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La gran oportunidad europea está en la renta fija
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Víctor Alvargonzález

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La gran oportunidad europea está en la renta fija

La gran oportunidad europea no está en la renta variable. Está en la renta fija. Y no precisamente en la deuda pública. Cualquiera que haya vivido

La gran oportunidad europea no está en la renta variable. Está en la renta fija. Y no precisamente en la deuda pública. Cualquiera que haya vivido el proceso de descontrol y despilfarro de los políticos españoles tiene motivos más que sobrados para desconfiar de la deuda pública española (por poner un ejemplo). Está barata, sí, pero puede estarlo más. O algo peor. En cambio, no se puede decir lo mismo de muchas empresas europeas, españolas incluidas.

Es cierto que hay muchas grandes empresas europeas –especialmente españolas– endeudadas hasta las cejas. Pero no todas. En absoluto. Al contrario que los estados, hace años que muchas grandes corporaciones multinacionales comenzaron su proceso de desapalancamiento (desendeudamiento). En general, los ejecutivos de las grandes empresas europeas han sido mucho más eficaces que los políticos europeos (aunque para eso tampoco haya que ser un genio). Y muchas de las empresas que no se han desendeudado tienen activos de sobra para, si fuera necesario, venderlos y obtener recursos que eliminan cualquier posibilidad de impago. Un ejemplo claro lo tenemos en empresas como la española Telefónica.

Podría ocurrir que, si las cosas se complican todavía más en la economía mundial –lo cual no descartamos en absoluto–, redujera su dividendo, o incluso lo eliminara. Pero ¿dejar de pagar a sus acreedores?, ¿hacer un “default”?, ¿quedarse fuera del mercado de capitales durante años? Antes seguiría su proceso de venta de activos, y los tiene muy buenos y en los países con más capacidad de mantener cierto grado de crecimiento en caso de que la economía global se “japonetice” (si quieren saber a que me refiero con este término les sugiero lean mi “post” titulado “La japonetización de la economía global”). Y qué decir de empresas tan protegidas de los ciclos económicos como son las eléctricas o las que venden gas. Bueno, pues tanto en el caso de la operadora de telefonía como en el de las “utilities” podemos comprar sus bonos en el mercado con una rentabilidad superior o en el entorno del 5%. Y en Europa, un 3%, con lo cual una cartera diversificada entre las mejores empresas de España y de la Europa más “creíble” –las empresas españolas pagan más por ser españolas, no por ser peores– puede ofrecer una rentabilidad superior al 4%, o incluso más, de media.

Un 4% puede parecer una ganancia modesta si la sacamos de su contexto, pero no lo es si ponemos las cosas en su sitio. Primero, estamos hablando de una inversión de perfil muy conservador. Segundo, porque los tipos de interés están al 0,75% y seguirán bajando –en poco tiempo estaremos en 0,50% o incluso 0,25%– según se vaya dando cuenta el BCE de que normalmente las recesiones prolongadas lo que traen es deflación y no inflación. Con una inflación que seguirá bajando a medida que la austeridad y los recortes depriman todavía más la economía europea –especialmente la española–, un 4% es una rentabilidad atractiva ahora, y lo será más a medida que Europa mantenga, o incluso profundice, su proceso recesivo, lo cual puede durar como mínimo un par de años.

Alguien pensará que por qué comprar un bono corporativo si la banca española está con el agua al cuello y sigue en su proceso autodestructivo de ofrecer extratipos en sus depósitos. La respuesta es sencilla: primero, para que un depósito llegue a dar un 4% tiene que ser el “bancocaja” más tóxico que se pueda encontrar en el país. Y aún así, ¿un 4% –si es que llega– en un “bancocaja” tóxico frente al 4% en el tipo de empresas a las que hago referencia? La duda ofende.

Alguien dirá también que para eso está el FROB y/o el dinero de Europa, para mantener vivos los “bancocajas” tóxicos y los sillones de sus responsables políticos, lo que eso garantiza el pago de los intereses y que los depósitos seguirán dando tipos altos los próximos años. Este argumento es sin duda válido cuando el tema depende de políticos españoles. No van a perjudicar a sus compañeros de partido quitándoles sus bien remunerados consejos de administración del “bancocaja” de turno. Pero cuando el tema depende de Europa y el “bancocaja” lo va a tener que financiar el contribuyente alemán u holandés, la cosa cambia. Cambiará en cuanto se enteren a qué dedica el dinero el FROB. Y acabarán enterándose, se lo garantizo. Y se habrá acabado lo de mantener vivas entidades insolventes con el dinero del contribuyente, entidades insolventes que hacen competencia desleal a los bancos relativamente sanos porque el bancocaja usa pólvora del rey.

Luego está el argumento de la liquidez. Las emisiones de deuda corporativa de más de 500 millones de euros pueden mover todos los días entre 10 y 15 millones en el mercado secundario, así que vender importes moderados –o incluso no tan moderados– no es ningún problema.

Se podrá argumentar que muchas empresas españolas están viendo cómo se recalifica a la baja su deuda. Pero eso en muchos casos se debe más al riesgo país y a la percepción tan negativa que tienen los inversores de España, que de los propios balances y cuentas de resultados de las compañías. Además, hablamos de diversificar con empresas europeas de países “fiables”.

¿Y por qué digo al inicio que la oportunidad no está en la renta variable? Sin duda, lo estará. En los mercados se gana cuando se compra barato. El problema es de “timing”: si se compra ahora habrá que esperar a que los políticos europeos acaben sus deberes (vean mi opinión al respecto en “De círculo vicioso a círculo virtuoso”) y ya sabemos lo proactivos y ágiles que son. La renta variable europea llegará a ser una gran oportunidad. La renta fija corporativa europea de alta calidad lo es ahora.

La gran oportunidad europea no está en la renta variable. Está en la renta fija. Y no precisamente en la deuda pública. Cualquiera que haya vivido el proceso de descontrol y despilfarro de los políticos españoles tiene motivos más que sobrados para desconfiar de la deuda pública española (por poner un ejemplo). Está barata, sí, pero puede estarlo más. O algo peor. En cambio, no se puede decir lo mismo de muchas empresas europeas, españolas incluidas.