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Menos helados y más ahorro para sus hijos
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Javier Molina

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Menos helados y más ahorro para sus hijos

Si no existe una cultura del ahorro y del esfuerzo económico, tampoco se será capaz de afrontar una situación donde se contraen deudas

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Hace un tiempo, les contaba en esta misma sección que en mi obsesión por formar a mis hijos sobre los conocimientos mínimos financieros necesarios, le había abierto una cuenta corriente al mayor con el objetivo de poder explicarle las necesidades del ahorro y de la inversión. Pablo tiene siete años y, entre los regalos de la abuela de Mallorca, tíos y alguna moneda que consigue vendiendo conchas por la urbanización, va reuniendo un pequeño capital que poder ingresar y que me permite introducir algunos conceptos básicos.

Hasta he podido contarle recientemente algunas de las 'trampas' a las que tendrá que enfrentarse con respecto a la banca que, como le he dicho, pocas veces juega a su favor. Eso de que te prometiesen un 3% de interés por un ahorro de hasta 15.000 euros y ahora, tras varios ajustes, se queden en un máximo de 6.000, pese a ser “palanca clave en la vinculación con el cliente”, es una buena forma de introducirle lo que significa cambiar las reglas del juego una vez iniciado el partido, sin importar aquello que ofertaste inicialmente.

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La idea es hablar con naturalidad sobre el dinero, diferenciando 'precio' de 'valor', contando de dónde sale este, introduciendo lo que es ahorro y lo que es gasto, y aprovechando para argumentar la relación entre esfuerzo y recompensa. Y en este tiempo de vacaciones, el juego del helado es un buen inicio, pues intento que no caiga ninguno salvo que se lo gane. En función de las tareas que hace, en lo que ayuda o en lo que mejora, se va ganando sus euros, que puede convertir en helados. Esta relación con el dinero le ayuda de una forma sencilla a comprender esos conceptos, viendo que se requiere de esfuerzo para conseguir un objetivo, y que necesita realizar varias tareas para obtener la cantidad necesaria.

Además, ir sumando las cantidades ganadas, ver si le llega para el cono de chocolate o si le faltan unos céntimos para el almendrado, es un buen ejercicio práctico que realiza con interés. Luego, él decide qué hacer con ese dinero. Ayer mismo me sorprendió cuando me dijo que, con lo que había acumulado los últimos días, prefería comprarse algo que “durase más”, como una postal o un recuerdo de la zona, y no un helado, cuyo disfrute era efímero.

Foto: La adolescencia: esa edad impulsiva. (iStock)

Y es que la educación financiera es tarea principal de los padres y no parece buena idea dejarla en manos del sistema educativo. Un estudio reciente en Estados Unidos volvía a demostrar esta realidad cuando, tomando el 85% de lo que sería la escuela secundaria (hasta 18 años), solo un 16% de los alumnos necesita pasar un curso de finanzas personales para graduarse. Si quitamos los cinco estados donde esa formación es obligatoria, el porcentaje cae hasta el 8,6%. Y esto tiene su importancia, ya no por la parte de ahorro, sino por la alta deuda contraída por estos estudiantes para poder cursar sus estudios, y la incapacidad de entender las implicaciones financieras de la misma.

Desde el año 2010, el incremento de este tipo de deuda ha sido del 79%, alcanzando un total de 1,45 billones de USD. Si excluimos los préstamos hipotecarios para la compra de la vivienda, que suponen el 71% del gran total, en la siguiente categoría (en cuanto a destino del dinero que toman prestado en ese país) nos encontramos esa financiación adquirida por los estudiantes para cursar sus estudios. Esta supone cerca del 10% del total, cantidad que queda por encima de la deuda originada con las tarjetas de crédito o de los préstamos para la compra de vehículos.

La idea es hablar con naturalidad sobre el dinero, diferenciando 'precio' de 'valor', contando de dónde sale este

En este caso, el problema viene de la no consecución de los objetivos perseguidos, de la morosidad que se está produciendo y de no saber entender qué implicaciones tiene endeudarse. Algo similar a lo que tuvimos con el sector inmobiliario, pero del lado de los préstamos para la educación. Es decir, se incurre en deuda a largo plazo que hoy arroja una tasa de morosidad del 11% del total, con un retraso en el pago superior a los 90 días. Y puede aún ser peor, pues el 50% está en manos de estudiantes todavía en activo (o en desempleo) que no están contabilizados. Si bien el objetivo es lógico, dada la demanda de las empresas de trabajadores titulados, lo que falla es la comprensión de la deuda adquirida por parte de esos jóvenes carentes de cultura financiera. Si no existe una cultura del ahorro y del esfuerzo económico, tampoco se será capaz de afrontar una situación donde se contraen deudas, donde hay que analizar lo que se debe generar para hacer frente a la misma y el esfuerzo a realizar para cancelarla.

Si no existe una cultura del ahorro y del esfuerzo económico, tampoco se será capaz de afrontar una situación donde se contraen deudas

En el caso español, y tomando como fuente el último informe PISA, nuestros estudiantes quedaron en el puesto 10º de 15 de los analizados, con unos 20 puntos por debajo de la media en conocimientos financieros. Un 25% no alcanzó las competencias básicas de esta materia y parece que, pese a incorporar en 2014 la asignatura optativa sobre cultura financiera, no se ha visto avance alguno. Ahí se mostraba cóomo solo un 6% de los jóvenes españoles tenía conocimientos financieros suficientes para entender algunos productos complejos. Este punto es importante, por cuanto mostraba que estos eran capaces de identificar un timo recibido por correo y comprendían que hay que esperar y ahorrar antes de acometer la adquisición de un bien. El resto, se lanzaba a comprarlo sin análisis alguno.

Así las cosas, y puestos a mejorar la educación financiera de nuestros hijos (y de todos), aprovechar estas vacaciones para lanzar algunas ideas no me parece mala idea. Empezar por analizar el precio de los helados, asignar unos recursos para que ellos los gestionen en base a esfuerzo, aprender a guardar para acometer el coste mayor (ese 'almendrado' que se ha ido de precio) o comprender lo que le requerirá financiarse (comprar hoy en base al esfuerzo de mañana) es un juego interesante que, de momento, mi hijo acepta con agrado. Y al final, hasta conseguiré que tome menos helados y finalice las vacaciones con más dinero en la hucha.

Hace un tiempo, les contaba en esta misma sección que en mi obsesión por formar a mis hijos sobre los conocimientos mínimos financieros necesarios, le había abierto una cuenta corriente al mayor con el objetivo de poder explicarle las necesidades del ahorro y de la inversión. Pablo tiene siete años y, entre los regalos de la abuela de Mallorca, tíos y alguna moneda que consigue vendiendo conchas por la urbanización, va reuniendo un pequeño capital que poder ingresar y que me permite introducir algunos conceptos básicos.

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