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Europa está creando el caldo de cultivo para la próxima crisis de deuda
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Víctor Alvargonzález

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Europa está creando el caldo de cultivo para la próxima crisis de deuda

La memoria es cada día más corta. Nadie se acuerda de la crisis del euro. Y por supuesto, nadie se acuerda de que se produjo porque los inversores perdieron la confianza en el valor de la deuda europea

Foto: Aumento del gasto público europeo. (Foto: iStock)
Aumento del gasto público europeo. (Foto: iStock)

Cuando en 2009 se produjo la crisis del euro, la deuda pública de los países de la Unión Europea era mucho menor de lo que lo es actualmente. Y ahora el mensaje es que hay que gastar más, mucho más. Lo peor es que Alemania se ha subido al carro. Y eso lo cambia todo.

La memoria es cada día más corta. Nadie se acuerda de la crisis del euro. Y por supuesto, nadie se acuerda de que se produjo porque los inversores perdieron la confianza en el valor de la deuda europea. Concretamente la deuda de Grecia, España, Italia, Portugal e Irlanda.

Todo el mundo le otorga a Mario Draghi el mérito de haber impedido el hundimiento del euro. Sin duda su actuación valiente y decidida fue importante, pero de nada habría servido el liderazgo de Draghi si no hubiera tenido detrás a una Alemania cuya situación presupuestaria era absolutamente impoluta. Una Alemania que ha sido siempre el avalista del resto de Europa. Los mercados sabían que Draghi tenía detrás al “primo de Zumosol” en forma de Angela Merkel y el Bundesbank.

Sin entrar en juicios y análisis políticos - supongo que los políticos sabrán hasta qué punto es real la amenaza rusa y la urgencia y tamaño del rearme propuesto – el caso es que Europa se plantea por un lado un rearme de 800.000 millones de euros y, por otro, Alemania anuncia un paquete adicional para infraestructuras de 500.000 millones. Además, modifica la constitución para poder gastarse hasta 2 billones más. En la práctica, el pacto de estabilidad presupuestaria que se creó para evitar que se volviera a producir una crisis como la de 2009, ha saltado por los aires.

Foto: El futuro canciller alemán y líder de la CDU, Friedrich Merz (EFE/Clemens Bilan)

El momento no es especialmente oportuno desde el punto de vista financiero. Cuando se produjo la crisis del euro, la deuda europea era de 9,75 billones de euros, un 74,4% del PIB de la Eurozona. Actualmente es de 15,50 billones de euros, es decir, un 81,7% del PIB comunitario. Este último porcentaje podría tranquilizarnos si lo comparamos con el 104% de España o el 134% de Italia, si no fuera por el paso que ha dado Alemania, que no solo hará que aumente significativamente ese ratio, sino que además abre la veda para que el resto de políticos europeos se apunten a la barra libre del gasto. Gasto en general, no necesariamente militar. Además, a los 15,50 billones actuales – y subiendo -, hay que añadir casi otro billón en deuda emitida directamente por la Unión Europea, que no existía en 2009.

En otras palabras, si el mercado perdió confianza con una relación deuda / PIB del 74,4% porque había países en los que se había perdido el control de la deuda, que podría pasar en caso de que una nueva pérdida de confianza se produjera con un ratio deuda / PIB de, por ejemplo, un 90%. Y teniendo en cuenta que cuando se llegue ahí, el de los países más gastadores estará muy por encima del nivel actual.

Lógicamente, lo que en la práctica es el fin del pacto de estabilidad, se ha notado en el mercado de bonos, donde han subido significativamente los tipos de interés de los bonos de largo plazo y, en consecuencia, se ha producido una caída importante en el precio de los mismos. Pero de momento es solo una recalificación de deuda: te endeudas más, te cobro un tipo de interés superior, no es una crisis.

El nuevo endeudamiento masivo de la Eurozona no va a salir tan barato como el que se produjo durante el confinamiento por la pandemia. En aquella ocasión fue acompañado de unos tipos de interés bajísimos, con lo cual el problema se ha podido trasladar a quienes tengan que pagar esas deudas dentro de entre 10 y 15 años, dependiendo de los vencimientos. Lo de ahora irá acompañado de un pago de intereses que, dependiendo del país emisor, podría estar entre el 3% y el 5% anual sobre el valor de la deuda emitida. Eso si no suben más los tipos de interés de largo plazo, que no es descartable.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea en el Parlamento Europeo, Ursula von der Leyen. (DPA/Philipp von Ditfurth)

El caso es que, mientras los ciudadanos no protesten – que no protestan - y los gobiernos paguen, no tiene por qué pasar nada. El problema surge si en algún momento los prestamistas, es decir, los mercados, repiten la jugada de la crisis del euro. Y si eso ocurriera, la calidad crediticia del avalista – Alemania - ya no sería la misma que en 2009. No habría primo de Zumosol para enfrentarse a los malvados mercados. O estaría bastante debilitado.

La esperanza, que afortunadamente es real, es que el crecimiento keynesiano planteado, es decir, a base de gasto público, también es crecimiento. Y que si se genera mucho crecimiento, también se puede obtener más ingresos para el Estado vía impuestos y que el déficit no se descontrole. Es posible, pero, por definición, el estímulo keynesiano está hecho para dar un impulso inicial, no para mantener un crecimiento estable y duradero. De hecho, así lo planteaba el propio Keynes, como medicina de choque para salir de una depresión económica. El único crecimiento estable y sostenible a largo plazo es el que se basa en la innovación, el desarrollo tecnológico y empresarial y la competitividad comercial.

Mientras tanto, lo mejor que se puede hacer es aprovechar el ardor guerrero europeo y la barra libre de gasto público participando en las empresas beneficiarias. Nunca se ha producido en Europa un trasvase igual de dinero de los contribuyentes hacia empresas públicas y privadas, así que, ya que nos van a “crujir” a impuestos, participemos al menos en los beneficios. Y afortunadamente muchas de las empresas beneficiarias cotizan en bolsa. La forma de recuperar parte del “rejón” de impuestos que se avecina es participar en los beneficios de esas empresas.

Cuando en 2009 se produjo la crisis del euro, la deuda pública de los países de la Unión Europea era mucho menor de lo que lo es actualmente. Y ahora el mensaje es que hay que gastar más, mucho más. Lo peor es que Alemania se ha subido al carro. Y eso lo cambia todo.

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