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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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Sí, pero ¿qué va a pasar el año que viene?

Existen inquietudes como la inflación, la subida de los precios energéticos o el propio nivel de valoración alcanzado por algunos activos que todavía no parece que afecten al mercado

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Hace ya casi veinte años, el escritor alemán Rüdiger Safranski lanzaba en un libro la pregunta de cuánta globalización podemos soportar. Los atentados del 11 de septiembre del 2001 habían generado ya bastante incertidumbre respecto al futuro, pero no padecíamos todavía, como nos pasa ahora, las secuelas de la crisis del 2008.

Sería estupendo vivir en un mundo de colaboración y alineado por un objetivo común, pero la realidad es que, a pesar de que nos seguimos globalizando de forma inexorable, existen visiones muy distintas, incluso contrapuestas, sobre cómo debería ser la humanidad del futuro.

Estados Unidos y China son ya los dos nuevos campeones que representan y aglutinan a sus respectivos bloques, pero esta situación convive con un gran número de posiciones y de ideologías alternativas.

Foto: Entrevista a Alejandro Molins. (Jesús Hellín)
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Una parte importante de las situaciones de desabastecimiento o de encarecimiento de la energía, de las materias primas o de algunos componentes necesarios para que funcionen las cadenas de producción será transitoria y es probable que se resuelva pronto. Pero se está poniendo sobre la mesa un problema mucho más estratégico, que es la dependencia en el suministro o en la fabricación de países a los que les podría llegar a interesar renunciar a la lógica económica para infligir un daño o, simplemente, como forma de chantaje respecto a determinadas reivindicaciones.

Además, y en paralelo, nos enfrentamos a muchos retos comunes a toda la humanidad, como ha demostrado la pandemia o, recientemente, las conversaciones sobre el cambio climático, donde que los compromisos sean solamente parciales o que sean asumidos por un número restringido de países imposibilita la solución adecuada de los mismos.

Que Joe Biden y Xi Jinping se estén reuniendo por videoconferencia es una metáfora interesante acerca de la ubicación del “espíritu del mundo” en términos hegelianos.

Foto: Douglas Kennedy (Douglas Kennedy durante una charla en la Fundación Telefónica (Cortesía de Fundación Telefónica. Ricardo Domingo)

Sí, pero ¿qué va a pasar el año que viene?

Esta es la pregunta que llega, una y otra vez, por estas fechas. Y, además, como este año las cosas han ido bien en los mercados, la curiosidad que se pretende colmar es conocer en qué momento dejarán de hacerlo.

Existen algunas inquietudes como los temores respecto a la inflación, la subida de los precios de la energía o el propio nivel de valoración alcanzado por algunos activos que todavía no parece que estén afectando mucho al mercado.

Lo más reciente, en términos de nuevas amenazas, podría ser el resurgimiento de las malas noticias en cuanto a la evolución de la pandemia que se están dando en los países donde el nivel de vacunación ha sido más bajo.

Foto: Foto: EFE/Kai Försterling.

Tenemos que seguir contando con las crisis, porque se seguirán sucediendo, y acostumbrarnos a convivir con ellas. Mucho más en un entorno financiero en el que la rentabilidad de las inversiones sin riesgo nos garantiza un retorno negativo al que habrá que añadir el efecto de la inflación.

No hay “desayuno gratis”, pero al mismo tiempo también es probable que la economía y los beneficios de las empresas sigan creciendo. El futuro es incierto por definición y en ese entorno tendremos que seguir tomando decisiones.

Safranski, en otro libro también con un título afortunado, nos interpelaba con la pregunta de “¿Cuánta verdad necesita el hombre?”. Y aludía, como Sunstein en “Too much information”, a la paradoja de que muchas veces, aunque queremos saber, no es la verdad lo que nos interesa, sino aquello que nos sirva mejor para confirmar nuestras propias creencias.

Irá bien. Y si no siempre tendremos la opción del metauniverso o “metaverso” de Zuckerberg, que nos promete la felicidad de las nuevas dimensiones para unos metaindividuos que hace tiempo que rompimos la cuarta pared.

Hace ya casi veinte años, el escritor alemán Rüdiger Safranski lanzaba en un libro la pregunta de cuánta globalización podemos soportar. Los atentados del 11 de septiembre del 2001 habían generado ya bastante incertidumbre respecto al futuro, pero no padecíamos todavía, como nos pasa ahora, las secuelas de la crisis del 2008.

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