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Innovación: ahora que Mazzucato está entre las estrellas, ¿habrá quien baje a tierra?
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Innovación: ahora que Mazzucato está entre las estrellas, ¿habrá quien baje a tierra?

Mazzucato vuelve con 'Mission Economy', en el que suma a sus velas los vientos de la conmemoración de la llegada a la Luna y de la consternación en que la pandemia nos mantiene sumidos

Foto: Mariana Mazzucato.
Mariana Mazzucato.

Las apariciones públicas de Mariana Mazzucato suscitan el interés propio de las estrellas del cine. Para muchos, si Piketty representa el diagnóstico inapelable de nuestra era, Mazzucato es quien tiene las soluciones. No hace aún una década que ambos publicaron, casi a la vez, las obras con las que se consagraron como profetas de la modernidad. El francés nos señaló el origen de nuestros males sociales y la italiana nos dio motivos para la esperanza. La desigualdad es el problema, pero la innovación es la solución.

Mazzucato es más práctica, más amena y tiene además olfato para el 'marketing'. Su ' El Estado emprendedor' vio la luz al calor de la brecha 'emprendedora' abierta por el 'Start-up Nation', de Senor y Singer. Tras una voluntariosa incursión en el terreno de Piketty con ' El valor de las cosas', vuelve ahora con ' Mission Economy', en el que, sin abandonar la ola del emprendimiento (público), suma a sus velas los vientos de la conmemoración del aniversario de la llegada a la Luna y de la consternación en que la pandemia nos mantiene sumidos.

Foto: La economista Mariana Mazzucato, durante una charla TED. Opinión

La tesis fundamental de Mazzucato se mantiene: la política económica de Europa y Estados Unidos ha sido víctima de una mitología paralizante y nociva. Entre estos mitos, destaca el que proclama que el sector privado es más eficiente que el público. Mazzucato se afana en demostrar que muchos de los avances que atribuimos al primero se deben a recursos y proyectos del segundo. Si estamos sumidos en el estancamiento económico y el marasmo social, es porque hemos renunciado a la promoción del propósito público para caer en las garras de los intereses privados y así hemos empobrecido la sociedad y entontecido a los poderes públicos. En tiempos de pandemia, su conclusión fundamental es rotunda: frente a los grandes problemas, los grandes remedios han de venir propiciados por un sector público que guíe y financie.

Para Mazzucato, la política ha de reivindicarse frente a las restricciones financieras: no es cuestión de ver qué hacemos con lo que tenemos. Por el contrario, hay que decidir primero qué conviene y hacerlo sin reparar en costes porque, además, cuando hay innovación e incertidumbre, los costes no pueden determinarse con certeza. Su último libro sugiere varios retos a los que aplicarnos. Sobre todo en este último libro, Mazzucato aboga por elegir retos como objeto de las políticas públicas y no sectores estratégicos ni tecnologías —no está claro que todos los mazzucatistas estén de acuerdo con esto—.

Foto: Vista de una oficina de Apple. (Reuters) Opinión
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Pero Mazzucato también ha evolucionado en estos años. Hace siete años se acumulaban estudios para ilustrar que apoyar a las empresas por ser pequeñas y no por ser jóvenes es un error. Ahora evita el asunto. Entonces explicaba que premiar a quien de forma sostenida en el tiempo demuestra falta de capacidad o de voluntad para crecer es malo para la productividad y para el empleo. Quizá la productividad y el empleo han dejado de ser un reto. Pero ¿y si lo fueran aún? ¿Sería razonable eliminar las ayudas a las empresas en razón de su tamaño y otorgarlas solo a empresas de menos de cinco años de antigüedad? Si el reto fuera elevar la productividad y fomentar la inversión de las empresas en la capacitación de sus trabajadores, ¿sería planteable desgravar agresivamente lo invertido en formación y en adquisición de activos basados en conocimiento en cualquier actividad que los empresarios consideraran conveniente? Si hubiese un país que de verdad quisiera privilegiar el futuro sobre el pasado, que llevara décadas afanándose por elevar su productividad sin conseguirlo casi nunca cuando la economía y el empleo crecen y que además partiera de unos niveles altos de desempleo juvenil, ¿qué debería hacer?

Hace siete años, creo saber qué me hubiera contestado la profesora Mazzucato a estas preguntas cuando aún recordaba haber escrito: “Hay mucha palabrería sobre las pequeñas empresas que crean empleo”. Ahora no lo sé. Cualquier día se lo pregunto. Y si me admite una pregunta más —sé que es ir un poco lejos, pero me han dicho que la profesora Mazzucato es muy partidaria del debate—, le preguntaría si eliminar las ayudas por tamaño de las empresas y sustituirlas por ayudas a las empresas jóvenes (de menos de cinco años de vida) es de derechas o de izquierdas. Si recuperara la frescura dialéctica de su primer libro, es probable que me respondiera: “Sería innovador”.

*Isaac Martín Barbero, abogado y economista.

Las apariciones públicas de Mariana Mazzucato suscitan el interés propio de las estrellas del cine. Para muchos, si Piketty representa el diagnóstico inapelable de nuestra era, Mazzucato es quien tiene las soluciones. No hace aún una década que ambos publicaron, casi a la vez, las obras con las que se consagraron como profetas de la modernidad. El francés nos señaló el origen de nuestros males sociales y la italiana nos dio motivos para la esperanza. La desigualdad es el problema, pero la innovación es la solución.

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