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La ilusión de la propiedad: ¿quién controla Telefónica?
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Juan Gómez Bada

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La ilusión de la propiedad: ¿quién controla Telefónica?

Altos ejecutivos y políticos, incluido el Gobierno de España, están tomando posiciones para influir en el destino de la firma de telecomunicaciones

Foto: El presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (EFE/Javier Lizón)
El presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (EFE/Javier Lizón)

La reciente adquisición de una participación en Telefónica por parte de Saudi Telecom ha generado un alboroto político y corporativo sin precedentes. Altos ejecutivos y políticos, incluido el Gobierno de España, están tomando posiciones para influir en el destino de la firma de telecomunicaciones. Pero ¿qué pasa con los dueños que poseen la mayoría del capital de la empresa?

Una gran compañía (Telefónica) «sin dueño», controlada por dos grandes bancos que tampoco tienen «dueño» (BBVA y Caixabank) es un ecosistema de influencias para políticos y directivos. Ahora, este ecosistema está amenazado por la entrada de un accionista extranjero. Aunque la conversación pública se ha centrado en el origen extranjero del nuevo accionista, lo que de verdad preocupa es que vaya a mandar otro, independientemente de quien sea ese otro.

Digo «sin dueño» porque los verdaderos dueños son los que menos importan en este asunto. ¿Quién vela por los intereses de los propietarios del 80% de Telefónica? Esos inversores que tienen acciones bien directamente o bien a través de ETFs indexados; fondos de inversión o fondos de pensiones. Esos son mayoría, pero no pueden hacer nada o no se espera que hagan nada. Los políticos y directivos, que van a lo suyo, son los que deciden sobre el futuro de la compañía.

Es crucial entender que una empresa es una entidad creada para lograr los objetivos de sus accionistas. El valor de las acciones depende del valor que esa empresa entregará en el futuro a sus dueños. Si las decisiones corporativas se toman con objetivos que son ajenos o incluso contraproducentes para los accionistas, estamos presenciando una apropiación indebida del valor de la empresa.

Foto: Vista del logotipo de Telefónica. (EFE/Telefónica)

Este es un principio que la mayoría de los inversores, incluidos algunos profesionales, a menudo no comprenden completamente. De lo contrario, evitarían inversiones en empresas como Telefónica, BBVA, Caixabank o Repsol. Tampoco invertirían en productos indexados en los que dominan las grandes corporaciones «sin dueño» en las que, además, se entrega un «cheque en blanco» a los directivos para que administren la empresa como les parezca.

Imagínese comprar un inmueble y permitir que otro organice fiestas en él a cambio de una renta mínima. Algo parecido es lo que sucede cuando invierte en acciones que generan un dividendo marginal mientras los administradores no priorizan la creación de valor para los accionistas.

En resumen, la entrada de Saudi Telecom en Telefónica es un catalizador que debe llevarnos a cuestionar quién debería tener realmente el poder en una empresa. Es una llamada a la acción no solo para políticos y directivos, sino especialmente para los inversores, para que se conviertan en defensores más activos de sus propios intereses.

La reciente adquisición de una participación en Telefónica por parte de Saudi Telecom ha generado un alboroto político y corporativo sin precedentes. Altos ejecutivos y políticos, incluido el Gobierno de España, están tomando posiciones para influir en el destino de la firma de telecomunicaciones. Pero ¿qué pasa con los dueños que poseen la mayoría del capital de la empresa?

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