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Gonzalo de Cadenas-Santiago

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Recetas para evitar el pánico

El desplome y la volatilidad de los mercados mundiales iniciados desde finales de febrero irónicamente imita las fases de asimilación de una desgracia: negación, pánico y aceptación

Foto: Un trader en la bolsa de Nueva York. (Reuters)
Un trader en la bolsa de Nueva York. (Reuters)

Hasta el 24 de febrero los mercados mundiales apenas habían sufrido las consecuencias del brote de COVID-19, debido en parte a la convicción de que las medidas de control en China detendrían el virus antes de que este ganara terreno fuera de China. Hoy desafortunadamente sabemos que no será así. El desplome y la volatilidad de los mercados mundiales iniciados desde finales de febrero irónicamente imita las fases de asimilación de una desgracia: negación, pánico y aceptación. Algo que debe ser seguido por la adaptación a la nueva realidad.

Con certeza estamos en la segunda fase. La corrección generalizada de la renta variable global (Eurostoxx -22%), el desplome del precio del Brent (hasta 35 usd/b), aversión al riesgo (VIX) casi en niveles Lehman y el incremento de la brecha refugio/actividad -medida por el ratio oro/cobre, que se ha multiplicado por dos-, son algunos de los síntomas visibles. Otros menos visibles son indicadores del stress financiero sectorial (aviación, energía, turismo, etc.) y quiebras selectivas de aquellas empresas en las que existía cierta fluidez entre el estrés de liquidez, la composición de balances y la solvencia. Hablamos de empresas chinas, por ahora.

Foto: Broker de Wall Street

La reacción o sobrerreacción de los mercados mana precisamente del desconocimiento de las implicaciones de esta crisis. Ante la incertidumbre sobre las consecuencias inescrutables que esta situación puede traer (ver Knight y el Coronavirus), el pánico es el modo esperable en la psique colectiva. Así vemos como la opinión generalizada transita desde la complacencia (o negación) cuando se pensaba la crisis remitiría per sé, a manejar la idea de una pandemia global como único y fatal escenario posible.

Sin embargo, el diagnóstico más atemperado sigue siendo la de una situación —condicional al medio biológico y a las medidas implementadas a nivel global— que puede o no trascender. Es decir, transitar desde el ya asegurable escenario base de crisis puntual en Q1 2020 —pero contenida— al posible pero no ineludible escenario de pandemia y recesión global profunda y duradera que el pánico insiste en instalar en la conciencia colectiva.

El desplome y la volatilidad de los mercados mundiales iniciados desde finales de febrero irónicamente imita las fases de asimilación de una desgracia: negación, pánico y aceptación

Lo que parece razonable pensar es, como en los casos médicos, que no podemos abandonarnos a tratamientos limitados que a lo sumo serán paliativos de los síntomas (bajar tipos agresivamente es uno de ellos) en lugar de abordar el problema de manera integral. El consenso de profesionales expertos, sean de la OMS, del IMF/WB u otra institución multilateral, define claramente cuál es la correcta aproximación médica al problema.

Foto: Un 'trader', en la Bolsa de Nueva York. (Reuters)

Es necesario gestionar las expectativas, para ello es clave asesorar y acompañar a los afectados del proceso, personas e instituciones. Precisamente para evitar el pánico.

Cada vez resulta más trascendental asegurar la continuidad del funcionamiento económico, mediante medidas de financiación suficientes para la sanidad pública que, por un lado, fortalezca la supervisión y la contención de la epidemia y, por otro, apoye la actividad global incluso en estado de confinamiento forzoso.

Esto último, al igual que el apoyo al sector productivo con coberturas sociales y/o privadas limitadas, requieren de intervenciones concretas con cargo a políticas públicas, que deberán buscar consensos y el necesario espacio fiscal para implementarse. Máxime si consideramos que el verdadero apoyo económico deberá ser administrado por vía cuasi fiscal a través de medidas de liquidez, crédito dirigido y otras medidas de contención (como, por ejemplo, sobre el precio de determinados activos) con carácter sectorial que pueden tomar la forma de crédito, diferimiento de la imposición y/o el establecimiento de garantías públicas o privadas para la continuidad del negocio.

A mayor escala, resulta fundamental que se preste apoyo a aquellos países en desarrollo con filtros sanitarios y medidas de contención menos avanzadas, que son precisamente los que tienen capacidad de convertir la incipiente crisis epidémica actual en la pandemia de nuestro peor escenario. El mercado nos dio ayer un aviso. Actuemos entonces cuanto antes.

Hasta el 24 de febrero los mercados mundiales apenas habían sufrido las consecuencias del brote de COVID-19, debido en parte a la convicción de que las medidas de control en China detendrían el virus antes de que este ganara terreno fuera de China. Hoy desafortunadamente sabemos que no será así. El desplome y la volatilidad de los mercados mundiales iniciados desde finales de febrero irónicamente imita las fases de asimilación de una desgracia: negación, pánico y aceptación. Algo que debe ser seguido por la adaptación a la nueva realidad.

Renta variable Eurostoxx 50