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Antes de empezar a replantar los bosques quemados
Lo primero: reconocer el esfuerzo de quienes han apagado las llamas. Y lo segundo: evitar la erosión de los terrenos quemados y proteger ese valioso tesoro que es el suelo forestal
El ímpetu por recuperar los paisajes perdidos, ese deseo irrefrenable de resarcir los daños del fuego para olvidar el mal sueño, puede llevar a muchos a pensar que lo primero que hay que hacer tras un incendio forestal es empezar a replantar el bosque para que todo vuelva a ser como antes. Pero eso no es así.
Lo primero tras dar por extinguido un incendio forestal es tomar buena nota de lo sucedido y reconocer, agradecer y recompensar debidamente el esfuerzo de quienes han hecho posible el final de la pesadilla: bomberos forestales, UME, policia, agentes medioambientales, protección civil, agrupaciones de defensa forestal y voluntarios.
Ellos son los que han evitado que los daños hayan sido mayores, por eso lo primerísimo que deben hacer las autoridades es reconocer el alto valor de sus servicios prestados a la comunidad y, en el caso de bomberos y agentes medioambientales, dignificar de una vez por todas sus condiciones laborales atendiendo a sus justas peticiones. A ver si de una vez por todas aprendemos que la mejor manera de ayudar a la naturaleza es ayudarles a ellos.
Hace poco un alto cargo provincial me reconocía que si en España no arden tantas hectáreas como en otros lugares, pese a enfrentarnos al mismo tipo de incendios, los llamados de sexta generación o megaincendios, es porque contamos con los mejores profesionales del mundo en tareas de extinción: los más valerosos, los más entregados a la causa. Algo a lo que yo añadí “pues imagínese si además les dotasen de los medios adecuados”. Fin de la conversación.
Y es que ha sido realmente bochornoso observar estos días, a través de las redes sociales, las condiciones en las que esta noble gente se jugaba la vida por apagar las llamas, doblando turnos, mal equipados, mal alimentados, siendo atendidos por la gente de los pueblos ante del desdén de las administraciones, intolerable.
Dicho esto, apagadas las llamas hay que dar paso a la gestión forestal para iniciar la recuperación del patrimonio perdido, es decir atender al conocimiento científico de los ingenieros forestales y los biólogos de campo.
Antes de anunciar planes de reforestación en masa dotados de grandes presupuestos (¡ay, si los hubiéramos habilitado en prevención!), antes de anunciar como muchos políticos se están atreviendo a hacer que “esto lo vamos a recuperar ya”, sin atender a la nueva realidad climática ni al carácter ingobernable de los megaincendios que provoca, mucho antes de todo ello hay que escuchar a los verdaderos expertos y pensar a largo plazo, porque solo así conseguiremos unas masas forestales autóctonas, biodiversas, estables y resilientes.
Y lo primero que nos van a decir esos expertos es que antes de plantar un árbol hay que analizar cómo ha quedado el suelo, porque el suelo forestal es la base de todo y ahí está escrito el paisaje que viene.
El suelo forestal es un inmenso laboratorio de biogénesis. En ese primer palmo de tierra germina cuanto crece y evoluciona la fauna edáfica, los organismos descomponedores que convierten la materia orgánica en el humus, muy rico en carbono, que nutre y sustenta toda la cubierta vegetal. Por eso, antes de echarse al monte a plantar nada hay que afanarse en salvar el suelo y retener el humus.
Aunque parezca una paradoja el mayor enemigo del bosque tras el paso de las llamas es la lluvia. Las lluvias torrenciales, que van a llegar antes o después como tras cada período de altas temperaturas, pueden arrastrar todos esos nutrientes hasta el fondo de los pantanos, convertidos en lodo. Por eso el paso previo a reforestar es retener el suelo, ya sea con la madera caída, con taludes, con astillas; pero logrando que se quede ahí. Y aguardar.
España atesora mucha ciencia forestal, un conocimiento que cabe aplicar antes y después del fuego: para prevenirlo y recuperar el bosque
Esperar a que la naturaleza reaccione. Porque el fuego actúa de manera distinta en nuestra escala temporal, borrando paisajes, que en la escala de la naturaleza, donde también desempeña un papel regenerativo que no siempre deviene en resultados catastróficos. La corteza quemada de un alcornoque no debe llevarnos a engaño: bajo su traje ignífugo, el corcho, sigue latiendo el árbol. De igual modo, ese roble, esa encina o ese pino que parecen definitivamente calcinados pueden rebrotar en primavera Por todo ello cabe atender a la posible regeneración natural del bosque, pues es la más deseable. Y si es necesario repoblar, habrá que hacerlo, pero atendiendo a lo que digan los expertos..
Pero antes que empezar a contratar los servicios de quienes se ofrecen estos días a replantar los bosques quemados (están saliendo como churros) hay que atender a lo que digan los ingenieros forestales, que como digo muy probablemente recomendarán esperar a ver cómo reacciona la propia naturaleza. Porque si logramos contener el suelo y las semillas que guarda en su interior es posible que sea capaz de recuperarse por sí sola. A otra escala de tiempo, es cierto, mucho más lentamente, pero de manera más eficaz y, acaso lo más importante, respetando el original: es decir con especies autóctonas (y aquí se incluyen los pinos) que cubran todo el espectro del ecosistema: desde el sotobosque hasta los árboles.
Muchos se preguntan estos días cuánto tiempo puede llevar ese proceso, cuánto voy a tardar en ver de nuevo el bosque como lo conocí y lo disfruté. Pero la respuesta exacta no existe. Hay quien se atreve a anunciar bosques nuevos en diez años, pero esos no serán los bosques que se llevaron las llamas. Porque lo cierto es que esos bosques nunca volverán, entre otras cosas porque han ardido árboles centenarios que eran en sí mismos un monumento vegetal, del todo insustituibles. Esa es la cara trágica de los incendios, que no solo arde el patrimonio natural, sino también el histórico, cultural y hasta sentimental de los pueblos afectados.
El ímpetu por recuperar los paisajes perdidos, ese deseo irrefrenable de resarcir los daños del fuego para olvidar el mal sueño, puede llevar a muchos a pensar que lo primero que hay que hacer tras un incendio forestal es empezar a replantar el bosque para que todo vuelva a ser como antes. Pero eso no es así.
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