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La agroindustria ve el campo como una sucesión de fincas de producción intensiva
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Jose Luis Gallego

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La agroindustria ve el campo como una sucesión de fincas de producción intensiva

La sobreexplotación de los acuíferos, la contaminación de los suelos o la pérdida de biodiversidad son algunos de los daños que provoca un modelo agroalimentario basado en el crecimiento sin fin y a cualquier coste

Foto: La agroindustria se expande por todo el planeta (Reuters/H.Hussain)
La agroindustria se expande por todo el planeta (Reuters/H.Hussain)

El avance de la agricultura industrial supone una de las mayores amenazas, no solo para la preservación de los ecosistemas naturales y la biodiversidad que albergan, sino para la economía rural y el propio modo de vida de las gentes del campo. Se trata de un modelo de explotación agraria tan insostenible como perverso, que no respeta ningún límite y que no atiende a nada que no sea producir al menor coste para vender más, exportar más y atraer financiación para eliminar a la competencia (o comprarla), y acaparar la máxima cuota de mercado. El resto es intrascendente: impacto ambiental, trabajo digno, biodiversidad… ¡no me vengas con chorradas!.

Aquí no se habla de otra cosa que no sea alcanzar el máximo beneficio y, si es necesario, seducir a los fondos de inversión para ampliar las fincas, multiplicar los invernaderos o montar más macrogranjas. Así es como entienden el campo quienes impulsan el 'agrobusiness': como un gigantesco tablero del Monopoly en el que la única regla que prevalece es la de optimizar la relación coste-beneficio. Por eso son cada vez más los inversores que apuestan por adquirir empresas agrícolas y comprar grandes extensiones de tierras de cultivo sin pisarlas, jugando con las cosechas como lo hacen en bolsa. Veamos un ejemplo.

El abandono de cosechas en el campo es una práctica tan habitual que ha dejado de ser noticia, pues viene repitiéndose temporada tras temporada desde hace años. Estamos hablando de fincas enteras, de centenares de hectáreas con millones de lechugas o toneladas de melones y sandias que, al no alcanzar el precio esperado en el mercado, son abandonados para que se pudran en la tierra en lugar de cosecharlos.

placeholder Lechugas abandonadas en un campo murciano (Foto: Salvemos el Arabí)
Lechugas abandonadas en un campo murciano (Foto: Salvemos el Arabí)

Detrás de estas jugadas especulativas hay grandes compañías de la agroindustria que operan en el mercado sin tener en cuenta el impacto que causan en el medio ambiente de la zona ni en la economía local. Aquí hablamos de agotamiento de recursos naturales y empobrecimiento de suelos en balde. De derroche de hectómetros y hectómetros de agua sustraídos de acuíferos sobrexplotados, en comarcas que llevan años soportando intensas sequías y pueblos que padecen restricciones de agua de boca.

Todo ello por no hablar del obsceno e inmoral ejemplo de despilfarro alimentario que supone dejar toda esa comida pudriéndose en el campo, solo porque los márgenes de beneficio no son los que esperaba la empresa, y en consecuencia prefiere ahorrarse las peonadas de la recolección. Una decisión de apenas un segundo a través de una llamada de móvil: ¿a cuánto dices que las pagan? ¿Cómo? Pues que les den: ni las recojáis ¡dejad que se pudran!

En defensa del campo y sus gentes

Las movilizaciones contra este tipo de malas prácticas agrícolas vienen sucediéndose en algunos territorios, como la Región de Murcia, donde cada vez son más habituales. Desde la plataforma ciudadana 'Salvemos el Arabí', ubicada en el campo de Yecla, han denunciado en varias ocasiones estas actitudes irresponsables por parte de las empresas de cultivos intensivos, sin que las autoridades hagan nada para evitarlo.

Foto: Un pastor con su rebaño de ovejas. (EFE/M. Bruque)

Como recordaba estos días la organización conservacionista WWF, que viene alertando desde mucho antes de la actual crisis del campo de la grave amenaza del avance de la agroindustria, en este contexto quien más pierde es la agricultura y la ganadería familiar que han optado por la producción ecológica. Fincas de alto valor social que producen alimentos saludables que cuidan de las personas y de la naturaleza y que cada vez cuentan con menos apoyo de la administración.

Para WWF, desde donde han aprovechado la situación para manifestar su compromiso con el sector agrario y el medio rural pidiendo una transición verde y justa para el campo y sus gentes, mientras la Política Agraria Común (PAC) siga repartiendo la mayor parte de sus fondos y ayudas entre las empresas que gestionan grandes explotaciones de carácter industrial no se van a calmar los ánimos en el campo. Mientras sus beneficiarios directos sigan sin salir de sus confortables despachos, a donde no llega la contaminación de los plaguicidas de los que abusan, ni las reclamaciones de los jornaleros de los que también abusan, va a ser imposible serenar los ánimos de sus habitantes.

placeholder No se pueden producir alimentos al margen de la naturaleza, ni mucho menos contra ella (EFE Raquel Manzanares)
No se pueden producir alimentos al margen de la naturaleza, ni mucho menos contra ella (EFE Raquel Manzanares)

Unos ánimos que no se van a contentar con más declaraciones vacías de contenido, ni con nuevas falsas promesas que se sumen a las incumplidas, sino que van a requerir la puesta en marcha de medidas concretas y urgentes para avanzar hacia un modelo agrícola más equilibrado, basado en el respeto a las personas, al medio ambiente y al mundo rural.

Un modelo que promueva el emprendimiento local, que genere oportunidades de empleo digno y estable para todos los trabajadores del campo, que produzca alimentos saludables y que contribuya a plantar cara al cambio climático y adaptarnos a sus consecuencias. Esta claro que el reto de alimentar a una población creciente con unos recursos naturales menguantes es mayúsculo, pero ninguna solución puede venir desde la falta de respeto al medio ambiente y la sostenibilidad. Como bien señalan desde el equipo de alimentos de WWF, conservar el patrimonio natural y adaptarse al calentamiento global es una cuestión de supervivencia también para el sector agrícola y ganadero, pues no se pueden producir alimentos al margen de la naturaleza.

El avance de la agricultura industrial supone una de las mayores amenazas, no solo para la preservación de los ecosistemas naturales y la biodiversidad que albergan, sino para la economía rural y el propio modo de vida de las gentes del campo. Se trata de un modelo de explotación agraria tan insostenible como perverso, que no respeta ningún límite y que no atiende a nada que no sea producir al menor coste para vender más, exportar más y atraer financiación para eliminar a la competencia (o comprarla), y acaparar la máxima cuota de mercado. El resto es intrascendente: impacto ambiental, trabajo digno, biodiversidad… ¡no me vengas con chorradas!.

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