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Tribuna
Por
(Feliz) verano, abogados
Por mucho teletrabajo que todos tengamos ya integrado en nuestras vidas, vuelve a haber filas de taxis a partir de las 12 de la noche a las puertas de las oficinas de los “principales” despachos de abogados
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Desde el 2 de enero de 2023—año y medio largo ha pasado ya— muchos me han echado en cara haber invocado, no se sabe bien qué tipo de fuerzas que han mantenido paralizada durante meses la actividad transaccional en España. Dice el refrán que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Después de aquellas líneas de “Feliz año nuevo, abogados” no me siento Nostradamus ni Saruman “el Blanco”, si acerté no es ni más ni menos porque son muchos años ya y el guion es casi tan recurrente (que no ocurrente) como el de Anatomía de Grey.
Después de aquello, ahora que todos empezamos a soñar con playas de aguas cristalinas, me siento en la obligación de desearos un (feliz) verano. Hay un indicador inequívoco de la actividad “legal” en Madrid (la ilegal, la controlo menos): los taxis. Por mucho teletrabajo que todos tengamos ya integrado en nuestras vidas, vuelve a haber filas de taxis a partir de las 12 de la noche a las puertas de las oficinas de los “principales” despachos de abogados. Claramente, si la escena se repite día tras día es porque saben que dentro “hay material”. Y quien no se lo crea, que se dé un paseo con el perro por la noche. Y por favor, no son fechas para el enésimo debate sobre el teletrabajo: “paz y amor”.
Las fiestas de verano de los despachos este año han estado regidas por el efecto tirachinas, desde los que estiraban la goma intentando llegar, pero nunca llegaron, hasta los que pensaban que lo habían conseguido (“me escapo un rato”) y según llegaban salían corriendo a coger un taxi de vuelta porque había que apagar el enésimo fuego…. Mientras tanto, la vida sigue y España ha ganado la Eurocopa (qué maravilla esas dos horas de tregua que nos ha regalado cada partido en las que (casi) dejas de contestar emails y piensas y lees y redactas… Qué poco pedimos para estar contentos). Llegados a este punto, me imagino que ya todo el mundo ha percibido que los paréntesis que abrazan el “feliz” representan cierto sarcasmo, ¿o no?
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El primer día de 2024 que pisé la oficina les dije a los compañeros que quisieron escucharme “he estado en el Xanadú y he tenido un pálpito: las operaciones de centros comerciales van a volver a nuestras vidas, preparaos” (sabéis que lo dije). ¿Y han vuelto o no han vuelto? (O’Pazo). Pero, como me dijo un junior que buscaba galletas desesperadas en una notaría (dramaticemos – casi con lágrimas en los ojos-) “si solo fuera esto”. Nuestra vida profesional se ha convertido en una sucesión de refranes “si no hay, porque no hay y si hay, porque hay” (también en una tragicomedia, pero eso da para otro artículo).
Vienen días de ver cómo la gente se tensiona porque le van a devolver el SPA justo el día que se embarca en un crucero, gente que empieza a comprar billetes de avión como si estuviese jugando en una tragaperras, para cubrir todo tipo de escenarios de ida y vuelta de las vacaciones… No faltarán los jefes que te hablan de cuando ellos tuvieron que cancelar sus vacaciones porque “¿tú te acuerdas de cuando hicimos la operación X o Y?” Y sí, te acuerdas perfectamente de lo que hicimos, porque el billete que aparece cargado en el asunto curiosamente es el tuyo y lo hiciste tú.
Por mucho que los viejos del lugar hayamos pasado ya por tantas crisis y renacimientos, habrá que buscar el consuelo a unas vacaciones con menos sol y playa de lo que nos gustaría (la escalada, teniéndote que conectar a llamadas, tomar notas y luego enviar versiones revisadas de los contratos no os la recomiendo) en esa vocación de servicio tan intrínseca a nuestra profesión de abogado y en la fantasmagoría que nos caracteriza (de esa previsión de crecimiento del PIB que hace el gobierno, ¿quién no quiere contribuir con algún decimal? Somos también unos patriotas…).
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Las nuevas generaciones que empezasteis en el parón y ahora tenéis la mirada un poco perdida, no os dejéis llevar por la corriente de “las nuevas generaciones ya no son lo que eran”. El camino lo elegís vosotros y uno siempre puede coger la vía de servicio. Como en la película “A propósito de Henry” habrá un día en que miraréis a vuestra secretaria (bendita profesión está en la que todavía tenemos secres) y sabréis que ha llegado el momento de decir “hasta donde”, pero mientras tanto tenéis un oficio que aprender, que será vuestro capital de por vida, de vosotros depende aprovechar las oportunidades, disfrutarlo en la medida de lo posible (no se trata de ser masoquista -en la segunda acepción de la RAE) y no confundir causas y consecuencias (aun a riesgo de ser agredida físicamente en algún momento, lo diré una vez más: el bonus es la consecuencia, nunca la causa).
No tengo más remedio que tirar de los clásicos: a verdades como “nunca te bañarás dos veces en el mismo río” (Heráclito), hay que añadir que “bañador e impresora (envuelta en papel de burbujas siempre) caben en la misma maleta que no necesita facturación” y en “Amazon venden unas pantallas portátiles que han librado a mucha gente de terminar veranos con tres o cuadro dioptrías extra”. Antes de contestar ese email que te hace buscar desesperado un saco de boxeo, tómate un Calypo y lo verás todo mucho mejor después.
Como decía el otro día el tío de Rafa Nadal citando a San Agustín, “Es malo sufrir, pero es bueno haber sufrido”. Ya con esto, dejo tranquilo a los fans de la alienación. ¡(Feliz) verano!
Desde el 2 de enero de 2023—año y medio largo ha pasado ya— muchos me han echado en cara haber invocado, no se sabe bien qué tipo de fuerzas que han mantenido paralizada durante meses la actividad transaccional en España. Dice el refrán que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Después de aquellas líneas de “Feliz año nuevo, abogados” no me siento Nostradamus ni Saruman “el Blanco”, si acerté no es ni más ni menos porque son muchos años ya y el guion es casi tan recurrente (que no ocurrente) como el de Anatomía de Grey.