Es noticia
Claves para adelantarse a una caída de las bolsas
  1. Mercados
  2. De Vuelta
Javier Molina

De Vuelta

Por

Claves para adelantarse a una caída de las bolsas

La idea consiste más bien en estar preparado para un cambio de las condiciones normales de mercado que permita minimizar las consecuencias.

Foto: Claves para adelantarse a una caída de las bolsas
Claves para adelantarse a una caída de las bolsas

Me comentaba recientemente un banquero privado que, ante la extensión del periodo económico y la rentabilidad acumulada en sus carteras (con elevada exposición a Estados Unidos), estaba empezando a gestionar el impacto en sus posiciones de un posible cambio de ciclo. La idea, que lejos de pretender adivinar cuándo y cómo aquel se producirá, consiste más bien en estar preparado para un cambio de las condiciones normales de mercado que permita minimizar las consecuencias del mismo.

Los ciclos económicos fluctúan entre periodos de expansión y contracción de la actividad económica, presentando determinadas características. Históricamente, en Estados Unidos, los puntos más altos han coincidido con máximos de producción, altas cifras de inventarios y desequilibrios que necesitaban corregirse. Si bien es verdad que dicha economía ha girado hacia un modelo basado más en servicios, esa dinámica no se ha trasladado al lado de los inventarios. Además, superados los 10 años de expansión económica, estar preparado para un cambio de ciclo parece cuando menos, apropiado. En este tiempo, mientras que el crecimiento de los salarios ha permanecido estable, la deuda privada en USA no ha dejado de crecer, alcanzado niveles superiores a los vistos en 2008. La deuda para adquisición de vehículos está en máximos desde que ésta se contabiliza (19 años), la de los estudiantes para financiar sus carreras supera los 1,5 billones de USD y tirar de tarjeta para financiar el día a día, alcanza cifras cercanas a los 900 mil millones. Solo la deuda hipotecaria no ha seguido la estela de crecimiento a nivel privado, experimentando descensos que ayudan a suavizar las cifras globales. A nivel corporativo, los préstamos a aquellas compañías ya endeudadas (leveraged lending) que suponen un 25% del total, han subido un 40% en los últimos 3 años, añadiendo “riesgo sistemático” al ecosistema financiero. Peligrosamente, vuelven a comercializarse productos complejos, con mínima protección, dirigidos a inversores. A nivel estatal, el techo de deuda se superará en septiembre, generando otro factor de riesgo del que muchos economistas advierten por las consecuencias “mucho mayores que el colapso de Lehman Brothers” que se puede generar. Los efectos de la guerra comercial, los procesos de recompra de acciones (suponen el 20% del efectivo negociado), los problemas que plantea el envejecimiento de la población y la burbuja de “todos los activos” facilitada por el “collar Fed-Trump” apoyan la toma en consideración de estrategias que, permaneciendo en mercado pues la tendencia sigue siendo alcista (USA), sean capaces de minimizar al máximo los riesgos.

Sacaba un gráfico interesante Franklin Templeton donde mostraba cómo el mercado de acciones, podía ser utilizado como uno más de los “leading indicators” que avisase de una posible recesión. Cuando el inversor teme un cambio de ciclo, éste tiende a revisar sus expectativas y esto se traduce en precios a la baja de las acciones. Según estudios de aquella entidad, el tiempo medio entre el inicio de una caída fuerte de las cotizaciones y el inicio de una recesión, es de 8 meses. Si bien hay periodos en los que no ha funcionado (el ejemplo de 1980 como el más significativo), ver este comportamiento puede aportar información interesante de cara a ubicarnos en el momento de mercado.

placeholder .
.


En este entorno, la primera clave pasaría por aplicar correctamente nuestro perfil de riesgo a la posición tomada. Esto significa que habría que eliminar aquellas posiciones que, movidos por una búsqueda de rentabilidad a “cualquier precio” se han introducido en las carteras y que, realmente, muchos jamás habrían comprado de conocer sus riesgos reales implícitos. Bonos de alto rendimiento, ETF que ofrecen mayor liquidez que sus activos subyacentes, o productos donde se compra o vende volatilidad, son algunos de los ejemplos referidos.

La segunda clave a considerar pasaría por gestionar las carteras de forma que se centrase en explotar sectores de actividad en crecimiento secular y que aprovechen grandes tendencias. En ese sentido, pasar de un modo de gestión pasiva donde se compra el mercado en general, a un sistema más activo donde se identifican oportunidades y se busca la creación de valor a largo plazo, podría tener sentido. Evitar empresas con alta deuda y sectores más sensibles al cambio de ciclo como el inmobiliario, el turístico, el de las compañías aéreas o el industrial, entrarían dentro de esta consideración. El “investing value” se presenta como una opción a considerar.

La tercera clave pasaría por aplicar mayor diversificación global. En estos últimos 10 años, las bolsas en Estados Unidos han evolucionado de forma tan positiva que, en un proceso normal, muchos inversores han ido incrementando riesgo a esa economía, reduciéndola en otras que no han brillado tanto, como la europea. A día de hoy y desde el punto de vista de valoración, las empresas europeas estarían mucho más baratas, ofreciendo recorridos interesantes. Además, en esos momentos finales del ciclo y dada la sensibilidad a la inflación y tipos, estas bolsas podrían evolucionar de forma positiva en ese entorno.

Así las cosas, no se trata de intentar adivinar dónde está el techo del mercado sino, más bien, estar preparados para los cambios que pueden suceder dado el momento del ciclo. No podemos negar que, en el caso de Estados Unidos, la tendencia dominante es claramente alcista (como lo era en el último trimestre de 2018) y que el inversor final aún no se ha incorporado a la misma. La presencia del “miedo” en las bolsas es una característica histórica dominante, bien como defensa frente a pérdidas, bien como miedo a perderse las subidas (FOMO). Actualmente, es el primero el que domina el sentimiento inversor pese a estar en zona de cotizaciones en máximos históricos, y por eso, no ha comprado bolsa. Necesitamos ver que éste termina pasando de un miedo a otro para, desde ese punto de vista, incorporar nuevos argumentos bajistas que, unido a ese temido fin de ciclo, pueden desencadenar un cambio de tendencia de las bolsas. Nadar y guardar la ropa parece, más que nunca, uno de los mejores consejos que pueden darse actualmente.

Me comentaba recientemente un banquero privado que, ante la extensión del periodo económico y la rentabilidad acumulada en sus carteras (con elevada exposición a Estados Unidos), estaba empezando a gestionar el impacto en sus posiciones de un posible cambio de ciclo. La idea, que lejos de pretender adivinar cuándo y cómo aquel se producirá, consiste más bien en estar preparado para un cambio de las condiciones normales de mercado que permita minimizar las consecuencias del mismo.

Bolsas Rentabilidad Recesión
El redactor recomienda