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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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España, centro de negocios

En el post de hace dos semanas “¡No es esto, no es esto!” (4/02/2012), explicaba las razones por las que tampoco este año recomendamos invertir en

En el post de hace dos semanas “¡No es esto, no es esto!” (4/02/2012), explicaba las razones por las que tampoco este año recomendamos invertir en España. Supongo que me habrán puesto verde por ello, excepto nuestros clientes y quienes me hayan hecho caso, ya que los índices españoles son los que peor evolución tienen en lo que va de año mientras que nuestras recomendaciones geográficas –que también han sido expuestas por escrito– van mucho mejor. Pero hoy vamos a ponernos en “modo” positivo y explicar qué nos haría cambiar de opinión (lo cual, por cierto, estamos deseando hacer).

España tiene todos los ingredientes para no tener que estar en el furgón de cola bursátil (excepto su clase política, obviamente). Dos son los elementos que afectan actualmente a la percepción de los inversores sobre un país: credibilidad presupuestaria y capacidad de crecimiento. Un país creíble puede permitirse el lujo de deber mucho dinero y aún así pagar bajos tipos de interés por pedirlo prestado en el mercado. Y si no, que se lo pregunten a los norteamericanos o a los japoneses, cuyo desequilibrio presupuestario es muy superior al español, pero pagan tres y cuatro veces menos que nosotros por emitir deuda a diez años. En cuanto al crecimiento, el mercado viene a decir que si además de credibilidad tienes capacidad de crecer, de generar ingresos, aumenta la garantía de que estarás en condiciones de pagar en el futuro tus deudas. Es, de nuevo, el caso norteamericano: con un crecimiento esperado del 3% para 2012, están en muchas mejores condiciones que España de generar “cash” para pagar a sus acreedores.

Lo triste de esta situación está en que nuestro país tiene una auténtica gama de armamento de primera magnitud para recuperar la confianza de los mercados en lo que a reducción del déficit se refiere. Y encima son armas que no tienen otros países. Esas armas son los excesos a los que ha llegado España como estado. Si estás muy gordo es muy fácil que se note cuando adelgazas. Y España está muy gorda administrativamente hablando. Tiene grasa para dar y tomar. Tiene miles de edificios administrativos en las mejores zonas de las ciudades, inmuebles que obviamente valen mucho dinero incluso con crisis inmobiliaria. Tiene instituciones y cargos políticos que, o no sirven para nada –como el Senado– o están duplicados, como es el caso de las diputaciones. Tiene empresas públicas perfectamente vendibles y prescindibles, da subvenciones a cajas de ahorros inviables –sí, los créditos que no se van a pagar deben considerarse como subvenciones–, y un largo etc. de gastos cuya eliminación no afectaría al tejido productivo y que, dada su enorme magnitud, el simple anuncio de su eliminación futura tendría un efecto impactante en los mercados. ¿Se ha hecho algo al respecto? Nada. Absolutamente nada.

Otra forma de impresionar a los mercados y así mejorar su confianza en nuestra capacidad de pago sería utilizar nuestra otra arma secreta y única en el mundo: el enorme fraude fiscal que se ha tolerado durante años, especialmente el relacionado con el ladrillo. Si en algo resaltamos entre nuestros socios europeos –quitando a Grecia– es en el volumen de dinero negro que acumula el sistema. Las cifras son escandalosas. Por sí solo, el dinero negro que hay en España bastaría para solucionar el problema del déficit. Si tuviéramos la valentía –que me temo que es lo que falta– de asumir esta triste realidad y sacar algo positivo de un asunto francamente negativo, bien luchando de verdad contra el fraude o bien promoviendo algún tipo de amnistía previo pago de multa, el efecto sería inmediato.

¿Se ha hecho o anunciado algo al respecto, aparte de cantos de sirena? Absolutamente nada.

Luego está la cuestión del crecimiento, que no es baladí. Simplemente con la liberación de recursos que supondría todo lo anterior se podrían llevar a cabo medidas de estímulo económico impensables en la actualidad. Pero voy a ponérselo más fácil a nuestros políticos. No estimulen, pero al menos no… fastidien. Lo terrible del planteamiento actual es que todo el esfuerzo se pide a trabajadores y empresarios, subiéndoles impuestos, bajándoles pensiones, eliminado prestaciones sociales, aumentando el coste de la seguridad social, etc., etc. Y así lo único que van a conseguir es desmotivar a quienes podrían sacarnos de esta crisis –que no son los políticos, sino empresarios y trabajadores–, sin por ello aumentar la recaudación impositiva (estúdiense, Sres. políticos, la curva de Laffer).

Así que mientras no veamos a muchos más políticos en paro –que seguro que no lo veremos–, la venta masiva de inmuebles de la administración y el traslado de su actividad a las afueras de las ciudades, la eliminación radical de duplicidades administrativas, la venta o cierre de empresas públicas, el cese de las ayudas a “bancocajas” inviables, una verdadera voluntad política de luchar contra el fraude o, en su defecto, sacar partido de su existencia, no veremos la prima de riesgo de España donde debería estar para que nuestros bancos –los relativamente sanos– puedan volver a pedir dinero por el mundo. Y si no se lo dan fuera, ellos tampoco lo van a dar dentro. Especialmente si no hay lo que llaman, con razón, “demanda solvente” de crédito. Y no habrá demanda solvente de crédito mientras en lugar de crecer estemos en una recesión cada vez más profunda, que es a lo que lleva esta política de que solo se aprieten el cinturón empresarios y trabajadores y no el Estado.

Y lo peor es que por el lado del crecimiento también tenemos opciones. Si en lugar de desmotivar a trabajadores y empresarios se les motivara, la situación daría un vuelco impresionante. Llenarse la boca diciendo que se va a apoyar a los emprendedores es una broma de mal gusto cuando luego lo que haces es subirles los impuestos y las cotizaciones a la Seguridad Social. Es más, y sé que me darán leña por decirlo, pero, siendo fundamental la reforma laboral, ¿para qué sirve facilitar el despido si los empresarios no se animan a contratar a nadie? Si, entre impuestos directos e indirectos, el Estado se lleva casi todo lo que ganas ¿para qué trabajar más?, ¿por qué ampliar actividad, y más en un entorno de incertidumbre económica? Es tan obvio que no puedo entender cómo la mía es la única voz crítica –apolítica– con  la política económica que sigue nuestro gobierno (como lo era, y todavía más, con la del anterior, pero ahí al menos no era el único).

Sin duda hay formas de motivar a empresarios y trabajadores. Aprieten de verdad el cinturón al Estado, dejen de tirar el dinero en los “bancocajas” o en la administración, saquen a la luz el dinero negro y bajen impuestos y cotizaciones sociales con lo ahorrado/aflorado. Eliminen burocracia, eliminen barreras legislativas en el mercado interior, fomenten el empresariado en general, y la exportación y la contratación en particular (que si se lo estudia uno las medidas de apoyo a la contratación, incluidas las últimas, siempre llevan un “pero” que al final las convierte en papel mojado). Y si los irlandeses o lo holandeses tienen un impuesto de sociedades que hace que las multinacionales se instalen y paguen allí ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? En otras palabras: conviertan la grasa en tejido muscular, hagan de España el lugar de Europa más atractivo para fundar e instalar empresas. Hagan de España un auténtico “business center”, esos espacios donde un empresario tiene todas las facilidades y servicios para desarrollar su actividad, y verán cómo las multinacionales dejan de llevarse fuera lo que facturan por vender aquí, o cómo aparecen nuevos Zara, Mercadona u otros ejemplos de los cientos de empresas españolas de primer nivel que nos muestran todos los días dónde está nuestra auténtica ventaja competitiva. Háganlo y el viento se orientará rápidamente a nuestro favor. Sigan cuidando la grasa y cargándose el tejido muscular y tanto nuestra bolsa como nuestra economía seguirán en el furgón de cola. Dennos el placer de poder decir alto y claro: ha llegado el momento de invertir en renta variable española.

PD: ¿Saben que no soy el único que piensa que tanto a Grecia como al resto de Europa les iría mejor si Grecia abandonara –ordenadamente– el euro? El economista jefe de Citibank lo decía el otro día en el Financial Times –y con ese no se van a meter como conmigo, supongo–, y además le han puesto nombre al escenario con el que trabajan a futuro: “Grexit”.

En el post de hace dos semanas “¡No es esto, no es esto!” (4/02/2012), explicaba las razones por las que tampoco este año recomendamos invertir en España. Supongo que me habrán puesto verde por ello, excepto nuestros clientes y quienes me hayan hecho caso, ya que los índices españoles son los que peor evolución tienen en lo que va de año mientras que nuestras recomendaciones geográficas –que también han sido expuestas por escrito– van mucho mejor. Pero hoy vamos a ponernos en “modo” positivo y explicar qué nos haría cambiar de opinión (lo cual, por cierto, estamos deseando hacer).