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Las contraofertas laborales: no es oro todo lo que reluce
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Las contraofertas laborales: no es oro todo lo que reluce

Ese motivo distinto del económico que inicialmente te impulsó a emprender un nuevo camino en otra empresa no van a cambiar porque tu jefe te agasaje con nuevas condiciones

Foto: Lejos de intentar influir sobre una decisión tan personal, la experiencia me lleva a aconsejar que no es oro todo lo que reluce en las contraofertas laborales. (iStock)
Lejos de intentar influir sobre una decisión tan personal, la experiencia me lleva a aconsejar que no es oro todo lo que reluce en las contraofertas laborales. (iStock)

De algún modo, todos, ya sea a través de un amigo, un familiar, o en nuestras propias carnes, nos hemos chocado de bruces con una contraoferta laboral. Tras vernos inmersos en un vericueto proceso de selección, tras haber superado con éxito sus distintas fases y comunicar a nuestra empresa el deseo de rescindir nuestro vínculo laboral —lo que en el argot jurídico se denomina preaviso—, cuál es nuestra sorpresa cuando nuestro jefe, lejos de despedirnos con un "adiós, muy buenas" o, dicho más finamente, con un "que te vaya bien", nos pone encima de la mesa una oferta de renovación, con una subida salarial, que, de un simple vistazo, parece difícil de rechazar. Las dudas se ciernen sobre nosotros y una pregunta inunda nuestros pensamientos: ¿qué debo hacer?

Lejos de intentar influir sobre una decisión tan personal como esta, que, normalmente, está embebida de matices, aristas y circunstancias personalísimas, la experiencia me lleva a aconsejar que no es oro todo lo que reluce en las contraofertas laborales y que no suele ser buena consejera aceptarlas. Ni para ti, ni para tu jefe.

Desde el punto de vista del trabajador, quien se adentra en un nuevo proceso de selección, ya sea motu proprio, ya sea sin comerlo ni beberlo, normalmente —y digo normalmente, porque de todo hay en la viña del Señor—, lo hace movido por más intereses que el monetario, simplemente. Aunque, evidentemente, cuando de trabajar se trata el sueldo es una variable a tener en cuenta, son otros muchos los motivos que nos hacen dar ese paso de cambiar de empresa: proyección laboral, ambiente de trabajo, hastío y aburrimiento, necesidad de asumir nuevos retos y un largo etcétera que nos han llevado a pasar una parte nada desdeñable de tiempo en mirar ofertas laborales, enviar solicitudes, preparar entrevistas y realizar pruebas de selección.

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Pues bien, una realidad parece clara, y no por obvia hay que olvidarla: ese motivo o esos motivos, distintos del económico, que inicialmente te impulsaron a emprender un nuevo camino en una nueva empresa, no van a cambiar porque tu jefe te agasaje con unas nuevas condiciones salariales, porque, simple y llanamente, lo único que te ofrecerán será eso, una subida de salario. Pero los motivos subyacentes que motivaron la búsqueda del cambio seguirán estando presentes y, tarde o temprano, más bien temprano que tarde, acabarán saliendo a la superficie y precipitarán un nuevo desenlace. Y es que no todos somos Mbappé ni a todos pueden ofrecernos lo que le ofrecieron los afrancesados jeques.

También hay que tener en cuenta que, si se decide aceptar la contraoferta, no será fácil que tu empresa asuma como natural, sin reproches futuros, que hace no mucho tiempo quisieras abandonarla y emprender un nuevo camino laboral. "Roma no paga traidores", decían los clásicos, y "homo hominis lupus" los más eruditos, y lo cierto es que, en nuestro país, de larga tradición picaresca, no es fácil que quien nos puso encima de la mesa la suculenta contraoferta no deje de vernos, a medio plazo, como un peligroso Lazarillo del que desprenderse en cuanto hayamos concluido nuestros proyectos vigentes o en cuanto nos hayan encontrado un reemplazo.

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Tampoco te pondrá en una buena situación para futuros cambios que una vez que ya decidieras cambiarte de trabajo te echaras para atrás, dejando en la estacada a quien confió en ti. También la comidilla y el chascarrillo tienen una larga tradición ibérica, y no es fácil, más aún en sectores endogámicos o cerrados, quitarse el sambenito de conformista o cobarde.

En definitiva, que allá cada cual, porque sus razones tendrá para obrar de un modo u otro, pero que si quieren escuchar un consejo, simplemente decirles que no todo es oro en las contraofertas.

* Mila González es directora de la oficina de Madrid de Iuristalent.

De algún modo, todos, ya sea a través de un amigo, un familiar, o en nuestras propias carnes, nos hemos chocado de bruces con una contraoferta laboral. Tras vernos inmersos en un vericueto proceso de selección, tras haber superado con éxito sus distintas fases y comunicar a nuestra empresa el deseo de rescindir nuestro vínculo laboral —lo que en el argot jurídico se denomina preaviso—, cuál es nuestra sorpresa cuando nuestro jefe, lejos de despedirnos con un "adiós, muy buenas" o, dicho más finamente, con un "que te vaya bien", nos pone encima de la mesa una oferta de renovación, con una subida salarial, que, de un simple vistazo, parece difícil de rechazar. Las dudas se ciernen sobre nosotros y una pregunta inunda nuestros pensamientos: ¿qué debo hacer?

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