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Javier Molina

Aprender a Invertir

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Ahorrar no es lo mismo que invertir

Apoyados en la idea de que ese período de no retribución se prolongará aún en el tiempo estamos asistiendo a una conversión casi forzada e inconsciente del tradicional ahorrador

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En un entorno de tipos de interés cero, donde la rentabilidad ofertada por la liquidez ha caído hasta ese mismo porcentaje, se está dando un fenómeno curioso cuyo final se me antoja trágico. Apoyados en la idea de que ese período de no retribución se prolongará aún en el tiempo (en Europa por lo menos), estamos asistiendo a una conversión casi forzada e inconsciente del tradicional ahorrador hacia un “nuevo” inversor. De no querer asumir riesgo alguno en su patrimonio, a estar expuesto a posibles pérdidas sin darse apenas cuenta. Todo ello bajo el principal argumento de que no hay motivos para pensar que el actual ciclo expansivo que estamos viviendo, tanto de la renta fija como de la renta variable, va a cesar y que el dinero no puede estar parado.

Podemos convenir que efectivamente a largo plazo, la liquidez ofrece peores resultados que las bolsas o los bonos. De facto y si acudimos a nuestra entidad bancaria de toda la vida y depositamos 5.000 euros a 12 meses, la rentabilidad que obtendremos es cero o casi cero. Si lo comparamos con lo que hubieran rendido esos mismos 5.000 euros en bolsa, las diferencias son significativas. Si tomamos una perspectiva de más largo plazo, y apoyados en un estudio de JP Morgan, podemos ver cómo esa retribución por el ahorro desde el 2000 y salvo en los años de la crisis financiera, ha ido reduciéndose hasta alcanzar la cifra de 0 en 2016. Del mismo modo y si tomamos la rentabilidad de 1 dólar desde 1899 hasta hoy, la renta variable supera con creces a los ofrecido por la liquidez.

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Sin duda que el impacto del interés compuesto hace que el capital se vaya incrementando gracias al efecto palanca que ejercen las rentas reinvertidas. De ese modo, 5.000 euros comprados en el MSCI Europa en 1986 serían hoy unos 25.426 euros. Si además hubiéramos reinvertido los dividendos obtenidos, el monto que tendríamos hoy sería de 63.800 euros.

La inversión así concebida no tiene, por tanto, competidor posible y ha representado la mejor oportunidad para ese perfil. Sin embargo, el problema no viene de ese inversor consciente de la rentabilidad/riesgo que asume, sino de aquel ahorrador que es traspasado hacía un perfil más agresivo y que no se corresponde con lo que realmente puede asumir.

El problema no viene de ese inversor consciente de la rentabilidad/riesgo que asume, sino de aquel ahorrador que es traspasado a un perfil agresivo

Eso está provocando que muchos de esos “nuevos” inversores no entiendan que ahorrar e invertir son cosas diferentes y que, dentro de una planificación financiera, los roles son totalmente opuestos. El ahorro requiere el tener un dinero separado, que sea totalmente líquido, de fácil e inmediato acceso y que cuente con la máxima seguridad. La cuenta clásica de ahorro bajo el amparo de un fondo de garantía es el claro ejemplo. Ese ahorrador busca la preservación del capital por encima de cualquier otro objetivo.

Sin embargo, el que invierte lo hace bajo la idea de exponer su dinero a riesgo con el objetivo de hacerlo crecer y se compran activos como acciones, propiedades, fondos, etc. En este caso se renuncia a la protección del capital (al menos en una parte) y el plazo que se decida para acometer esa inversión será clave a la hora de establecer su estrategia.

De este modo, el problema de colocar perfiles de ahorradores como si de inversores se tratasen generará, en cuanto los mercados cedan, frustración y pánico de consecuencias muy negativas para sus patrimonios. Si observamos las máximas caídas que el índice europeo (utilizo el ETF de iShares IEV) ha tenido desde máximos y por año (drawdown) desde el 2000 hasta ahora, fíjese que no son menores.

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¿Puede un ahorrador clásico al que han reconvertido en inversor en renta variable, aguantar un 20% de “drawdown”? Cada uno puede sacar sus conclusiones, pero dado el perfil real de ese individuo y la situación de máximos históricos en la mayoría de índices mundiales, todos aquellos “conversos” que no tengan muy claro lo que han hecho serán los primeros perdedores cuando las correcciones lleguen. Fíjese en este ejemplo de nada. Los tipos a 12 meses en Estados Unidos, tras 6 años de paz, se han disparado hasta el 1,4%.

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Así las cosas, ahorrar e invertir no son lo mismo y así deberían entenderlo y actuar. Es muy tentador mirar al pasado y ver cómo se habría multiplicado cualquier capital invertido en acciones o bonos, pero si eso le va a quitar el sueño y le supone renunciar a proteger su capital, no tome riesgos innecesarios. Tanta estabilidad, como decía Hyman Minsky, puede llegar a ser desestabilizante.

En un entorno de tipos de interés cero, donde la rentabilidad ofertada por la liquidez ha caído hasta ese mismo porcentaje, se está dando un fenómeno curioso cuyo final se me antoja trágico. Apoyados en la idea de que ese período de no retribución se prolongará aún en el tiempo (en Europa por lo menos), estamos asistiendo a una conversión casi forzada e inconsciente del tradicional ahorrador hacia un “nuevo” inversor. De no querer asumir riesgo alguno en su patrimonio, a estar expuesto a posibles pérdidas sin darse apenas cuenta. Todo ello bajo el principal argumento de que no hay motivos para pensar que el actual ciclo expansivo que estamos viviendo, tanto de la renta fija como de la renta variable, va a cesar y que el dinero no puede estar parado.

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