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Telón de Fondo
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Sorpresas da la vida y sorpresas puede dar la inflación
"Para la mayoría de los economistas, la inflación actual es consecuencia del aumento del dinero en circulación y de los cuellos de botella en la cadena de distribución"
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Hace unos días se publicaron un par de datos que invitan a la reflexión. El primero es el de la cantidad de dinero en circulación en EE.UU., conocido técnicamente como M2. El dato se disparó al alza en su día como consecuencia de la pandemia. El Estado enviaba cheques a los ciudadanos, con dinero que fabricaba la Reserva Federal. Se calculó mal y se envió demasiado y la M2 se disparó a los niveles más altos de la historia. Finalizados los confinamientos, con todo ese dinero en el bolsillo y pleno empleo, los norteamericanos no se paraban a preguntar el precio de las cosas: compraban de todo a cualquier precio.
Otro indicador adelantado de la inflación fue el precio de llevar un contenedor de Shanghái a Los Ángeles. Los gobiernos no previeron que la salida de la pandemia generaría una fuerte demanda de bienes y servicios y se generaron cuellos de botella. El coste de llevar un contenedor subió a 12.000 dólares. Ahora ese coste ha caído hasta 2.069 dólares. Y el último dato de la M2 se sitúa a niveles de 1.994. Muy por debajo de dónde estaba antes de que se produjera la pandemia.
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Esto es importante, porque, para la mayoría de los economistas, la inflación actual es consecuencia del aumento del dinero en circulación y de los cuellos de botella en la cadena de distribución. Y si cambian las causas, también cambian los efectos, especialmente cuando los cambios son tan bruscos. Y el cambio en estos indicadores podría estar anunciando un descenso brusco de la inflación.
Hay un “pero” a este por otra parte acertado razonamiento. No se dice porque es políticamente incorrecto, pero el aumento de la inflación se produjo en dos fases. La primera fue por los motivos explicados anteriormente, pero la segunda y más importante es consecuencia del efecto rebote de las sanciones a Rusia.
Al retirarse del mercado la oferta de energía, alimentos, fertilizantes y todo tipo de materias primas de las que Rusia es uno de los mayores productores mundiales, se produjo un “shock” de oferta del que Occidente (y el tercer mundo) todavía no se han recuperado. Por eso la inflación de los últimos meses se debe a la subida de los precios de los alimentos y de la energía, que no tiene nada que ver con la M2 ni ahora tampoco con los cuellos de botella en las cadenas de distribución.
La inflación europea actual que es de oferta, no de demanda
Pero finalmente a Rusia le ha resultado fácil saltarse las sanciones a través de las decenas de países que no las han firmado. Sí que, pasado el primer impacto, el mercado ha vuelto a estar suficientemente abastecido. De ahí la reciente caída en el precio de las materias primas, tras la fuerte subida inicial. Y por eso cae también el precio del petróleo y no tanto el del gas. Porque el petróleo se puede redirigir, mientras que el gas tiene que ir por un gasoducto que los propios rusos han cerrado. Y el gas sustitutivo lo venden Norteamérica o Catar a precios exorbitados (con aliados así quien necesita enemigos). Así, el efecto inflacionista de las sanciones también se está moderando.
Y, para que no falte de nada en el drama, entra en escena el BCE. Ni la energía ni los alimentos son de su competencia, pero el BCE va a subir los tipos de interés. La inflación europea actual que es de oferta, no de demanda. Poco puede hacer el BCE sobre la oferta de alimentos o energía. Pero quiere cubrirse las espaldas, que nadie diga que son los culpables de que haya inflación. Así que no va a influir en la inflación directamente, pero si en la recesión que viene (agravándola). Y una recesión es desinflacionista por naturaleza. Cuando no hay dinero es cuando más se pregunta el precio de las cosas. Y si resultan caras no se compra.
Finalmente, y para cerrar el círculo desinflacionista, tenemos a la economía china con serios problemas, lo cual disminuye la demanda de materias primas. Que además ya les salían baratísimas porque se las compraban a precio de saldo a los rusos.
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La conclusión es evidente: puede que la inflación baje solo de forma moderada y no como dicen los indicadores adelantados M2 y la cadena de distribución, ya que en la ecuación hay que tener en cuenta el efecto rebote de las sanciones. Pero viendo los otros factores y que el efecto inflacionista de las sanciones se va reduciendo, va a ser muy difícil que la inflación se mantenga. Y no debemos descartar sorpresas a la baja. Especialmente si se produjera algún tipo de negociación en Ucrania, donde lo primero que pondrían los rusos sobre la mesa es la relajación de las sanciones (que occidente aceptaría encantado “por la paz” o algo así, porque está deseando quitárselas de encima).
Las implicaciones de cara a los mercados son enormes. Lo que mueve los mercados es la reserva federal de los EE.UU. y quien marca el ritmo de la política monetaria de la Fed es la inflación. Si la inflación baja, ya puede decir Bullard lo que quiera, que la Fed tendrá que tomarse la famosa pausa. O por lo menos reducir mucho la cuantía de las próximas subidas de tipos.
Hace unos días se publicaron un par de datos que invitan a la reflexión. El primero es el de la cantidad de dinero en circulación en EE.UU., conocido técnicamente como M2. El dato se disparó al alza en su día como consecuencia de la pandemia. El Estado enviaba cheques a los ciudadanos, con dinero que fabricaba la Reserva Federal. Se calculó mal y se envió demasiado y la M2 se disparó a los niveles más altos de la historia. Finalizados los confinamientos, con todo ese dinero en el bolsillo y pleno empleo, los norteamericanos no se paraban a preguntar el precio de las cosas: compraban de todo a cualquier precio.