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Obsolescencia programada en el sector jurídico
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Obsolescencia programada en el sector jurídico

Hay una pregunta que ondea el sector y es si estamos los abogados sometidos a la obsolescencia programada. ¿Nos educan para tener un tiempo limitado de ejercicio?

Foto: Esta obsolescencia programada afecta, sobre todo, a nuestro sistema judicial. Foto: iStock.
Esta obsolescencia programada afecta, sobre todo, a nuestro sistema judicial. Foto: iStock.

Si de pequeño te preguntaron que qué querías ser de mayor, y tu respuesta fue bombero o artista, bienvenido: ser jurista o ser abogado es tu profesión de futuro. Si a esto, además, le unes que te dieron alas y te pusieron un libro de Isaac Asimov (Lucky Star), un tente / lego o un ordenador en tus manos, era imposible que no tengas la creencia de que formas parte de la constante construcción del mundo.

Sin embargo, hay una pregunta que ondea el sector y es si estamos los abogados sometidos a la obsolescencia programada. ¿Nos educan para tener un tiempo limitado de ejercicio?

Tradicionalmente, los abogados nos hemos movido entre libros, papeles, leyes y juzgados. Adicionalmente, conforme ha ido pasando el tiempo, hemos trascendido de la máquina de escribir al ordenador, y con él, hemos vivido el boom de internet y de las nuevas tecnologías. Esto ha permitido ir añadiendo herramientas a nuestro trabajo que han provocado que sea cada vez menos frecuente ver en los juzgados a compañeros con expedientes ingentes de papel, que las agendas se hayan transformado en móviles o herramientas digitales y que nuestros despachos estén en "nubes".

Foto: Los números y la tecnología son hoy decisivos. (iStock)

Herramientas que, desde el OCR hasta la transformación de la voz en texto, pasando por CRMs o programas de gestión o, ahora, la inteligencia artificial y la posibilidad de generar escritos con ella, contar con resúmenes de sentencias con solo hacer una pregunta y, por supuesto, el uso de videoconferencias, nos permiten ser más eficaces y diligentes en la defensa de nuestros clientes y en el desempeño de nuestro trabajo.

Esta evolución, sin embargo, no ha sido lineal y si bien las nuevas generaciones digitales lo tienen más fácil, las escuelas y universidades no nos han preparado para ello. Al igual que tampoco nos han ilustrado sobre nuevas tecnologías o la necesidad de mantener un continuo aprendizaje de las mismas. Defecto que, poco a poco, se va subsanando en las nuevas promociones.

Se nos insinuó que estudiar Derecho suponía seguir estudiando toda la vida, pero no se nos dijo que la curiosidad por el mundo que nos rodea y la debida actualización en todo lo demás era igual de necesaria.

Foto: Un abogado, firmando documentos. (iStock) Opinión

Esto supone que muchos compañeros estén sometidos a esa obsolescencia programada, bien intencionalmente por su parte, o bien porque no se han sabido adaptar a los avances de la sociedad y a las herramientas que nos facilitan la labor. Los abogados navegamos entre conocimientos adquiridos y praxis reiterativa, a lo que deben unirse otros jugadores como son la inteligencia emocional y la inteligencia artificial, que si bien, a priori, no tienen nada que ver, en el fondo son dos caras de una misma moneda que nos permiten desempeñar nuestras funciones de una manera más efectiva y muchísimo más conveniente.

El problema de esta obsolescencia programada es que no solo afecta a los abogados que, a fuerza de inmediatez y necesidad, fruto de esa inteligencia emocional que nos es necesaria, se ha venido confrontando, sino que el problema afecta también y, sobre todo, a nuestro sistema judicial.

El empeño en tener una justicia más rápida, más eficaz y efectiva para el ciudadano choca con la tradicional e histórica burocracia que se ha venido imponiendo en nuestros juzgados y con esa arcaica reticencia a lo nuevo, a la que muchos juzgados no han sabido oponerse. El mundo judicial no es ajeno a los avances que están a su disposición, no sirviendo la excusa de que no tienen medios.

Foto: Juzgado de cláusulas suelo n.º 9 bis de Granada tras un derrumbe en el techo el pasado agosto.

La sociedad exige una digitalización de la Justicia que permita una comunicación mucho más rápida y efectiva, con un dato mucho más nutrido del que se puedan tomar estadísticas y decisiones (tanto por nuestra parte como abogados, para adoptar estrategias jurídicas de defensa, como por parte de nuestros clientes para tomar decisiones de inversión, de gestión, o simplemente de reclamación, y por supuesto, por parte de los propios juzgados, de los organismos públicos y del propio Estado).

Es indudable que Lexnet y la pandemia han provocado un avance sin precedentes en nuestro sector, pero no es suficiente. Es preciso que exista una transformación digital de alto nivel, que la oficina judicial única sea una realidad, que no exista diferencia entre un ciudadano de una comunidad autónoma o de otra a la hora de tener una respuesta por parte de la Justicia, que un justiciable no esté esperando más de un año en que su expediente sea revisado, y que todos los intervinientes de este sector estemos convencidos de que un mejor servicio a nuestros clientes y, sobre todo, a los justiciables, supone estar alineados con la sociedad, con la tecnología y con las herramientas que están a nuestra disposición (a la de todos).

Dudo que veamos en un corto plazo de tiempo sentencias dictadas por inteligencia artificial y, sinceramente, confío mucho más en el criterio y experiencia de nuestros jueces. Lo que sí espero ver es cómo la apuesta de mejora del sector, los programas de gestión y la adaptación de los juzgados a las nuevas tecnologías, la inversión que está realizando Europa a través de los Fondos Next Generation en mejorar y actualizar nuestro sistema de Justicia, provoca que tengamos un sistema judicial mucho más rápido, más eficaz y confiable para todos los intervinientes que, en el fondo, somos todos los ciudadanos.

Posiblemente, sea esa mirada de futuro que aportaron Asimov y los legos la que provoca que la respuesta a si estamos sometidos a la obsolescencia programada sea un esperanzador, claro y rotundo no.

*Dagania Fraile es litigation manager en Atlante.

Si de pequeño te preguntaron que qué querías ser de mayor, y tu respuesta fue bombero o artista, bienvenido: ser jurista o ser abogado es tu profesión de futuro. Si a esto, además, le unes que te dieron alas y te pusieron un libro de Isaac Asimov (Lucky Star), un tente / lego o un ordenador en tus manos, era imposible que no tengas la creencia de que formas parte de la constante construcción del mundo.

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