Es noticia
La economía digital es desinflacionista
  1. Mercados
  2. Telón de Fondo
Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

Por

La economía digital es desinflacionista

La caída de la inflación no tiene que ver con el descenso del precio del petróleo. La digitalización de la economía tiene un efecto deflacionista

Foto:

El otro día un amigo mío periodista –un gran periodista, por cierto– me llamó en una reunión “el señor Deflación”. Lo tomé como un cumplido, por venir de quién venía y porque supongo que se refería a lo mucho que he insistido en los últimos años en que el papel de los precios en la economía está pasando de ser generalmente alcista –como lo hemos vivido las últimas generaciones- a ser neutral o incluso desinflacionista. Y no es ni bueno ni malo. Simplemente “es”. Será malo o bueno en función de cómo se adapten los agentes económicos –inversores incluidos– al nuevo entorno. En pocos sitios es tan cierto lo de “adaptarse o morir” como en el mundo de los negocios.

Hubiera preferido que mi amigo me hubiera llamado “señor Baja Inflación”, porque refleja mejor mi forma de ver el futuro en materia de precios y no tanto que se cumpla la predicción del artículo que escribí hace ahora casi cinco años sobre “La japonetización de la economía occidental”. Que se está cumpliendo, cierto, pero que entiendo debería ser algo temporal. Como digo, veo más un largoperiodo de IPC moderado y ocasionalmente negativo que una auténtica “japonización”, aunque la capacidad de los políticos para estropear las cosas es infinita y no se puede descartar totalmente que se materialice el escenario “japonés” (como ocurrió en Japón, precisamente por la incompetencia de sus dirigentes).

La opinión generalizada es que el IPC es bajo o negativo únicamente porque baja el precio del petróleo. Pero basta coger un gráfico a cinco años donde salga el IPC y la inflación subyacente para llegar a dos conclusiones: la primera que el IPC empezó a bajar años antes de que lo hiciera el precio del petróleo. Y la segunda: que también lleva años bajando la inflación subyacente, y esa NO incluye el precio de la energía.¿Por qué baja entonces, si no le afectan las variaciones en el precio del petróleo?

La digitalización de la economía tiene un efecto desinflacionista. Desde que se digitalizó, el precio de la música ha caído dramáticamente

Otra explicación habitual –con más base empírica- es que la economía global está floja y eso hace que bajen los precios. Cierto: quitando EEUUque tampoco está para echar cohetes-, la economía global crece mucho menos que antes. China, por ejemplo, llegó a crecer al 15% anual y ha crecido a dos dígitos desde hace décadas. Sin embargo, este año puede acabar con un crecimiento inferior al 7%; que no está mal, pero es la mitad de lo que nos tenía acostumbrados. Y eso afecta, por ejemplo, al precio de las materias primas. A la baja. Y ya sabemos cómo están Europa, Japón, Brasil o Rusia.

Esta explicación de que la debilidad de los precios es consecuencia de la debilidad de la economía global es, en mi opinión, correcta. Pero incompleta. Porque no está teniendo en cuenta un fenómeno fundamental y menos coyuntural que un ciclo económico -que hoy es bajista y mañana alcista-. Se trata de la digitalización de la economía (espero que ahora me llamen "señorDigitalización", que suena más moderno que “señor Deflación”). Y que la digitalización de la economía tiene un efecto desinflacionista. Desde que se digitalizó, el precio de la música ha caído dramáticamente. Desde que los “drones digitales” quitan negocio a los dinosaurios bancarios tradicionales, cae el coste de mover dinero y de realizar pagos. Y de ahí en adelante. Para no extenderme en este último e importante extremo les recomiendo vivamente lean el artículo “Atención, nadie está seguro: llegan los 'drones' digitales”.

Desde las comisiones de los brókers, que, cuando empecé a trabajar, se llamaban corretajes, eran altísimas y estaban reguladas, hasta la ropa, pasando por comprar una bicicleta. Todo aquello que puede hacerse por Internet es ahora, de entrada, más barato. Hasta la compra del “súper”. Cuando se hace on lineen una empresa que no tiene que apechugar con el coste de tener centros de distribución en medio de las ciudades, sino naves industriales en medio de la nada.

Una vez tuve la oportunidad de preguntarle nada más y nada menos que a Bill Gates hasta dónde llegaría el comercio digital (no estaba invitado al encuentro: alguien se puso enfermo y me dio la entrada). Fue hace un montón de años y he de decir que el señor Gates acertó en todo. Nos adelantó lo que hoy conocemos como comercio electrónico. Pero se quedó corto: me dijo que él no se veía comprando ropa por Internet. Que prefería tocarla y probársela (literalmente).

Pues ya ven: aun así las puntocom de ropa han encontrado una fórmula para vender a los que normalmente queremos probar y tocar. De hecho, mis hijos ya compran más onlineque en comercios. Una fórmula que ya introdujo El Corte Inglés hace muchísimo tiempo: “si no queda satisfecho con su compra, le devolvemos el dinero”. ¡Claro! ¡Eureka! ¿Cómo te aseguras de que la gente no tenga miedo a comprar por Internet? Garantizando que si se equivocan recuperarán su dinero o al menos podrán cambiar sin problemas lo que han comprado. Todo son ventajas comprando por Internet –precio, comodidad- al menos para la gente ocupada o que, como yo, prefiere viajar, hacer deporte o ir al campo que ir de compras. La única desventaja es:¿qué pasa si me equivoco? Pues ahí tienen, desde Amazon, que tiene un excelente servicio post venta, hasta un pequeño negocio de ropa: “si no está satisfecho ...”

¿Y qué pasará cuando se desarrolle la impresión en 4D? En fin, no quiero alargarme poniéndome en plan visionario. Prefiero centrarme en los mensajes que más nos interesan como economistas, directivos, empresarios o inversores: el primero es que la economía que viene –la que ya ha llegado– es digital. Se seguirán construyendo presas y casas, por supuesto, pero fíjense en esto que vi el otro día en Twitter:

placeholder

Fuente: @ValaAfshar

Aparte de ser motivo de reflexión “per se”, fíjense que, de los cuatro modelos de negocio, tres suponen un precio más bajo si se comparan con sus competidores tradicionales: Uber versus taxis, Alibaba (o Amazon) en distribución y Airbnb en, digamos, hostelería (que no es lo mismo, pero es a quien hace competencia). Y podríamos añadir BlaBlaCar –que no tiene coches y que acabará transportando más viajeros y a un precio más barato que muchas empresas de transporte-, etc., etc.

Por lo tanto la idea no es sólo que hay un cambio de modelo. Es que también hay un cambio en el proceso de fijación de precios. Y es bajista. Al menos mientras la imaginación y la tecnología vayan cambiando los modelos de negocio. Una forma de entender a qué me refiero es ver cuáles son los hábitos de compra de la gente joven –y actualmente no sólo tan joven-. Fíjense en sus hijos. O en ese amigo mío, de mi edad, que se ha comprado una bici igual que la mía en calidad y prestaciones, pero un 40% más barata, por Internet. La empresa a la que se la ha comprado ensambla los componentes y realiza el envío directamente al cliente. Así no tiene costes de intermediación ni el coste -de distribución– que supone tener una tienda con empleados en el centro de la ciudad. Todo esto es desinflacionista, porque reducir costes permite reducir precio de venta y así conseguir cuota de mercado. En casi todo tipo de productos.

Quien quiera seguir pensando que todo se debe al petróleo, perfecto. Pero mi recomendación a cualquier economista, inversor, ejecutivo, directivo o empresario es que si quiere estar en la realidad y no en “su” realidad, tenga en cuenta la digitalización de la economía y su efecto en los precios. Y que no es un fenómeno transitorio. No porque sea algo malo o bueno, sino porque, en los negocios, hay que saber que terreno pisas. Al detalle. El riesgo de tratar de que la realidad se adapte a ti en lugar de a la inversa es un riesgo que no puede permitirse un directivo. Ni sus accionistas.

¡Buen fin de semana!

El otro día un amigo mío periodista –un gran periodista, por cierto– me llamó en una reunión “el señor Deflación”. Lo tomé como un cumplido, por venir de quién venía y porque supongo que se refería a lo mucho que he insistido en los últimos años en que el papel de los precios en la economía está pasando de ser generalmente alcista –como lo hemos vivido las últimas generaciones- a ser neutral o incluso desinflacionista. Y no es ni bueno ni malo. Simplemente “es”. Será malo o bueno en función de cómo se adapten los agentes económicos –inversores incluidos– al nuevo entorno. En pocos sitios es tan cierto lo de “adaptarse o morir” como en el mundo de los negocios.

Precios Petróleo Tecnología Transporte Música