¿Estoy a tiempo o llego tarde a la subida de la bolsa?

Es el título de la conferencia que voy a dar esta tarde. Y he elegido esta cuestión porque mucha gente ha comprado el pesimismo de redes y medios y se ha perdido el rally bursátil. Y ahora necesitan una respuesta.

Es más: en el futuro serán muchos más los que lo pregunten. Ahora mismo, un ahorrador está cómodo en una letra del tesoro, un fondo monetario o un fondo de renta fija. Pero si siguen bajando los tipos de interés en el mercado, dentro de un año no estará tan cómodo. Y mucho menos en los depósitos, puesto que, en cuanto bajen los tipos, la banca aprovechará para pagar todavía menos.

Llegado ese momento, mucha gente se planteará la alternativa bursátil. Al menos para una parte de su patrimonio financiero. Los asesores no independientes (bancos, sociedades de valores y sus agentes, asesores no independientes en general,…), les dirán que sí, que compren, ya que los fondos de renta variable son los que tienen la mayor comisión y los asesores no independientes se llevan una parte de dicha comisión (por colocar el producto).

Pero eso no es asesorar, eso es vender. Lo que se está preguntando el inversor es qué le interesa a él, no qué le interesa vender al distribuidor. Y creo que nosotros, desde la total independencia - puesto que no cobramos comisión de ningún tipo de ninguna entidad financiera – podemos aportar una respuesta objetiva. Es un matiz importante, porque no pretendemos vender fondos de renta variable. No de ningún otro tipo.

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Además, vamos a aprovechar la ocasión para plantear la cuestión desde una perspectiva muy diferente a lo que es habitual. Porque normalmente tanto nosotros como otras entidades presentamos una serie de datos macroeconómicos, financieros, etc., y, en, base a dicha información, realizamos un cálculo de probabilidades y establecemos unas recomendaciones. Pero esta vez vamos a enfocarlo desde otro punto de vista, el psicológico y sociológico, que, créanme: puede llegar a mover los mercados tanto como la macroeconomía.

La economía es una ciencia, pero no es una ciencia exacta. Y no lo es precisamente porque tiene un importante componente humano. Por eso hay gente que considera que la economía está a medio camino entre las ciencias y las humanidades. Y, entre estas últimas, se encuentran la sociología y la antropología, que les puedo asegurar intervienen en el comportamiento de los inversores y, por lo tanto, de los mercados. Los mercados son siempre cíclicos, pero esos ciclos se pueden analizar tanto en relación con el ciclo económico como en relación con los ciclos psicológicos y sociológicos de los inversores.

Tras un periodo bajista, nos encontramos en lo que se define como la fase de la desesperación. Luego van subiendo las bolsas y vienen las fases de la esperanza, el alivio, el optimismo, el entusiasmo, la exuberancia y, finalmente, la euforia /que es cuando hay que haber vendido o reducido posiciones). Porque a partir de ahí empieza a desinflarse la burbuja y entramos en la fase de la ansiedad. Luego vienen la negación, el miedo, la desesperación, el pánico y, finalmente, la capitulación. Esta última es esa fase en la que aquellos a los que les dijeron que invertir era tan fácil como "sentarse" en el SP 500 y olvidarse de todo, malvenden. Porque ya no pueden aguantar más presión (de ahí la importancia de trabajar con un asesor o gestor que sepa proteger el patrimonio en las caídas).

A la hora de decidir si estamos entrando tarde o estamos a tiempo de subirnos al tren alcista, y de hacerlo basándonos en los ciclos psicológicos y sociológicos de los inversores, los que peinamos canas tenemos ventaja. Porque hemos vivido todas las fases. Y una cosa es hablar de las cosas y otra vivirlas.

Tras un periodo bajista, nos encontramos en lo que se define como la fase de la desesperación

Euforia fue la que había en 1987 (que es cuando acabé la carrera y empecé a trabajar). En aquel momento una de las películas más populares era Wall Street, de Michael Douglas. Los jóvenes querían ser "yuppies" y los inversores Gordon Gekko. En Octubre de ese mismo año la euforia dio paso a la desesperación (el crash del 87). Por cierto: muchas veces las fases de ansiedad, pánico y capitulación se dan relativamente rápido. Los mercados suben despacio, pero suelen caer rápido.

Otro ejemplo de euforia: la que vivió el Bitcoin en 2021 y que acabó en una caída del 75%. Y no les quiero decir otras criptomonedas. La euforia se notaba en que todo el mundo iba a vivir sin trabajar gracias a su habilidad para especular con cripto. Y eso incluía a los amigos veinteañeros de mis hijos, que se convirtieron en “amos del universo” desde confinamientos obligados por la pandemia. Todo un síntoma de exuberancia irracional en fase aguda.

De hecho, señales como la anterior, que parecen muy de andar por casa, suelen ser importantes. Les puedo asegurar que siempre que ha habido una época de euforia previa a una caída o cambio de tendencia, se populariza hablar del activo que luego se derrumbará. Y todo el mundo es un experto. Por ejemplo, antes de la crisis inmobiliaria de 2008 que generó la crisis financiera del mismo año. Todo el mundo era ese magnate inmobiliario que daba "el pase" a un chalet adosado comprado sobre plano.

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Pero para detectar correctamente la fase de euforia, que es cuando ya hay que haber vendido - o al menos tener el dedo en el gatillo -, hay que saber detectar las fases previas. Especialmente la penúltima, la de la exuberancia. Es más, lo ideal es intentar saber en todo momento en qué fase estamos.

Desgraciadamente ya no me queda espacio para poner más ejemplos, pero si lo desean pueden asistir estar tarde a la conferencia - que es gratuita y pueden apuntarse en nuestra web -, donde trataremos el tema con detalle. Y pondremos todos los ejemplos que hagan falta, para finalmente preguntarnos - y luego respondernos - en qué fase nos encontramos. Porque una vez nos situemos, es cuando sabremos si estamos a tiempo o llegamos tarde a la subida bursátil.