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¿Por qué no invierto en bitcoin?
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Juan Gómez Bada

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¿Por qué no invierto en bitcoin?

A pesar de su capacidad de adaptación, hay muchas probabilidades de que bitcoin y el resto de las criptodivisas actuales sean hackeadas o superadas

Foto: Foto: Reuters/Benoit Tessier.
Foto: Reuters/Benoit Tessier.

La tecnología ha permitido crear una herramienta con oferta limitada, no perecedera y fácil de almacenar, que simplifica significativamente las transacciones comerciales. Esta herramienta ha adquirido valor gracias al reconocimiento de numerosos agentes económicos, convirtiéndola en un recurso útil para los usuarios. Aunque no genera rentas ni otorga derechos específicos, su utilidad para los individuos reside en la posibilidad de venderla, anticipando una demanda sostenida.

En teoría, posee todas las características necesarias para funcionar como una eficaz moneda de cambio en transacciones comerciales. Además, podría reemplazar lo que actualmente conocemos como dinero fiat, un mero activo representativo de deuda de alguien (banco central) que lo emite y en el que la comunidad confía.

Esta herramienta ofrece ventajas sobre el oro en términos de costes de almacenamiento y facilidad de transacción, y representa una mejora sobre el dinero fiat porque los gobiernos no pueden incrementar arbitrariamente su cantidad, y su fiabilidad no depende de la solvencia de ningún emisor específico.

Sin embargo, como indico en el título, no invierto en esa herramienta (bitcoin) ni en otras criptodivisas. Tengo dos motivos:

  1. El primero es el elevado componente especulativo de su valor, que depende exclusivamente de la demanda futura de esa herramienta por otros miembros de la comunidad. Para quien quiera apostar a que se va a revalorizar tiene sentido, como quien apuesta a que va a aumentar más la demanda que la oferta de oro, petróleo, cobre o cualquier otra materia prima. No obstante, para los que no entendemos la inversión como una apuesta, sino como una herramienta para poder ofrecer algo útil (bienes y servicios) a la comunidad y obtener un valor a cambio, el bitcoin carece de sentido como activo de inversión.
  2. El segundo motivo es que no confío en la fiabilidad del sistema a pesar de que lleve varios lustros sobreviviendo a intentos de hackeo. La ciencia puede crear otra criptodivisa mejor, de manera que la comunidad pierda el interés en bitcoin y se interese por la nueva cripto. Por otro lado, que bitcoin haya evitado ataques con la tecnología pasada no significa que tecnología futura no pueda conseguirlo. Cada vez hay mayor incentivo a hackear bitcoin y las herramientas para conseguirlo son cada vez más potentes.

A pesar de su capacidad de adaptación, hay muchas probabilidades de que bitcoin y el resto de las criptodivisas actuales sean hackeadas o superadas. En esa tesitura, no querría ser dueño de estas. Por eso, para evitarlo, lo mejor que puedo hacer es no invertir en ellas.

Un inversor defensor de bitcoin, y que invierte una pequeña parte de su patrimonio en esta criptodivisa, aceptó hace años esta crítica y me indicó que bitcoin tendrá sus años igual que cualquier modelo de negocio de una compañía cotizada. Cuando aparezca algo mejor, habrá que vender bitcoin y comprar la nueva criptodivisa, me indicó. Es decir, igualaba la caducidad de una criptodivisa a la de un modelo de negocio.

Puedo compartir ese análisis con este inversor, sin embargo, hay dos grandes diferencias que son fundamentales desde mi perspectiva de inversión: la primera es que mientras funciona el modelo de negocio de una empresa genera valor (dividendos) a sus accionistas. Este es un aspecto crucial para nosotros porque es el motivo por el que invertimos en acciones.

Hay muchas probabilidades de que bitcoin y el resto de las criptodivisas actuales sean 'hackeadas' o superadas

La segunda es que creo que, en circunstancias normales, se puede prever el declive de un modelo de negocio mucho mejor que el fin de una criptodivisa. Cuando un empresario ve agotarse su modelo de negocio, puede minimizar los daños y como prefiera definirse: puede pivotar, reinventarse, adaptarse o dedicar su esfuerzo a otro modelo de negocio.

Por este motivo, los negocios suelen generar mucho más valor durante su vida útil que lo que pierden en su final. Por eso, las rentabilidades medias históricas de las carteras diversificadas de las acciones están donde están.

Sin embargo, en el ocaso de una criptodivisa se acabará perdiendo todo el valor que han generado a sus dueños. Para ganar como poseedor de criptos hay que vender a otro antes de su ocaso, que será el que pierda. Es decir, lo que gana un inversor en criptos muy probablemente lo perderá otro en algún momento. Los únicos que obtienen un beneficio que no es a costa de otro son quienes aprovechan las utilidades de la tecnología blockchain, pero estos últimos no son los que utilizan las criptodivisas como almacén de valor.

La tecnología ha permitido crear una herramienta con oferta limitada, no perecedera y fácil de almacenar, que simplifica significativamente las transacciones comerciales. Esta herramienta ha adquirido valor gracias al reconocimiento de numerosos agentes económicos, convirtiéndola en un recurso útil para los usuarios. Aunque no genera rentas ni otorga derechos específicos, su utilidad para los individuos reside en la posibilidad de venderla, anticipando una demanda sostenida.

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