente sin extraerle el veneno, y ahora se extrañan de que el personal ande subido por las mesas.

Tras esta tanda de congresos territoriales socialistas la vicesecretaria general del PSOE ha dicho que en ese partido no puede haber debate sobre la plurinacionalidad porque eso ya lo resolvió el congreso federal. Pues para no existir debate, el panorama es asombroso: cinco congresos y cinco definiciones distintas de España, todas enrevesadas y cabalísticas.

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