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Las lluvias devuelven el pulso a la naturaleza: ¿seremos capaces esta vez de no tirar el agua por el desagüe?
El nivel de agua embalsada supera por fin la media histórica. El reto ahora es lograr una gestión más eficiente del recurso
Las imágenes del río Cigüela aportando de nuevo agua a las lagunas del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel tras permanecer seco durante más de una década, demuestran el alto poder reparador de la lluvia en la naturaleza. Las precipitaciones de marzo, que superaron en un 130% la media histórica, han logrado rehidratar el valioso y amenazado humedal manchego, revitalizando sus hábitats y la rica biodiversidad que albergan. Y lo mismo ha ocurrido con la mayoría de nuestros aguazales a los que las lluvias han librado de la lenta agonía que venían padeciendo
Pero más allá de celebrarlo, más allá de lanzar las campanas al vuelo como están haciendo algunas administraciones, lo que requiere el momento actual es reflexionar al respecto. Porque así como cuando el bosque está ardiendo es absurdo hablar de prevención de incendios y lo que toca es centrarse en las labores de extinción, la recuperación de las reservas debería llevarnos ahora a hablar de planificación. A actuar de una vez por todas contra la sobreexplotación de los acuíferos, acabar con las pérdidas en las redes de distribución y razonar la demanda agrícola. Es decir, a lograr un uso más eficiente de toda esa riqueza que nos ha caído del cielo, y nunca mejor dicho.
Con los pantanos al 66% y subiendo, pues aún falta mucha escorrentía por recepcionar, las reservas nacionales de agua embalsada han vuelto a aumentar por cuarta semana consecutiva, superando en más de dos puntos la media histórica para esta época del año (63,64%) y situándose casi quince puntos por encima del nivel registrado el año pasado por estas mismas fechas (51,18%).
Todo ello eso sí descontando la grave situación que atraviesan las cuencas internas de Cataluña, que aunque han experimentando una ligera mejoría (del 16,4% al 17,58%) siguen lejos de la media histórica (74,1%). Es más, los embalses del Ter y el Llobregat están incluso muy por debajo del año pasado, clasificado como extraordinariamente seco, cuando sus reservas descendieron hasta el 26,44% en plena alerta por sequía. Esos casi 10 puntos de diferencia a peor demuestran que, al margen de la alteración del régimen de precipitaciones asociada al cambio climático, estamos ante un problema de gobernanza y de gestión responsable del recurso.
El agua es la sangre de la naturaleza y nosotros mantenemos una relación vampírica con ella. Una relación basada en el abuso, no en el uso. Usar: hacer servir una cosa para algo. Abusar: hacer un uso excesivo, injusto o indebido de algo. En esa diferencia que señala el diccionario está la clave del problema del agua en nuestro país. Un país que se encuentra en la zona cero del cambio climático y que debe hacer frente al reto de la adaptación de manera urgente, sin esperar a la lotería de las borrascas. Por eso en España, más allá de incrementar la oferta con la desalinización y la regeneración de aguas de depuradora, la gestión eficiente del agua pasa por gestionar mejor la demanda.
Para rehidratar la naturaleza, para recuperar nuestros ríos y nuestras reservas subterráneas es necesario avanzar de una vez por todas hacia un uso más responsable del agua de riego. Y es que más de tres cuartas partes del agua que se consume en España es para regar y algunos informes señalan que la mitad acaba derrochándose. Un derroche que acaba pagando la naturaleza con la pérdida de biodiversidad.
El espejismo de Doñana
Pero para seguir con las buenas noticias viajamos hasta otro de los humedales que están sufriendo más por la sequía y la mala gestión de sus recursos hídricos: Doñana. Juanjo Carmona vive en Hinojos, a pie de marisma, donde trabaja como coordinador de la oficina para Doñana de la organización conservacionista WWF. Puestos al habla con él sus reflexiones van del entusiasmo a la prudencia pasando por una llamada a la responsabilidad. “Lo mejor de todo es que por primera vez en mucho tiempo la marisma se escucha”, nos cuenta. Con una precipitación acumulada que se sitúa en torno a los quinientos litros por metro cuadrado (676 en Hinojos, 400 en Las Marismillas), superando a la media, las lluvias están siendo de nuevo generosas con Doñana, y eso se nota en la naturaleza.
“Se vuelve a escuchar a las ranas -nos comenta Juanjo- y se oye de nuevo el canto de los pájaros, y eso, que no ocurría desde hacía mucho tiempo, transmite una sensación de felicidad inmensa”. Las principales lagunas, como las de Santa Olalla o el Sopetón, han empezado de nuevo a llenarse. El manto floral se ha vuelto a extender entre los arroyos y caños que vuelven a borbotear de agua fresca, atrayendo a los insectos, que son el ‘krill’ de Doñana. Pero cuidado, no nos dejemos llevar por el entusiasmo: ¿estamos ante un espejismo? En conversación con El Confidencial el responsable de WWF en la zona alerta que "tanto el Guadiamar como La Rocina o el Partido cogen agua muy pronto, y algunas lagunas como la de El Rocío se llenan rápido, pero esa sensación de plenitud puede resultar engañosa".
A juicio de este experto, más allá del encharcamiento superficial de algunas parcelas “es más que probable que el acuífero, que es la gran bomba de agua de la marisma, este incluso peor”. Y es que en su opinión “12 años de sequía no se solucionan con el paso de una borrasca por muy intensas que hayan sido las lluvias que nos ha dejado. Porque aquí no estamos ante un problema de lluvias, o mejor dicho: no solo. Aquí estamos ante un problema sobre todo de gestión”.
Por eso encuentra “una irresponsabilidad que desde la administración andaluza se diga que el problema se ha solucionado”, porque lo cierto es que “se sigue sacando más agua de la que entra” y además “mientras estamos hablando, aquí en Hinojos estamos ya a casi treinta grados” lo que hace prever “otro verano de récord de calor que aceleraría aún más la desecación de las lagunas”. Por todo ello apela “a la gestión más que a la celebración: a la responsabilidad más que a lanzar mensajes populistas”.
Las imágenes del río Cigüela aportando de nuevo agua a las lagunas del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel tras permanecer seco durante más de una década, demuestran el alto poder reparador de la lluvia en la naturaleza. Las precipitaciones de marzo, que superaron en un 130% la media histórica, han logrado rehidratar el valioso y amenazado humedal manchego, revitalizando sus hábitats y la rica biodiversidad que albergan. Y lo mismo ha ocurrido con la mayoría de nuestros aguazales a los que las lluvias han librado de la lenta agonía que venían padeciendo
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