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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Para qué sirve Sumar?

El montaje ideado por Yolanda Díaz para suplir la decadencia del podemismo fue bautizado en el laboratorio con el pretencioso nombre de Sumar pero, de momento, no ha hecho otra cosa que restar incluso antes de nacer

Foto: Yolanda Díaz en la Asamblea fundacional de Sumar. (Ricardo Rubio/Europa Press)
Yolanda Díaz en la Asamblea fundacional de Sumar. (Ricardo Rubio/Europa Press)
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El primer semestre de 2024 estaba llamado a ser también el primero efectivo de la legislatura, ya que la investidura de Sánchez y la formación de Gobierno se demoraron hasta casi las vísperas de Navidad. Pero la sucesión de cuatro convocatorias electorales prolonga la parálisis política y aplaza al menos otros seis meses el momento de comenzar a gobernar.

Llegará el verano y lo único concreto que se habrá hecho desde la investidura de Sánchez es aprobar a bofetadas una ley de amnistía de aplicación incierta, dejar caer unos presupuestos y atravesar un nuevo desfiladero electoral. Suponiendo que la mayoría caleidoscópica que sostiene al gobierno (más bien, que lo asfixia) no reviente por el camino, en el mejor de los casos este paréntesis de desgobierno durará cerca de veinte meses, aunque amenaza con prolongarse la legislatura entera. En la política española se tira el tiempo como si nos sobrara, mientras en el sótano se apilan y se dejan pudrir los problemas de fondo del país.

Es prematuro anticipar quién saldrá robustecido, quién maltrecho y quién descalabrado de este ciclo electoral. Son elecciones distintas, con distintas reglas y protagonistas. Al parecer, en cada una de ellas alguien se juega la vida: el partido de Sánchez, el PP, Vox, los nacionalistas… Lo más probable es que el resultado sea desigual y cada uno encuentre en las tripas de los datos motivos de lamento y de consuelo, incluso de euforia. Con una excepción: a estas alturas de la carrera, cuando sólo se ha cubierto la primera etapa (Galicia), ya existe un derrotado universal.

El montaje ideado por Yolanda Díaz para suplir la decadencia del podemismo fue bautizado en el laboratorio con el pretencioso nombre de Sumar pero, de momento, no ha hecho otra cosa que restar incluso antes de nacer. Y las cuatro elecciones de 2024 serán cuatro hecatombes seguras.

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (Europa Press/Gabriel Luengas)

En Galicia consiguió extinguir definitivamente a las antaño arrolladoras Mareas y resucitar al BNG como fuerza mayoritaria de la izquierda. En el País Vasco, segunda estación, se conformará si consigue un escaño y que Podemos no saque más votos que Sumar. En Cataluña se vislumbra un panorama oscuro para los comunes, especialmente desde que la vengativa Colau se haya cargado de una vez los presupuestos de la Generalitat, los del Ayuntamiento de Barcelona y, derivadamente, los de España (en todo caso, Colau ha exhibido con toda claridad que no responde en absoluto a la disciplina política de Yolanda Díaz). Y en las elecciones europeas, donde hace diez años emergió Podemos, Sumar sólo salvará algún eurodiputado porque España sigue incumpliendo la directiva europea de 2018 que mandata a los Estados miembros a establecer un porcentaje mínimo de votos para obtener escaños. Ni siquiera se sabe cuántas de las 16 siglas que se agruparon inicialmente en Sumar concurrirán pajo ese paraguas a la votación del 9 de junio. Para empezar, el partido balear Mès per Mallorca ya ha considerado más apetecible asociarse al BNG y ERC. No serán los únicos en abandonar el barco.

Tras comprobar su propia ineptitud como gobernante, en su precipitada huida de la política oficial Pablo Iglesias entregó a Yolanda Díaz un grupo parlamentario de 43 diputados y un puñado de posiciones de poder en comunidades autónomas y ayuntamientos de grandes ciudades. Tras las dos votaciones del año 23, Sumar desapareció del poder territorial y redujo su representación a 35, que inmediatamente pasaron a ser 31 por el empeño de la lideresa de exterminar al partido de quien la había designado a dedo porque era la única ministra de la cuota podémica que se leía los expedientes del Consejo de Ministros, parecía tener nociones de derecho, se había metido en el bolsillo a los sindicatos y regentaba un ministerio de verdad y no uno de juguete.

A estas alturas, nadie ha sido capaz de explicar de forma que se entienda qué diablos es esa cosa que llaman Sumar. Obviamente, no es un partido político reconocible como tal, puesto que carece de estructuras orgánicas, de planteamientos programáticos y estratégicos conocidos por la población y toda su implantación territorial no es propia, sino prestada por los partidos que se embarcaron ocasionalmente en la expedición sin que ninguno de ellos cediera a la supuesta marca común un ápice de su autonomía orgánica y política. En el caso de contemplarlo como un partido político, habría que catalogar a Sumar en la categoría de “partidos de notables”, históricamente más frecuentes en la derecha que en la izquierda.

Foto: Yolanda Díaz, en el cierre de la I Asamblea de Sumar. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Tampoco se reconoce como una confederación de partidos que, como mínimo, exigiría la existencia de un órgano confederal donde se coordinaran las posiciones políticas de sus componentes. Es más bien una amalgama informe de siglas regionales montada apresuradamente por el PCE para salvar a la extrema izquierda del desastre incubado bajo el mandato de Iglesias, explotar la imagen personal de la ministra de Trabajo y ofrecer a Sánchez algo más o menos sólido para una coalición de gobierno.

Repasemos la situación actual de la embarcación. En Galicia, ha desaparecido en beneficio del BNG. En Asturias quien posee la fuerza es Izquierda Unida, a la que le faltan dos telediarios dentro de Sumar. Algo similar sucede en el País Vasco. En Cataluña los comunes corren por su cuenta y, como acaba de verse, toman sus decisiones sin consultar a Sumar ni a su lideresa. Los de Errejón y la ministra de Sanidad han exigido y conseguido que Sumar renuncie a tener estructura propia en la Comunidad de Madrid, de tal forma que el partido de Yolanda Díaz no existe como tal en un territorio donde están la capital de España y 7 millones de personas. Compromís está valorando seriamente si, como partido nacionalista valenciano, le beneficia o le perjudica seguir integrado en una marca de ámbito nacional que hace aguas por todas partes y de la que no se fían en absoluto cuando llegue el momento de abordar en serio cuestiones cruciales para ellos como la financiación autonómica. No han avanzado un paso en unificar a la atomizada izquierda andaluza y en las generales quedaron cuartos, por detrás de Vox. En el resto de España son simplemente marginales.

Sumar se sostuvo sólo aparencialmente en las elecciones de 2023 mientras pudo contener la fuga de Podemos, que no quiso asumir la culpa de fracturar el espacio de la extrema izquierda y contribuir así a la victoria de la derecha. Cumplido ese expediente, Yolanda cerró las puertas del Gobierno a los de Iglesias y estos se largaron dando un portazo. Sánchez ha tardado poco en comprender que necesita esos cuatro votos y comienza a cortejarlos (si no, de qué iba a estar Pablo Iglesias en un programa de Televisión Española). Pero lo cierto es que hoy, al peso, dentro de su extrema debilidad, tanto Podemos como Izquierda Unida conservan estructuras de partido más consistentes que la vaporosa criatura llamada Sumar, mera prestataria de los partidos que la integran y ya van haciendo fila para salir.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Con todo, lo peor no es su fantasmal existencia como organización política, sino su papel radicalmente subalterno dentro del Gobierno. Los 31 diputados que le quedan siguen siendo imprescindibles, pero ella no controla ni a la mitad de ellos. Tiene desatendido su desempeño en el ministerio de Trabajo, que fue lo que la hizo fuerte. Y si Iglesias siempre conservó la posibilidad de romper la coalición con el PSOE Yolanda Díaz no puede siquiera pensar en ello. Podemos nunca llegó a ser un satélite del PSOE. Sumar sí lo es, y solo por eso se mantiene a flote.

Un líder político deja de serlo cuando pierde la capacidad de decir no. No se trata de que Sumar tenga un proyecto y una estrategia diferencial; es que no puede permitirse tenerlos. Lo sabe ella, lo sabe Sánchez y hasta lo saben ya los visionarios que la veían en la Moncloa.

El primer semestre de 2024 estaba llamado a ser también el primero efectivo de la legislatura, ya que la investidura de Sánchez y la formación de Gobierno se demoraron hasta casi las vísperas de Navidad. Pero la sucesión de cuatro convocatorias electorales prolonga la parálisis política y aplaza al menos otros seis meses el momento de comenzar a gobernar.

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